Ante Pavelic y Alois Stepinac |
Habiendo participado el clero católico en estos crímenes, las relaciones entre el Vaticano y el Estado yugoslavo tras la guerra quedaron profundamente afectadas. El arzobispo Alois Stepinac y otros criminales de guerra fueron juzgados y condenados en 1946. En 1952 Yugoslavia rompió relaciones con el Vaticano cuando el Papa fascista Pio XII se atreve a nombrar cardenal al citado arzobispo criminal. Alois Stepinac fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1998.
Es revelador que el conflicto que destruyó Yugoslavia se viera agravado y se precipitara cuando Alemania y el Vaticano reconocieron, en 1991, la independencia de Croacia contra la opinión de otros países, como Estados Unidos y Francia.
Sobre los crímenes del Estado fascista ustachi, Jacques Merlino escribe en su libro “Las verdades yugoslavas que no se pueden nombrar”: “La iglesia católica, dirigida por Stepinac acompaña a ese movimiento, y a veces lo anima. Existen numerosos documentos y testimonios sobre las atrocidades y crueldades cometidas en esa época. Se llenarían libros y mas libros…”, añadiendo que “la complicidad de la iglesia católica en este genocidio está aceptada”. El alto clero de la iglesia católica croata había establecido una estrecha colaboración con las autoridades ustachis, con el arzobispo de Zagreb, el mencionado Alois Stepinac, a la cabeza. Este da la bienvenida al nuevo Estado y su bendición a Ante Pavelic. La mayoría de los obispos católicos (en Sarajevo, Split, Hvar, Krk, Senj, Djakovo, Banja Luka, Sibenik, etc.) trabajaron activamente con el régimen, portando un cierto número de sacerdotes y monjes el uniforme de los ustachis, y especialmente los franciscanos de Bosnia, que nunca disimularon su participación en los crímenes… “Existe un convencimiento basado en argumentos de que el Vaticano, tras la guerra, dirigió una organización de antiguos fascistas croatas que ayudó a la evasión de millares de criminales nazis”. “Esta organización fue la que permitió la huida del dictador Ante Pavelic (amigo de Alois Stepinac)”.
Tras la derrota del nazi-fascismo Ante Pavelic, presidente croata, se refugió en España. El régimen croata ustachi se distinguió por su crueldad, hasta el punto de que los alemanes lo consideraban como “excesivamente brutal”.
El régimen que surge tras la I Guerra Mundial agrupó a los eslavos del sur en el llamado Reino de Yugoslavia. En 1934, tras la subida de Hitler al poder, las potencias europeas establecen algunos contactos ante la amenaza que suponía y los incumplimientos del Tratado de Versalles.
Ese año el rey Alejandro de Yugoslavia visita Francia, dispuesto a firmar una alianza defensiva, pero en las calles de Marsella es asesinado junto con el ministro francés de Asuntos Exteriores, Louis Barthou. Las investigaciones ofrecían tal panorama de implicaciones que sólo una pequeña parte de la trama se hizo pública. La investigación del caso determinó que los autores del asesinato, miembros de la organización terrorista ustachi de Croacia, habían recibido dinero, armas y pasaportes falsos de las autoridades nazis en Munich, de Mussolini y de la Hungría de Horthy.
El 6 de abril de 1941 Hitler ataca el Reino de Yugoslavia. El ejército yugoslavo sólo consigue defenderse heroicamente durante apenas 11 días, pero su único enemigo no era el ejército alemán.
La quinta columna, organizada por el alto mando alemán llevó a cabo una serie de sabotajes y ataques en la retaguardia. Alemania e Italia lanzaron su ataque sorpresa sobre Yugoslavia el 6 de abril de 1941 y al mismo tiempo en muchos lugares de Croacia los ustachi formaban bandas armadas, que atacaban por la retaguardia a grupos aislados del ejército yugoslavo. Las bandas de los ustachi eran, en su propio país, las encargadas de colaborar con el ejército invasor del Eje en las tareas de destrucción de las líneas de comunicación y de sabotaje de los movimientos del ejército yugoslavo.
Entre esos comandos figuraban abundantes sacerdotes católicos, preludio de las matanzas que se iban a llevar a cabo durante los cuatro años de guerra. La puñalada por la espalda al ejército yugoslavo estaba muy probablemente preparada y diseñada desde los tiempos del asesinato del rey Alejandro.
La comisión de investigación que Yugoslavia crea tras la derrota del nazi-fascismo no tuvo que investigar demasiado para reunir las pruebas del protagonismo y de los culpables de un genocidio que sigue hoy día silenciado. Las pruebas estaban todas escritas. Centenares, miles de artículos en periódicos, boletines y publicaciones de la Iglesia Católica, durante el régimen ustachi, desvelaban cómo se llevaron a cabo los crímenes, y cuáles eran las orientaciones que se transmitían a la hora de eliminar a cientos de miles de personas en razón de su religión.
