No es ningún milagro que la palabra “fake” se haya introducido en todos los idiomas del mundo, en todos, en muy poco tiempo, lo que vuelve a dar la razón a Nebrija cuando en el siglo XV afirmó que “la lengua es compañera del imperio” en la primera gramática de la lengua castellana.
Hablamos exactamente como la OTAN nos está enseñando y, como es lógico, no sabemos muy bien lo que decimos, ni de lo que estamos hablando. Además de imperialista, “fake news” es una expresión militar que se entiende mejor etimológicamente. La palabra “fake” procede del alemán “fegen” y no es exactamente “falso” ni “tramposo” sino todo lo contrario: se refiere a algo limpio, lustroso y bello cuando por sí mismo no es así sino que se ha embellecido de manera artificial, o se ha limpiado o maquillado convenientemente.
Así es la “política informativa” de la OTAN y de todas las fuerzas dominantes que hay en el mundo. Presentan las noticias de una manera lustrosa, de la misma manera que nosotros recogemos nuestra vivienda y pasamos la aspiradora cuando llegan los invitados a comer.
Desde siempre, la “política informativa” de la OTAN forma parte del “arte de la guerra” y de todos los ejércitos del mundo. La prensa y los periodistas no son otra cosa que altavoces de sus amos, perros cada vez mejor amaestrados, más fieles y más obedientes.
La primera noticia falsa es, pues, evidente: no hay tal noticia porque no hay nada nuevo que contar al respecto. Alarmarse porque circulen noticias falsas es el primer fraude al lector. Siempre las ha habido.
La segunda ley de la información sigue a la primera: quien más noticias falsas pone en circulación es quien tiene más poder y quien está más cerca del poder, que son las grandes cadenas de intoxicación, la televisión, la radio y la prensa.
Lo que la reciente campaña contra las “fake news” pone de manifiesto es la tercera ley de la intoxicación: tapar la boca al adversario porque las grandes cadenas tienen miedo al ridículo, como fue el caso del Brexit en 2016 y las elecciones presidenciales en Estados Unidos, una derrota que aún no han asimilado.
Para matar dos pájaros de un tiro, la OTAN y sus caniches en las redacciones de las grandes cadenas, como buenos oportunistas que son, llevan el agua a su molino: la culpa de la proliferación de mensajes falsos y, por lo tanto, de que las previsiones electorales no hayan salido como querían, es de Rusia. Rusia es sinónimo de mentira; lo ruso es falso porque procede de Rusia.
La última pata de esta mesa es internet, del que nadie dice que es un invento del Pentágono, monopolizado por Estados Unidos y sus grandes empresas informáticas que, después de cumplir con el papel adscrito de llevar las redes sociales a todas y cada una de las personas del mundo, les corresponde una segunda función: imponer los contenidos depurándolos y abrillantándolos para que sólo circulen noticias auténticas y veraces.
En internet impera eso que llaman “viralidad”, que es como las radio fórmulas o los 40 Principales, es decir, la música que ellos suponen que nos gusta a nosotros. En las redes sociales la viralidad sustituye a los medios. No hay intermediarios. La difusión de las noticias requiere que haya millones de personas que, como pequeñas hormigas, repitan exactamente los mismos contenidos una y otra vez, que son la mejor demostración de lo que el marxismo califica como “ideología dominante”, “fetichismo” y “alienación”.
Si no hay tales hormigas, la OTAN se las inventa haciendo exactamente eso que imputa a los rusos: crear personajes en internet de tal manera que, lo mismo que en el teatro o el cine, parezcan creíbles. Esos personajes, creados por ordenador, se encargan de repetir el mensaje hasta que llega a todos y cada uno de los rincones del mundo.
Es la Operación Voz Fiable (“Operation Earnest Voice”) que el general Petraeus puso en marcha en 2010. Mientras el mensaje de la OTAN se multiplica exponencialmente en las redes sociales, hay que acallar las mentiras que proceden de Rusia. Es la esencia de la batalla emprendida en todo el mundo.
El 1 de enero ha entrado en vigor en Alemania una ley que amenaza con multas a los que difundan noticias falsas, sean rusos o no, para lo cual ha creado una policía de cazarecompensas en internet que vigilan ciertos blogs sospechosos. La Primera Ministra May también ha creado la 70 Brigada, compuesta por 1.500 tarados que se dedican a censurar, calificar contenidos y detectar a los que reproducen contenidos rusos. Incluso Vietnam tiene ya una unidad militar, la Fuerza 47, compuesta por 10.000 sabuesos que rastrean la red lo mismo que los perros olfatean las meadas de la calle.
En el futuro vamos a ser muy afortunados: por primera vez en la historia, el mundo se va a ver libre de mentiras y de mentirosos.