Igor Valerievitch Kolomoiski regresó de Suiza tras el golpe de Estado en Kiev el año pasado. Entonces asumió el cargo de gobernador de la región de Dniepropetrovsk, se posicionó como un defensor de la unidad del país y enemigo acérrimo de las milicias del Donbas.
Según la revista Forbes, ocupa el cuarto puesto entre las personas más ricas de Ucrania con un capital de 1.800 millones de dólares. El oligarca financia la Guardia Nacional que combate contra las autodefensas del Donbás, cuenta con fuerzas armadas propias y un importante arsenal de armas. Además, financia a varios batallones fascistas que combaten contra las milicias del sudeste de Ucrania.
El multimillonario fue quien ordenó a las huestes nazis la masacre de Odessa, en la que 46 antifascistas fueron asesinados el 2 de mayo del año pasado como consecuencia de un incendio provocado por los grupos nazis.
Poco después de la masacre se filtraron en internet dos conversaciones telefónicas en las que alguien asociado al presidente de la asociación comercial Proveedores de la Unión Aduanera, Oleg Noginski, reveló a su interlocutor que Kolomoiski había pagado a miembros del grupo nazi Pravi Sektor para que incendiaran el centro sindical en el que se reunían los antifascistas.
Noginski le asegura a su interlocutor que el gobernador multimilllonario se había vuelto loco, pues se imaginaba a sí mismo tan poderoso y con tanto alcance como lo tuvo Hitler en su época.
Además del incendio del edificio de los sindicatos, durante la masacre de Odessa se registraron brutales palizas a los antifascistas. Muchas personas se quedaron en la azotea del edificio y se negaron a bajar por temor a ser golpeados por los nazis.
Es muy posible que Kolomoiski fuera también quien ordenara el 17 de julio del año pasado el derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines con 298 personas a bordo. Todos los pasajeros y tripulantes fallecieron.
El derribo se produjo en la parte suroriental de Ucrania, donde entonces se estaban desarrollando intensos combates.
El oligarca financia la parte técnica de los servicios de control de vuelos de toda Ucrania y, desde luego, los de Dniepropetrovsk, que eran los responsables de dirigir aquel vuelo. Daba órdenes directas a varios controladores aéreos, incluidos aquellos que debían acompañar al Boeing malayo.
Kolomoiski es propietario de varias compañías aéreas ucranianas. También cuenta con tanques, carros blindados, vehículos de combate de infantería y lanzacohetes múltiples. Es muy posible que también posea misiles Buk como los que derribaron el Boeing de las líneas aéreas malayas.
En octubre la Interpol no quiso declarar a Kolomoiski en busca y captura, a pesar de la solicitud de Rusia.
El martes de la semana pasada Kolomoiski se entrevistó con el embajador de Estados Unidos en Kiev. En realidad se trató más bien de un breve ultimátum que de un verdadero diálogo. Para el embajador Kolomoiski carece de moral, y eso en la boca de un imperialista gringo, pone al ucraniano por debajo de la altura del barro.
En Ucrania para que alguien como Kolomoiski dimita hace falta que el embajador se lo exija. A la mañana siguiente el potentado se citó con Poroshenko y le entregó su carta de renuncia.
Estados Unidos zanjó, pues, las guerras intestinas en el gobierno de Kiev a favor de Poroshenko, quien se ha lanzado a una purga en toda regla. Por las calles de Dniepropetrovsk circulan vehículos blindados de la policía. Poroshenko ha ordenado al responsable del SBU Navalichenko la detención de Korban, que aún no se ha llevado a cabo. Sin embargo, recientemente han sido detenidos 14 miembros de los batallones de Pravy Sektor, que han abandonado el frente junto con unos mil mercenarios.
A Kolomoiski les esperan dos juicios próximamente, que no serán ni la masacre de Odessa ni el derribo del vuelo de Malaysia Airlines. Uno de ellos será por el asesinato de un colaborador del SBU, cometido por un colaborador del diputado Denisenko que trabajaba para Kolomoiski, y el otro por robo de petróleo.
En esta segunda acusación le imputan que tras sustraer el crudo del oleoducto, Kolomoiski lo llenó con agua que, al congelarse durante el invierno, destrozó la conducción. Sin contar los daños causados, el beneficio obtenido por el oligarca oscila entre 2.000 y 2.500 millones de dólares.
Para evitar la cárcel Kolomoiski no se refugiará en Suiza, sino cerca de Tel Aviv, donde tiene una hermosa mansión, junto a la del embajador de Estados Unidos. Israel es un paraíso criminal que no extradita a ningún judío.
Junto a ambos, en la misma calle, una tercera mansión es propiedad de Guenadi Vladimirovich Korban, otro buitre del gobierno golpista de Kiev.