La Operación Tailwind fue una incursión en el interior de Laos de las fuerzas especiales estadounidenses para asesinar a los soldados que habían caído presos del ejército vietnamita.
Hollywood ha creado un mito absolutamente falso en torno a esos prisioneros de guerra estadounidenses capturados en Vietnam, donde -supuestamente- padecían toda clase de torturas y calamidades.
Sin embargo, la CIA los calificaba de “tránsfugas” y “desertores” porque colaboraban con el ejército vietnamita, proporcionando información. Imitaban a los controladores aéreos avanzados, suplantaban los canales de radio militares estadounidenses y atraían a los bombarderos estadounidenses a las trampas de la artillería antiaérea de los vietnamitas.
A diferencia de las películas, los cables de la CIA sobre la guerra secreta en Laos que se han desclasificado describen a los prisioneros de guerra bien alimentados, liberados de las prisiones y colaborando con los vietnamitas.
El Pentágono y la CIA emprendieron varias misiones conjuntas para localizarlos y asesinarlos. El 11 de septiembre de 1970 emprendieron una incursión en el sur de Laos, en una zona oficialmente neutral que formaba parte de la Ruta Ho Chi Minh. El ejército vietnamita la recorría para transportar suministros y tropas hacia el sur.
La Operación fue ejecutada por un equipo de asesinos de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, conocido como Grupo de Observación y Estudio (SOG), en colaboración con mercenarios locales que conocían las montañas, posiblemente de los “hmong”. La unidad vestía uniformes desprovistos de insignias y placas de identidad. También iban equipados con armas que no se fabrican en Estados Unidos.
Era una Operación conjunta del ejército, la Fuerza Aérea, la CIA y la NSA. Estaba supervisada por el Estado Mayor Conjunto y la Casa Blanca, con Nixon a la cabeza. No podía haber filtraciones y su existencia se debía negar en cualquier caso.
A lo largo de la Guerra de Vietnam, Estados Unidos siempre aseguró que no desplegaba tropas en Laos. Por ello la información sobre Tailwind se clasificó al más alto nivel de confidencialidad. Se falsificaron los registros de personal para ocultar la participación del SOG y los informes sobre el operativo se redactaron a mano.
El equipo de asesinos estaba integrado por 16 soldados estadounidenses y aproximadamente unos 120 mercenarios. Descendieron de los helicópteros cerca de Chavan y durante los tres días que duró la operación, se enfrentaron a intensos combates con los vietnamitas, lo que resultó en una misión caótica en la que los “skyraiders” de la Fuerza Aérea estadounidense lanzaron gas sarín.
Nixon y Kissinger autorizaron el lanzamiento de gases tóxicos, pero mientras los soldados estadounidenses portaban máscaras antigás, los mercenarios locales carecían de ellas, por lo que el Pentágono sabía que perecerían en la operación, lo mismo que los prisioneros de guerra estadounidenses y los civiles laosianos.
El lanzamiento de gases tóxicos está prohibido por los tratados internacionales. Su empleo fue algo absolurtamente deliberado. Además de máscaras, los miembros del SOG llevaban cápsulas inyectables de atropina, el antídoto a la inhalación del sarín.
Verdades, mentiras y desmentidos
La Operación Tailwind nunca fue conocida hasta décadas después, gracias a un reportaje periodístico titulado “Valley of Death” emitido por la CNN y Time Warner en 1998. El almirante retirado de la Marina, Thomas H. Moorer, que había presidido el Comité de Estado Mayor Conjunto durante la Operación, confesó que el objetivo de la Operación era el asesinato de los prisioneros de guerra y que habían lanzado gas sarín para rescatar a los miembros del SOG.
Moorer dijo que, como Estados Unidos no ratificó los Protocolos de Ginebra hasta 1975, el uso de gas sarín en 1970 era técnicamente legal.
Los medios que publicaron el reportaje y sus periodistas sufrieron todo tipo de presiones políticas y amenazas de muerte. La CIA dijo que no había pruebas de matanzas de prisioneros de guerra ni del uso de gas sarín durante la Operación. Por su parte, el Pentágono publicó un apresurado y característico informe en el que decía que tampoco había podido encontrar ningún rastro de la Operación.
El almirante Moorer padecía senilidad, dijeron los intoxicadores. Entrevistados por los medios, los participantes del SOG confirmaron los detalles de la Operación, aunque luego obligaron a algunos de ellos a sdesmentirse a sí mismos.
Pero, finalmente, ambos medios claudicaron y se retractaron, admitiendo que no había pruebas de los asesinatos de los prisioneros de guerra, ni del uso de gas sarín.
La retractación estuvo acompañada del despido de los dos periodistas que elaboraron el reportaje.
El Pentágono sigue manteniendo el secreto sobre los asesinatos.
La Operación Tailwind se estudia hoy en las facultades de periodismo como un paradigma de la sumisión de los medios de comunicación a sus gobiernos respectivos.
El asesinato de los propios sodados y el empleo de gases tóxicos han pasado a un segundo plano.