En la República Centroafricana la guerra tampoco es confesional sino económica

En un informe fechado el 6 de diciembre, que se puede descargar en castellano (*), los expertos de la ONU aseguran que en la República Centroafricana se ha impuesto un estado de guerra permanente cuyos motivos tampoco son de naturaleza confesional, como dice las cadenas de intoxicación, sino económicos.

La economía de guerra que se ha creado en África central ha abierto nuevos mercados y creado diferentes modelos de organización económica.

El fracaso en la integración de los antiguos miembros de Seleka (“Alianza” en idioma sango, la supuesta minoría musulmana) a causa de los enfrentamientos que se han producido este año, está ligado a los intereses económicos de los diferentes dirigentes de la milicia, enfrentados a los antibalaka (supuesta mayoría cristiana).

Los expertos ponen el ejemplo un minero influyente que trata de acabar con las empresas de la competencia, que pertenecen a musulmanes.

El informe pone el ejemplo de los capitalistas cristianos que monopolizan las actividades comerciales en el eje Bangassu-Gambo-Bema desde que los grupos de autodefensa impusieron su control militar.

Las alianzas y escisiones en las organizaciones político-militares reflejan los intentos de repartirse los mercados.

En el sudeste del país, los combates han otorgado el poder a las organizaciones de traficantes de armas que llegan desde el Congo.

Este año los enfrentamientos en Bangassu son consecuencia de los intentos de las milicias locales por apoderarse de los alijos de armas que llegan desde terceros países.

En Centroáfrica el mercado de armas es tan lucrativo como cualquier otro y en él participan también los antiguos miembros de Seleka.

En informes anteriores los expertos destacaron que Mussa Assimeh, uno de los principales dirigentes de Seleka en 2013, introducía armas desde Sudán, un negocio en el que están involucrados tanto comerciantes sudaneses como Zakaria Daman, dirigente de la antigua Selaka, que este año han firmado contratos de compraventa por valor de 21.000 dólares.

En el noroeste la guerra está ligada al control de las rutas comerciales, donde las milicias cobran tasas por el ganado y otras mercancías.

Un propietario de 50 cabezas de ganado compradas en Mbaibum, al norte de Camerún, que pretenda viajar con ellas al mercado de Buar, deberá franquear varias aduanas y pagar entre 1.800 y 2.000 dólares en cada una de ellas.

El dinero cae en las arcas de las milicias. El general Bahar, del Movimiento Patriótico de Centroáfrica, ha creado un mercado de ganado apoderándose de los caminos que llegan desde Chad y formando un corredor de importación de ganado.

Los demás, como los 3R y la UPC, hacen lo propio.

La minería también está en poder de las milicias. Los antibalaka explotan yacimientos enteros, como las minas de oro de Wili, en Koro-Mpoko.

Los movimientos armados explotan servicios de “protección y seguridad” en minas que pertenecen a terceros, formando empresas privadas de seguridad como Élite Seguridad RCA, como el cribado de oro en las orillas del río en Sosso-Nakombo, que dirige el antiguo comandante de la zona Crepin Messamba, conocido como el general Dalé, antiguo miembro de la Guardia Presidencial de François Bozizé.

(*) http://www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=S/2017/1023&referer=/english/&Lang=S

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