La ofensiva de Siria la han desatado -fundamentalmente- dos grupos yihadistas coordinados. Uno es el Ejército Nacional Sirio (“Al-Jays al-Watani As Suri”) y el otro la Organización de Liberación de Levante (“Hayat Tahrir Al Sham”).
Son dos facciones islamistas diferentes creadas por iniciativa de Turquía tras su operación “Escudo del Éufrates” lanzada en marzo de 2017. En aquel momento Ankara pretendía impedir que los kurdos del PKK controlaran el norte de Siria y la frontera entre ambos países. Los miembros del ANS actuaron entonces como carne de cañón de Turquía para crear una zona de amortiguamiento en la región.
El carácter ideológico de este “ejército” es una mezcla variopinta de yihadismo y neotomanismo. Hay quienes son cercanos a la Hermandad Musulmana y consideran que Erdogan es hoy el dirigente de ese movimiento. Pero no hay que engañarse. Ante todo son mercenarios, carne de cañón. Van donde les pagan.
Se estima que cuenta con entre 50.000 y 100.000 hombres, completamente armados y entrenados por Turquía. La mayoría de sus miembros son árabes, pero también tiene una fuerte minoría de turcomanos y, lo que es más sorprendente, de kurdos.
Siria no es el único escenario donde participan sus mercenarios. Son enviados a dondequiera que los intereses turcos estén amenazados, especialmente en Libia, más recientemente en Azerbaiyán en la guerra de Nagorno-Karabaj contra las tropas armenias, pero también en el Sahel, donde ahora protegen a los buscadores de oro turcos.
El otro componente mercenario es la “Organización de Liberación de Levante” o “Hayat Tahrir Al Sham”. Fundado oficialmente en enero de 2017, este movimiento es resultado de la fusión de varias organizaciones yihadistas, la más importante de las cuales fue la anteriormente conocida como Frente Al Nosra.
Esta organización se beneficia del apoyo financiero de Qatar, lo que significa que la mano de Washington no está lejos.
Desde el punto de vista ideológico, Hayat Tahrir Al Sham es una organización abiertamente yihadista cuyo núcleo fundador del Frente Al Nusra estuvo afiliado a Al Qaeda hasta 2017. Su número se estima en alrededor de 30.000 mercenarios.
¿De dónde cobran los terroristas?
Con excepción del grupo llamado “Ejército Nacional Sirio”, cuyo dinero es claramente de origen turco, es muy difícil rastrear las fuentes de financiación de las demás organizaciones, aunque la prensa israelí ha sido muy locuaz al respecto. Así, según una investigación de Elisabeth Tsurkov para el periódico Haaretz de 21 de febrero de 2018, Israel proporciona apoyo financiero directo a siete grupos terroristas en Siria.
Algunos de estos grupos que comenzaron a recibir ayuda de Israel a finales de 2017 fueron financiados previamente por el Comando de Operaciones Militares, un centro operativo gestionado por la CIA. Hasta 2018 este centro pagaba los sueldos de decenas de miles de miembros del frente sur del Ejército Libre de Siria, proporcionándoles armas y municiones.
Youssef Hindi recuerda, por su parte, que el dinero estadounidense terminó en 2018 por decisión de Trump, lo que obligó a Israel a asumir el control, si no quería que esas facciones desaparecieran de la guerra.
Todas mis fuentes, afirma Tsurkov, “han confirmado la identidad de al menos siete grupos [de yihadistas sirios] que reciben apoyo israelí, con la condición de que no se nombren los grupos”.
De la guerra regional al ‘gran juego’ internacional
Atascado en Gaza y el Líbano, donde el ejército israelí apenas ha destacado por sus hazañas militares (salvo el paréntesis de los ataques con los buscapersonas contra los dirigentes de Hezbollah), Israel y muy probablemente las redes belicistas estadounidenses que seguirán en el gobierno hasta el año que viene, parecen haberse vuelto contra el gobierno sirio. La pregunta es por qué.
Para Washington se trataría de romper la coalición entre Hezbollah, Siria e Irán, con la perspectiva de debilitar a Rusia en su flanco sur, sacar a Moscú de su acceso al Mediterráneo, bloquear la nueva “Ruta de la Seda” de China y provocar un atolladero que penalizaría al futuro gobierno estadounidense.
Los problemas estadounidenses son tanto externos, parte del “gran juego” político internacional, como internos, con un relevo del mando entre dos gobiernos con puntos de vista aparentemente opuestos.
Qatar y Turquía desempeñan el papel de intermediarios en ese juego y explotan, de manera más o menos abierta, a los nuevos ejércitos de mercenarios yihadistas.
El derrocamiento de Bashar Al Assad y el caos que seguiría en Siria lograrían los objetivos del actual gobierno israelí de remodelar la región en beneficio de un Israel más grande. Esto sólo puede suceder con la destrucción de los Estados de la región, que es donde las organizaciones terroristas resultan útiles.
Para convencerse de ello basta releer las declaraciones del actual ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, quien indicó que las fronteras de Israel deben extenderse hasta Damasco. Esa perspectiva también la comparten los sectores mesiánicos sobrerrepresentados dentro del sionismo, sino también los evangelistas estadounidenses.