Cuando le tenía ya olvidado, luego de varias lunas, recibí una epístola de Don Dextrógiro Diestro Recto, hombre cabal y de orden, que, por su interés, o así lo creo, reproduzco, Dice así: “Caro amigo Nicolás: iré al grano, pues sé que eres más sintético que analítico y de ahí tu lado femenino para compensar tus brutales blasfemias y venablos sin cuento. Corren, my friend, tiempos de disipación y nula episteme. Le decían “pensamiento único”, pero yo lo llamaría “pensamiento uno” (porque no habría dos ni tres).
Muchos cristianos -ahora que estamos en Semana Santa- piensan que la doctrina fundamental del cristianismo con respecto a la supervivencia individual en el más allá es la inmortalidad del alma. Craso error. La doctrina fundamental es la de la resurrección de los muertos. Jesucristo, como los fariseos, la defiende en contra de los saduceos y sus famosas trampas (eso es una trampa saducea, se oye decir sin saber muy bien en qué consiste, pero era poner en bretes y apuros a Jesucristo en el interrogatorio buscándole las cosquillas y las contradicciones).
Pero aquí, estimado Nicolás, empiezan los problemas que deberían aquejar a la Humanidad. Uno de los que más preocupó a los doctores de la Iglesia es la suerte que corren los elementos materiales devorados por los caníbales. No es cuestión bizantina ni estoy fumado, ya conoces mis estrictas costumbres que rayan lo severo. San Agustín (Agustín de Hipona, como dirías tú) considera que estas partes regresarán a su propietario original en el cielo (si se salva, claro). Santo Tomás (o Tomás de Aquino, según tu gusto paganizante) también analiza el inesquivable problema de los intestinos. Parece, a priori, que los cuerpos resucitarán sin intestinos, pero la respuesta correcta es que lo harán como los otros miembros y no estarán vacíos -recuerda, Nicolás, el proverbial horror vacui de los escolásticos-, pero tampoco llenos de inmundicias, sino de fluidos nobles. Por el contrario, residuos que la naturaleza rechaza, como la orina, el sudor y el pus no resucitarán. ¿Me sigues?
¿Qué me dices de la geografía del cielo? ¿Es un lugar o un estado o, como se dice ahora, una ‘situación’? Es crucial saber esto. Para Jesús es un lugar: “en la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Juan, XIV). Para algunos teólogos modernos es una… manera de estar. Pero no se puede obviar que la presencia del cuerpo implica la espacialización del cielo (la gente, en el cielo, reclamaría sus derechos y sus parcelitas). No sólo el cuerpo resucitará con todos los órganos que poseía durante su vida, sino que también recibirá los que podían haberle faltado ya sea por defectos corporales, mutilaciones o lesiones cerebrales por escuchar a Paco Marhuenda. San Agustín admite una excepción: las huellas de los suplicios en los cuerpos de los mártires no serán borradas. Esas cicatrices, lejos de ser desagradables, serán marcas de dignidad.
Voy acabando. Tanto para Fra Angélico como para San Agustín, los hombres resucitarán a la edad perfecta, en su plenitud física y moral, o sea, a los 30 años. Así, los niños (bautizados, claro) resucitarán con el cuerpo que habrían tenido si hubiesen llegado a la madurez. ¿Irán los elegidos vestidos o desnudos? También esto está previsto. Irán en bolas, dicho en lenguaje zafio y coloquial, porque no hará frío ni habrá concupiscencia. ¿Qué idioma se hablará? El que se quiera, pero el hebreo será la lengua de trabajo principal. Podría extenderme (por ejemplo, ¿qué pasa con los clásicos griegos paganos nacidos antes de Nuestro Señor Jesucristo, verbigracia, Virgilio, que acompañara a Dante por el Hades, ¿adónde van estos?), pero es suficiente. De esto hay que hablar, caro Nicolás, de cosas que ni la propia jerarquía católica sabe en estos tiempos de molicie, aunque con un esperanzador Papa Paco. Saludos a tu santa y a tu prole y a ti un fuerte abrazo, parrasplas. Vale».
Menos mal que todavía quedan docentes y tan lindas escaleras por las que podernos elevar hasta los cielos y LA LUZ.