Desde el estallido de la Guerra de Ucrania, los países de Europa central y oriental, que tienen reactores nucleares de diseño soviético, tratan de diversificar sus suministros de combustible. El holding ruso Rosatom aún no ha sido sancionado porque, lo miso que el gas, no tiene recambio en ningún país del mundo. Las compras de combustibles rusos por parte de la Unión Europea alcanzaron el año pasado su nivel más alto en tres años.
Casi dos años después del inicio de la guerra en Ucrania, Rosatom sigue desempeñando un papel estratégico en el suministro eléctrico de Europa. Sigue abasteciendo a las centrales nucleares de Europa del este, desde Eslovaquia hasta Bulgaria, pasando por la República Checa, Finlandia y Hungría.
Tarde o temprano el bloqueo económico llegará también a Rosatom y Europa tiene que llenar ese hueco. Por eso han entrado en comptencia el grupo americano Westinghouse y la empresa francesa Framatome, aunque los franceses habían firmado un acuerdo de “cooperación a largo plazo” con Rosatom que le permitiría suministrar centrales nucleares bajo licencia rusa.
Es una oportunidad para apoderarse del mercado nuclear, que ahora controla Rusia de manera casi monopolista.
El ciclo productivo del uranio empieza con el enriquecimieneto de la materia prima y luego hay que ensamblarlo antes de cargarlo en la central eléctrica. Primero se convierte el uranio enriquecido en óxido de uranio, para fabricar pequeños cilindros llamados “pellets” que constituyen el combustible final.
Los “pellets” no funcionan como el petróleo o el gas. No son intercambiables. Cada uno de ellos está dimensionado, diseñado y equilibrado para las características de una determinada central, no pudiendo utilizarse para alimentar una instalación de otro modelo.
Rosatom controla el último ciclo para suministrar los reactores que la empresa ha vendido en el extranjero. Son diseños de origen soviético del modelo llamado “VVER”, que a su vez tiene tres variantes (VVER-440, VVER-1000 y VVER-1200), de los cuales hay diecinueve en Europa.
En los últimos meses los operadores de los países de Europa central han firmado, uno tras otro, contratos con Framatome o Westinghouse para diversificar el suministro de sus VVER-440 y VVER-1000.
Pero Westinghouse lucha por su parte en el pastel que deja Rusia. El año pasado la República Checa y Bulgaria firmaron un contrato con Westinghouse para que suministrara parte de sus centrales nucleares VVER, antes de que Bulgaria haga lo mismo en agosto de este año. Unos meses antes el monopolio estadounidense anunció que había cerrado un acuerdo de colaboración con Enusa para ofrecer “alternativas a Rosatom para la fabricación de combustible”.
Desde la caída del Muro de Berlín en 1989 Westinghouse se interesó por la construcción de las nuevas centrales en Europa. Pero la tecnología soviética era muy superior y el monopolio estadounidense fracasó, dejando el campo abierto a Rosatom.
El Golpe de Estado en Ucrania cambió la situación. Ucrania dispone de reactores VVER-1000 y Westinghouse trabajó para imitar a los reactores nucleares de estilo soviético ampliando su planta en Västerås, Suecia, en 2016.
Francia, sin embargo, tiene una gran ventaja: antes de la guerra, en diciembre de 2021, Framatome firmó un acuerdo de “cooperación a largo plazo” con Rosatom que le permitía suministrar centrales nucleares con licencia rusa.
A finales del año pasado la empresa francesa también firmó con el operador búlgaro para suministrar, junto a Westinghouse, la única central eléctrica del país. En junio de este año Framatome anunció que también suministraría combustible a los reactores eslovacos.
A diferencia de Westinghouse, Framatome aún no ha entregado combustible, pero está empezando a firmar contratos. El grupo francés explica así que ha desarrollado desde hace varios años una solución industrial para alimentar reactores de diseño soviético, con una reorientación de las actividades del lugar.
Queda por ver si habrá suficientes equipos industriales disponibles para sustituir a los rusos a tiempo. Tanto en Framatome como en Westinghouse, las fábricas siguen siendo pequeñas hoy en día y tienen que ampliarlas.
Además, los contratos siguen suspendidos por órdenes políticas. Es necesaria una autorización gubernamental para cambiar de proveedor de combustible, lo que puede tardar varios años. Entre el momento de la firma del acuerdo y la entrega física, un cambio de gobierno puede poner todo patas arriba. En Eslovaquia, por ejemplo, Robert Fico ganó las elecciones a principios de octubre y es posible que mantenga a los rusos como suministradores de la materia prima nuclear.
Por el contrario, Hungría recurre a las empresas occidentales. El 12 de septiembre, Framatome y el gobierno húngaro ratificaron un acuerdo para diversificar el suministro de sus reactores. La empresa francesa deberá suministrar combustible a la central eléctrica de Paks, un modelo VVER-2000. Eso no significa que el Orban vaya a cortar sus vínculos con Rosatom. La empresa rusa seguirá participando en el proyecto de ampliación de la planta, con la construcción de dos nuevos reactores hasta 2030.
A pesar del deseo de los países europeos de encontrar otros proveedores, Rosatom tiene un peso enorme en el mercado atómico y aunque Europa cierra las puertas, los rusos se van a África, Oriente Medio o a Latinoamérica.
Rosatom ocupa el primer lugar en el podio por el número de centrales nucleares planificadas o en construcción en todo el mundo. Desde Egipto hasta Bangladesh, pasando por Turquía, China, India e Irán. El negocio está en auge. En febrero, el director de Rosatom, Alexey Lijachev, afirmó que han iniciado conversaciones con una decena de países, entre los cuales tres o cuatro estarían a punto de firmar acuerdos.
La empresa rusa va a obtener suculentos contratos y, al mismo tiempo, va a fortalecer la influencia de Rusia durante las próximas décadas sobre una nueva generación de compradores de centrales nucleares.