El proyecto imperialista de partición de Siria sigue adelante con Trump

Las conversaciones de alto el fuego, que a veces llamamos “de paz”, de Astana han puesto de manifiesto el verdadero alcance de las contradicciones, mucho mejor que la guerra misma, y su fracaso ha impedido que se les haya prestado la atención que merecían, empezando por la propia presencia en ellas de Estados Unidos. Tienen razón los iraníes: no tiene sentido marginar a los perros (Al-Nosra, Califato Islámico) e invitar a sus amos (Estados Unidos), ni siquiera por el hecho de lanzar un capote a un Trump recién llegado a la Casa Blanca. Eso supondría creer que Trump y su equipo tienen algo nuevo que decir, y no es así… exactamente

En efecto, es verdad que existe algo nuevo en el plan de Trump, que consiste en disociar a Rusia de Irán o, dicho en otras palabras, aislar a Irán, que ha sido el gran vencedor de la Guerra de Siria y Trump quiere ponerlo en primer plano: ellos son el enemigo principal en Oriente Medio y no es posible someter al gobierno de Teherán sin romper el eje de la resistencia que forma junto con Siria y con Hezbollah.

Aparte de ese énfasis, en la entrevista concedida por Trump a la cadena ABC no hay demasiadas novedades. El plan de reparto de Siria sigue adelante y empieza con un apoyo más decidido a “los kurdos”, confiesa Trump en referencia al propósito de dotarles de una “región autónoma en el norte de Siria”, lo mismo que en Irak.

Obama no rearmó al PKK-PYD a última hora en previsión de que Trump les abandonara, sino al revés. El nuevo Presidente asegura que va a “ampliar la presencia militar de Estados Unidos en Siria” para lo cual necesita la base militar de Hasaka, una ciudad árabe con una importante población kurda. La partición de Siria no se hará, pues, creando un califato islámico sino consolidando Rojava como falsa región autónoma.

La diferencia entre Rojava y la autonomía regional kurda de Irak es que en la primera está bajo el control del PKK, lo que explica la Operación Escudo del Éufrates del ejército turco en el norte de Siria, que trata de impedirlo. Trump confía en darle algo a Erdogan (“un hábil negociante”) para que ceda en ese punto. Se trata de matar dos pájaros de un tiro: resolver el problema kurdo de Turquía trasladándolo a Siria, un plan de limpieza étnica en Turquía que acabaría con Siria lo mismo que acabó con Yugoeslavia.

Pero una Rojava autónoma bajo el gobierno del PKK no dejaría de ser una amenaza cercana para Turquía. Por eso Trump califica a Rojava como una de esas “zonas tampón” o áreas de seguridad que garantizarían la desactivación del PKK: el imperialismo concede el paraíso de Rojava al PKK a cambio de firmar un tratado de paz perpetua con Erdogan, es decir, de renunciar a los derechos que como nación les corresponden a los kurdos. Al fin y al cabo la nueva República de Turquía se creó hace un siglo con este tipo de limpiezas étnicas y desplazamientos poblacionales masivos. También es algo de eso lo que predica el “confederalismo democrático” de Öçalan que tiene embobados a los anarquistas y a buena parte de los medios “alternativos” en Europa.

Ayer un alto responsable estadounidense retiró lo de las “zonas de seguridad” pero es posible que sólo cambie el lenguaje porque el plan es exactamente el mismo que tenía el imperialismo en 2011, al inicio de la Primavera Árabe (e incluso antes). En cualquier caso hoy Estados Unidos tiene mucho más difícil sacarlo adelante. Para ello necesita contar con Rusia, es decir, que Rusia rompa con Irán. Pero si eso no lo ha logrado Estados Unidos en los mejores momentos, no parece que pueda lograrlo ahora porque ya no tiene la iniciativa, es decir, porque Astana ha demostrado, a pesar de su fracaso, que no son sus iniciativas las que están encima de la mesa.

Lo más lógico es pensar que Rusia no va a negociar los planes de terceros, y menos los de Estados Unidos, sino los suyos propios, cuya máxima preocupación consiste en no romper ningún plato, algo muy difícil en Oriente Medio que sólo ellos han sido capaces de lograr a día de hoy. Hasta los medios más reaccionarios de Estados Unidos reconocen que Rusia ha logrado convertirse en la potencia mediadora por antonomasia de la región.

Cualquier plan de Rusia en Oriente Medio pasa, pues, por hacer importantes concesiones a Irán, por no decir que, en última instancia, son los propios planes iraníes que, afortunadamente, hacen las mínimas concesiones imprescindibles a Estados Unidos, a Israel y a Arabia saudí y cuentan con que, en definitiva, necesitan aplastar militar y policialmente al Frente Al-Nosra, al Califato Islámico y a los demás movimientos yihadistas.

¿Romperán las negociaciones de paz sobre Siria una sólida alianza forjada durante la guerra? Para analizar la posible evolución de la correlación de fuerzas en Oriente Medio hay que recurrir a ese oráculo que es DebkaFiles, es decir, los servicios de inteligencia israelíes que ya han consultado su propia bola de cristal: en efecto, la paz provocará la ruptura entre Irán y Rusia, pronostican. Se creará una nueva alianza entre Estados Unidos, Turquía y Rusia en contra de Irán. Su tarea será dibujar las nuevas fronteras de lo que quede de Siria después del banquete.

El ejército de Estados Unidos se instalará en Rojava, añaden los israelíes. Turquía deberá conformarse con Al-Bab y Jarablus, desde donde controlaría 5.000 kilómetros cuadrados de territorio sirio. Al sur, a lo largo de la frontera con Jordania e Israel, se crearía una segunda zona de seguridad de la que será expulsada Hezbollah. Las tropas iraníes deberán regresar a sus cuarteles.

Afirma DebkaFiles que ese plan de partición de Siria fue aprobado entre Obama y Putin a finales del pasado año. Los rusos se quedarían con la costa mediterránea del norte de Siria, donde ya tienen la base de Tartus.

Nos parece obvio que DebkaFiles confunde sus deseos con la realidad, por no hablar de una cortina de humo para enturbiar cualquier posibilidad de acuerdo de paz. Los tampones de Trump serán seguros para ellos o para Israel pero no para Rusia que, no lo olvidemos, defiende en Siria intereses propios: la estabilidad del Cáucaso. Con un reparto así (o con cualquier otro reparto) Rusia no gana nada sino que pierde lo que ha logrado e independientemente de sus alianzas regionales, no puede admitir que en ninguna parte de Oriente Medio el yihadismo disponga de feudos.

Por si los rusos no lo sabían, una de las cosas que han quedado muy claras en Astana es que Irán y el eje de la resistencia no han combatido durante seis años para defender los intereses rusos. Simplemente han coincidido en los momentos más difíciles y, en efecto, es posible que en el futuro no se produzca dicha convergencia. No cabe descartar nada. Sin embargo, es mucho más fácil que esa alianza se mantenga en los momentos más favorables, cuando se trata de sacar partido a seis años de guerra. El rendimiento siempre será mayor si mantienen la unidad mostrada hasta la fecha.

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