Se denomina guerra sicológica al engaño y la manipulación sistemática de las masas a través de los medios de comunicación. Se trata de una disciplina universitaria como cualquier otra, en cuya elaboración han participado sicólogos, sociólogos y periodistas. Surgió en Estados Unidos en los años treinta del siglo pasado impulsada por la Fundación Rockefeller como una de las modalidades de ingeniería social. Es mucho más que propaganda, publicidad o mercadotecnia; es “opinión pública”, es decir, la población considerada no como actora sino como espectadora, o sea, como “público”.
La Fundación Rockefeller financió la creación de Institutos que llamaron “de Investigación Social” en las Universidades de Princeton y Stanford, así como de la Nueva Escuela de Investigación Social con la misión de analizar las transmisiones de radio de onda corta procedentes del extranjero.
Su nacimiento cumplió dos objetivos principales. El primero fue el de preparar a la población de Estados Unidos para la entrada en la Segunda Guerra Mundial y el segundo fue el de suprimir la oposición que crecía en Latinoamérica ante las políticas imperialistas procedentes de Washington.
Los incipientes estudios partieron de autores como Harold Laswell, un profesor de ciencias políticas de la Universidad de Chicago que participó en la campaña propagandística de la Primera Guerra Mundial.
Otro profesor universitario pionero en este tipo de investigaciones fue el sicólogo Hadley Cantril, que fue compañero de habitación de Nelson Rockefeller cuando ambos estudiaban en Darmouth a finales de los años veinte.
Entonces Rockefeller era un colaborador muy próximo de Roosvelt. Supervisaba la oficina del coordinador de asuntos inter-americanos del Departamento de Estado, una sección de la inteligencia estadounidense cuya principal actividad consistía en iniciar operaciones de guerra sicológica en Latinoamérica. Una de las preocupaciones más importantes de Rockefeller era la de controlar el estado de la opinión pública en Latinoamérica, donde pretendía defender sus intereses bancarios y petrolíferos.
Rockefeller creía que la penetración en el mundo capitalista se lograba más fácilmente mediante la influencia que mediante el empleo de la fuerza. Para ello había que conocer en cada momento el estado de lo que desde entonces empezaron a llamar “opinión pública”.
Cantril se doctoró en sicología en Harvard y en 1935 escribió en colaboración con Gordon Allport, su director de tesis, un libro pionero, cuyo título lo dice todo: “Sicología de la radio”. En esta obra Cantril y Allport sostenían que la radio es “un medio de comunicación completamente nuevo, primordial como instrumento de control social, e histórico por su influencia sobre el paisaje intelectual de la humanidad”.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Cantril colaboró con los capitalistas estadounidenses suministrando las modernas técnicas de medida y control de la “opinión pública”, tales como sondeos y encuestas, típicos del empirismo anglosajón.
Esta obra influyó en John Marshall, responsable de la sección de ciencias humanas de la Fundación Rockefeller, que le encargó convencer a los medios de comunicación de la época, como CBS y NBC, para que incluyeran más contenidos educativos en su programación, hasta entonces centrada casi exclusivamente en atraer publicidad. Para lograrlo, la Fundación financió la creación de asociaciones en el seno de las grandes cadenas de difusión.
Con 67.000 dólares Rockefeller le financió a Marshall el Proyecto de Radio Princeton durante dos años dentro de la Universidad. En dicho Proyecto Cantril estudió la influencia de la radio sobre la población. En 1938 Cantril se convirtió en uno de los redactores que fundaron la revista “Public Opinion Quarterly”, también financiada por Rockefeller y estrechamente vinculada a las operaciones de guerra sicológica del imperialismo tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuando la empresa de Pinceton inició sus actividades, el director de investigación de la CBS, Frank Stanton, que también era un sicólogo cercano a Rockefeller, fue nombrado director de investigación del Proyecto de Radio Princeton, aunque desempeñó un papel secundario de director asociado por su posición dentro de CBS.
En aquella época Paul Lazersfeld, un emigrante austriaco experto en ciencias sociales, fue reclutado para sumarse al equipo de Cantril. De este modo, Cantril, Stanton y Lazersfeld se asociaron en una investigación a largo plazo sobre las técnicas de persuasión.
El experimento más conocido que llevaron a cabo fue la emisión el 30 de octubre de 1938 a través de la CBS de la adaptación que hizo Orson Welles de “La Guerra de los Mundos” de H.G.Wells para la radio. Lazersfeld pidió a Stanton que la CBS financiara la emisión y resultó un acontecimiento particularmente ilustrativo para estudiar las reacciones de los oyentes al primer acto de persuasión de masas de la historia de la humanidad. Durante los meses que siguieron a la emisión, se fueron recogiendo los testimonios de los oyentes, que luego Stanton transmitió a la CBS antes de que fueran analizados en 1940 en un estudio publicado por Cantril, titulado “La invasión de Marte, un estudio de la sicología del pánico”.
