Las políticas climáticas son una cruzada de las grandes potencias. La cumbre climática de Glasgow ha puesto de manifiesto la contradicción entre los países ricos y los pobres en la descarbonización. En Glasgow los países en desarrollo dijeron que no.
Fue India quien ejerció de portavoz de la rebelión. Narendra Modi, su Primer Ministro, viajó a Glasgow, pero fue para decir lo que todo el mundo estaba pensando: “ya está bien”. Los países pobres anteponen el desarrollo económico a las emisiones de efecto invernadero.
China, que se ha desarrollado emitiendo CO2, se ha unido al campo del Tercer Mundo.
Desde la COP 21 cada país debía presentar una declaración cada cinco años sobre la evolución prevista de sus emisiones de gases de efecto invernadero. Se trataba de un documento puramente declarativo, sin controles, sin compromisos y sin sanciones. Tras 15 días y 15 noches de negociaciones, la COP de Glasgow decidió que esta inútil declaración se presentaría en adelante cada dos años. Hasta los más crédulos ven la vanidad de estas maniobras. De hecho, por primera vez, casi todos han reconocido -y lamentado- su fracaso.
La transición energética es muy cara. Casi todas las medidas defendidas se refieren a productos o tecnologías que aumentan los costes. La electricidad solar es más cara que la térmica. Los alimentos ecológicos son más caros que los tradicionales. Los coches eléctricos son más caros que los de gasolina. La bomba de calor que el calentador de gas.
Hasta el momento no son tecnologías competitivas y no se pueden desarrollar sin subvenciones presupuestarias. Por lo tanto, implica un descenso, o un menor crecimiento, del nivel de vida. Los países ricos quizá puedan permitirse este lujo. Los países pobres no pueden.
A ellos les cuesta aún más que a nosotros, en relación con el nivel de vida. Un aerogenerador de 2 MW cuesta en India lo mismo que en España, unos 3 millones de euros. Pero eso equivale a la producción anual per cápita de 100 personas en España y 1.800 en India, es decir, 20 veces más.
Las grandes potencias llevan mucho tiempo intentando imponer sus políticas climáticas. Dicen a los países del Tercer Mundo que tienen mucho que ganar (lo que no es cierto). Los intentan sorbornar con la promesa de subvenciones (que nunca se pusieron sobre la mesa). Los amenazan con impuestos sobre el carbono (que les impedirían exportar). Prohíben a las organismos de ayuda y a los bancos privados que presten a estos países pobres los fondos que les permitirían electrificarse (una prohibición que es una buena manera de mantenerlos en la pobreza).
Hola les escribo de México, sólo para expresar que es ofensivo que se refieran a una parte del planeta como «Tercer Mundo», ya que algo como tal no existe, es un solo mundo con una desigualdad económica y social terrible, así que es incorrecto hablar de primeros, segundos o terceros mundos, gracias.