El Segundo Equipo de Combate de la 82 División Aerotransportada de Fort Bragg, en Carolina del norte, viajará a Irak con la excusa de intervenir en la Operación Inherent Resolve.
Sin embargo, antes del inicio de la batalla de Mosul, el Pentágono ya anunció el envío de 600 mercenarios que, unidos a los que nunca se fueron, sumaban un total 5.262 tropas. Por lo tanto, el año que viene en Irak habrá 7.000 soldados estadounidenses, según cifras oficiales, que permanecen en Irak desde invadieron el país en 2013. La cifra real está por encima de los 40.000.
Todos los anuncios que ha hecho la Casa Blanca desde 2009 anunciando la retirada de sus tropas de Irak no se han cumplido. “Estados Unidos está avanzando hacia una posición de fortalecimiento. La larga guerra en Irak llegará a su fin a finales de este año”, aseguró Obama en 2011. La guerra no sólo no acabó sino que ese mismo año se extendió a Siria.
El motivo con el que justificaron la invasión del país, las armas de destrucción masiva, también era falso. El verdadero objetivo era destruir un Estado trasladando a sus peones de Al-Qaeda desde Afganistán y desatando una nueva guerra. Irak es hoy un país fraccionado territorialmente que padece salvajes enfrentamientos, tanto religiosos como nacionales.
Ese fraccionamiento permitió en junio de 2014 el asentamiento del Califato Islámico en Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak. Las tropas irakíes se retiraron de la ciudad sin presentar combate, dejando todos los equipos y municiones en poder de los yihadistas.
En octubre de 2010 WikiLeaks publicó casi 400.000 documentos del Departamento de Defensa de Estados Unidos sobre la Guerra de Irak (*) que revelan el uso sistemático de torturas, la cifra de más de 100.000 muertos confirmados, de los que 66.000 eran civiles. En promedio, durante un período de seis años, cada día de guerra morían 31 civiles.
Los bombardeos de la avión estadounidense destruyeron todas las infraestructuras que había en Irak en 2003.