La acuñación de la expresión fondo de los reptiles, para referirse al pago secreto a la prensa, proviene de una afirmación de Otto Von Bismarck tras ganar la guerra prusiana-austriaca en 1866. El reino de Hannover, aliado austriaco, es el más castigado por la derrota, su rey Jorge V debe exiliarse dejando atrás toda su fortuna que a partir de ese momento será gestionada, a través de un Real Decreto, por Prusia para “la vigilancia y la defensa contra las maquinaciones de la casa de Hannover y sus agentes contra Prusia”. Los intereses generados de esa fortuna serán utilizados por el canciller prusiano para la creación de un fondo secreto, al que únicamente tienen acceso Guillermo I y el propio Bismarck. El fondo se usará para fomentar las actividades propagandísticas y para la creación de un sistema informativo dentro y fuera de las fronteras alemanas. Bismarck, cansado de las intrigas de los partidarios de los Hannover, pronunció la célebre frase: “Utilizaré su dinero para perseguir a estos reptiles malignos hasta sus propias cuevas”. De esta manera se convirtió en el fondo de los reptiles.
Los políticos europeos de la segunda mitad del siglo XIX vieron en la prensa una valiosa plataforma propagandística, convirtiéndose automáticamente en un instrumento fundamental para trasladar sus mensajes, atacar al oponente, revelar sus políticas y hacer campañas para conseguir votos. En España, la instauración de las elecciones trae consigo la proliferación de los partidos políticos y con ellos las campañas electorales que tratarán de contar con el apoyo de la prensa para conseguir sus fines.
El partido del poder tratará, sobre todo a partir de la Restauración, controlar el mayor número de periódicos, que se convertían en “periódicos sapos”, diarios que se mantenían gracias a las ayudas gubernativas. La ley de Policía e Imprenta de 1883 impulsada por Sagasta había instaurado un régimen informativo mucho más abierto y libre, se había suprimido la censura previa, la necesidad de la posesión de una licencia especial para la creación de un periódico nuevo y, el depósito previo de publicaciones. Por ello había que buscar fórmulas nuevas para controlar a la prensa.
El embajador de España en Berlín, Francisco Merry Colom, había tomado buena nota de las prácticas del Canciller de Hierro, Bismarck, respecto al control de la prensa. En 1854 el prusiano había aprobado una ley marco de Prensa que prohibía la censura previa, pero mantenía la licencia especial para la creación de nuevos periódicos y el depósito de una considerable suma como confianza. Además, se desarrolló un sistema de vigilancia para controlar a la prensa “liberal” que consistía en la creación de gabinetes de prensa de los diferentes ministerios, encargados de resumir artículos y redactar rectificaciones y contestaciones; la creación de periódicos gubernamentales poniendo al frente los denominados hombres de paja, es decir, periodistas supuestamente independientes que en realidad estaban bajo las órdenes del gobierno; y un fondo secreto que en 1865 contaba con un presupuesto de 350.00 florines. La práctica más habitual era realizar un pago mensual al redactor más influyente de la publicación. Los órganos de prensa se convirtieron en auténticos instrumentos al servicio de la política de Bismarck.
El embajador, el 22 de abril de 1875, escribió las siguientes palabras al gobierno español: “La prensa aquí está toda en manos de gente desacreditada. Los fondos copiosos que Bismarck tiene destinados para subvencionar periodistas en Alemania y a favor de Alemania (los hay subvencionados en todas partes), se llaman públicamente “Fondos de reptiles”: de ellos está encargado un jefe de administración que todo el mundo conoce”.
Francisco Merry aconsejaría a Madrid seguir el ejemplo alemán a través de los fondos reservados del Ministerio de Gobernación. Y Madrid siguió el ejemplo, el profesor Carlos Seco Serrano encontró en el archivo de Dato de la Real Academia de Historia datos concretos referidos a los años 1899 y 1900 de las subvenciones a la prensa.
La suma total destinada a los “gastos reservados” mensualmente oscila entre las 31.000 y las 36.000 pesetas dentro de los cuales encontramos los pagos a la prensa. El concepto del pago podía ser diverso, desde una gratificación en metálico, un pago mensual o, lo que solía ser más común, a través de suscripciones.
Algunos periodistas como Joaquín Rallo, director de La Discusión solicitaban al gobierno una ayuda más cuantiosa: “Que la subvención sea fija y algo más crecida, ya que las ideas que este periódico defiende, y la política que le inspira, deben tomarse más en consideración por la respetabilidad de las personas que le apoyan”.
Pero, otra de las formas de controlar a la prensa fue la creación de periódicos. A finales del siglo XIX en España “quien pretendiese hacer carrera política –comenta Rosa Cal- debía contar con las páginas de un periódico”, así lo hicieron, por ejemplo, José Canalejas con el Heraldo de Madrid, Sagasta con La Iberia, Silvela con El Tiempo, Blasco Ibáñez con El Pueblo de Valencia, Pablo Iglesias con El Socialista o Lerroux con El Progreso.
Los periódicos en aquel momento se habían convertido en el cuarto poder y solo será sustituida su influencia por los nuevos medios de comunicación emergentes, primero la radio, luego la televisión y finalmente Internet.