Humor y mala baba

Nicolás Bianchi

En su obra «Ensayo general sobre lo cómico», el dramaturgo Alfonso Sastre afirma la relatividad de lo cómico. Para él, no hay una realidad cómica objetiva -algo absolutamente cómico- , sino que lo cómico es una realidad histórica y cultural.
Luego nos dice -y dice muy bien- que la risa tiene una fuente esencialmente crítica, irónica y disconforme con lo que sucede, una risa carnavalesca. Opina que la risa -la «buena risa», la inteligente- ha sido siempre un importante signo espiritual, afirmativo de la cultura crítica en la historia. ¿Habría una «mala risa»? Según Sastre, por ejemplo, no es plausible tomar a Sócrates como objetivo de unas burlas en «Las nubes», y por eso la comedia ha servido muchas veces a causas reaccionarias; en el caso de Aristófanes, escribió valientes comedias antibelicistas, pero también hizo críticas cómicas al espíritu de lo nuevo. Y así tenemos dos dimensiones del humor: crítica (política) y desinteresada (apolítica). El humor crítico, añade nuestro sastrecillo valiente, lo puede ser bajo ideología de derecha o de izquierda.
Al cristianismo nunca le hizo gracia la risa, sobre todo desde que pasó a ser un constantinismo (de Constantino el Grande -hubo más- y su Edicto de Milán de 313 declarando la libertad de cultos incluido el cristianismo) organizado o un agustinismo político (de Agustín de Hipona) hegemónico. Tampoco parece que al Islam le haga maldita gracia ver a su profeta Mahoma en ofensivas viñetas. ¿Será que las religiones organizadas y lo cómico se repelen? Sospecho que para Sastre las viñetas sobre Mahoma -aquellas que se publicaron en 2006 en un periódico danés de extrema derecha- serían un ejemplo de «mala risa» (y del peor estilo) en el improbable caso de que, siquiera, estuviéramos hablando de humor. Y es que estamos en el terreno semoviente y resbaladizo del humor político que, cuando es agresivo y arrogante, como era el que hacía Charlie Hebdo a costa del islamismo, y no gratuitamente, por cierto, levanta ampollas. La primera el sacrosanto derecho a la libertad de expresión como derecho absoluto, lo mismo para ponerle límites aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que exacerbándolo y magnificando acríticamente. ¿Los musulmabes son unos sosos que no saben reírse de sí mismos y de su profeta? Parece que no, que tienen muy malas pulgas porque, se supone, y así se dice, pero no está claro, el humor consistiría en la capacidad de reírnos de nosotros mismos, o ahí empezaría (el humor). Hummm, no sé, no sé… Pienso que un musulmán es capaz de esto -de reírse de sí mismo- pero ocurre que se siente vejado e insultado -y el Corán para ellos es algo más que una religión- por la mala baba de un dudoso «humor occidental» con lo que este semantema connota y comporta. Si te quieres reír de ti mismo, vale, allá tú, pero si te vas a reír de Mahoma, mi profeta, te vas a reír de tu puta madre, vienen a decir pelín cáusticamente. Bueno, el papa Francisco dijo que es normal darle un puñetazo a quien se meta con tu madre, claro que no dijo matar…
Personalmente, como ateo, comunista y fanático del equipo vasco del Athletic (que viste igual que Estudiantes de la Plata) donde sólo juegan vascos -Luis María Anson diría «once españoles»-, debería abstraerme de esta polémica y hasta situarme por encima viendo cómo la risa dominante -occidental- se pitorrea de una religión que el cliché tacha de «fundamentalista». Pensaría que la preocupación por lo absoluto es un síntoma de patología que hurta la alegría de vivir. Habría que reírse de la filosofía, la religión, el Estado, pues todo es ligero y relativo y… posmoderno. Y, sin embargo, me posiciono. Y lo hago del lado musulmán, aunque sólo sea porque cuando se dice «nosotros, los occidentales», me incluyen sin pedirme permiso. Y menos cuando ahora fumo con narguile. Salud. 

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