El genocidio, evidentemente, no sólo tuvo como diana al pueblo serbio, de religión ortodoxa, sino también a aquellos croatas que se enfrentaron al Nuevo Estado clerical fascista, a los musulmanes que no aceptaron la invasión, alemana, a socialistas, comunistas, gitanos, y naturalmente y muy especialmente, a los judíos, contra quienes se dirigieron especialmente los obispos católicos.
Pero ¿a qué se debió aquella confianza, aquella imprudencia que hizo que todas las pruebas del genocidio se pusieran por escrito? ¿Qué tipo de confianza llevaba a los frailes franciscanos a fotografiarse rodeados de sus víctimas decapitadas y mutiladas, algo que nunca jamás hicieron los nazis alemanes? De hecho, la abundancia en internet de testimonios gráficos es enorme…
Todo fue un inmenso error. Su convencimiento de que había comenzado el Imperio de los Mil Años preconizado por Hitler les hizo alardear de haber colaborado con los comandos terroristas ustachis, del uso de los monasterios para conspirar, de la organización de los jóvenes católicos en los llamados “Cruzados”, y en definitiva, de cómo se había llevado el complot por parte de la jerarquía en el Vaticano para que Alemania se apoderase de parte de Yugoslavia, implantando un siniestro y criminal régimen, el primer régimen teocrático en Europa, regido por la jerarquía católica croata.
No cabe duda de que parte del clero católico se había preparado a conciencia para el alzamiento. Su plan consistía en destruir Yugoslavia y toda posibilidad de unidad serbo-croata, creando una Croacia independiente en forma de estado fascista. Y lo habían puesto por escrito, por ejemplo, en “Hrvatski Narod” (25 de abril de 1941) donde se puede leer que jóvenes sacerdotes distribuían en Dubrovnik el programa nacionalista croata y reclamando la separación de Serbia ya en 1925. En “Nova Hrvatska” del 1 de junio de 1943 se lee que Ivan Mikan, canónigo de Ogulin, colaboraba muy de cerca con el futuro ministro Dr. Lovro Susic y que estaba preparando espiritualmente al pueblo para la proclamación de la independencia croata.
En el centro, el fraile franciscano Miroslav Filipovic-Majstorovic (Hermano Tomislav). Estuvo al frente del campo de exterminio de Jasenovac a partir de Abril de 1942. Se hizo notar por matar a niños prisioneros con sus propias manos. Fue condenado a muerte y ahorcado con el hábito que solía vestir en el campo. La orden franciscana tuvo un relevante papel en el genocidio, y, al final de la guerra, en la organización y socorro de los nazis, usando el Vaticano como lanzadera hacia América del sur.
El 11 de abril de 1941, un día después de la entrada del traidor Kvaternik y del ejército alemán en la capital croata, la emisora de radio de Zagreb instruía a la gente para dar la bienvenida al ejército alemán e indicaba que en las parroquias católicas se respondería a todas las preguntas y se darían instrucciones sobre las tareas por realizar. De este modo desde el primer día de ocupación nazi las parroquias católicas fueron utilizadas como centros de propaganda política al servicio de los invasores y de sus colaboradores ustachi. Cuando Ante Pavelic vuelve de Italia, en donde estaba refugiado, a su paso por la ciudad de Ogulin el canónigo Ivan Mikan anuncia su “programa de festejos”: “Tendremos una purga… los perros serbios serán conducidos a través del río Drina”. A los genocidas clerical-fascistas se les podrá acusar de sus crímenes, pero de nada más. Anunciaban sus planes con claridad meridiana, y se sentían orgullosos de su “claridad de ideas”.
Por ejemplo, en el boletín del arzobispo de Sarajevo, “Katolicki Tjednik” (número 35 del 31 de agosto de 1941) podemos leer un “vibrante articulo” del sacerdote Petar Pajic, en donde nos anuncia que “…hasta ahora Dios hablaba a través de encíclicas papales, numerosos sermones, catecismos, publicaciones cristianas, a través de los heroicos ejemplos de los santos, etc., y ¿cuál fue el resultado? No quisieron escuchar, estaban sordos. Ahora Dios ha decidido emplear otros métodos. Va a organizar las misiones ¡Las misiones de Europa! ¡Las misiones del mundo! Que serán defendidas no por sacerdotes sino por comandantes del ejército guiados por Hitler. Los sermones se escucharán con la ayuda de cañones, ametralladoras, tanques y bombarderos. El lenguaje de estos sermones será internacional. Nadie podrá decir que no entendió ya que todo pueblo conoce con certeza lo que son la muerte, las heridas, la enfermedad, el hambre, el miedo, la esclavitud y la pobreza”.