La Fundación Rockefeller destacó la falta de estudios universitarios previos sobre la manera de crear y manipular la “opinión pública”, especialmente en relación con la guerra imperialista. El informe de la Fundación de 1939 decía que “la guerra de Europa ofrece a esos países la oportunidad única de estudiar el desarrollo de la opinión pública, los cambios que le afectan en función del contexto y los motivos de dichos cambios”.
Tras confiar a Cantril la tarea de agrupar y revisar los datos de varios años de sondeos y encuestas, la dirección de la Fundación Rockefeller concluyó que el proyecto “proporcionaría los hechos esenciales en cuanto a la formación y las tendencias de la opinión pública cuando se pasa de una situación de paz a la de guerra” en función de factores tales como las relaciones familiares, los niveles de formación y el empleo profesional, así como el origen de los grupos que manifiestan interés o desinterés sobre diversos aspectos.
Ante la inminente entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Rockefeller entregó 15.000 dólares a la Universidad de Princeton para poner en marcha la Oficina de Investigación de la Opinión Pública. Uno de sus principales objetivos era el de examinar de manera sistemática el proceso de formación de la “opinión pública”, los factores que motivan los sentimientos del “público” hacia ciertos asuntos y, como decía Cantril, “seguir las fluctuaciones de la opinión pública durante la guerra que había comenzado en Europa y en la cual tengo la impresión de que pronto participará Estados Unidos”.
En 1940 la Fundación Rockefeller financió proyectos de investigación sobre manipulación de masas con 65.000 dólares, de los que 20.000 fueron entregados a la Oficina de Investigación de la Opinión Pública de Cantril. Además, con otros 25.000 dólares financiaron la Escuela Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton para investigar las emisiones de radios europeas de onda corta. Finalmente, 25.000 dólares fueron a parar a los bolsillos a Lasswell, especialista en ciencias políticas de la Universidad de Chicago, para crear un instituto en la Biblioteca del Congreso que estudiara las emisiones de radio, la prensa y otros medios de comunicación. En la Universidad de Stanford se creó una estación de vigilancia de las transmisiones de radio de onda corta para evaluar las emisiones procedentes de Asia.
Gracias a métodos de muestreo secretos, Cantril logró predecir el comportamiento de los votantes en importantes referéndums que se celebraron en Canadá y Estados Unidos. A finales de los años 40 Rockefeller ayudó a Cantril y al primer empresario de la “opinión pública”, George Gallup, a crear la “American Social Surveys”, una sociedad sin fines lucrativos que tenía por objeto analizar meticulosamente la evolución de la opinión pública en Latinoamérica.
En 1942 Cantril estableció en la Universidad de Princeton los fundamentos del Research Council, financiado por el magnate de la publicidad Gerard Lambert. El Research Council comenzó a pulsar los estados de opinión relacionados con la guerra y a tratar de anticipar lo que podría ocurrir tras ella. Utilizando a Rockefeller como intermediario, Roosvelt siguió con atención las investigaciones de Cantril para elaborar sus discursos de guerra. El Research Council comenzó entonces a poner en marcha proyectos en el norte de África por cuenta del departamento de guerra sicológica de a inteligencia militar, por la del Departamento de Estado sobre la actitud de los estadounidenses hacia los asuntos exteriores y para Oficina de Servicios Estratégicos, precursora de ls CIA, sobre el estado de la “opinión pública” en Alemania.
Tras la guerra el Research Council de Cantril continuó sus actividades en pro de los intereses del imperialismo, evaluado el estado de la “opinión pública” en Francia, en Holanda y en Italia para aplastar a los movimientos populares y sociales. Durante la mayor parte de sus existencia el Research Council estuvo financiado por la CIA a través de la Fundación Rockefeller, un mecanismo utilizado frecuentemente por Rockefeller para financiar proyectos secretos.
Cuando en 1955 ocupaba el cargo de consultor de guerra sicológica en el gobierno de Eisenhower, Rockefeller concedió a Cantril y a su socio Lloyd Free un patrocinio vitalicio de un millón de dólares, que en realidad procedían de la CIA, para que continuara suministrando informes. Con ese dinero, los universitarios crearon el Instituto Internacional de Investigación Social, del que Rockefeller era uno de sus administradores más importantes.
El interés de Rockefeller por la persuasión en Estados Unidos fue más allá de la guerra. Entre 1938 y 1944 su Fundación gastó 250.000 dólares en la producción de documentales “educativos” a través del American Film Center. A finales de los años cuarenta, los dirigentes de las Fundación intensificaron su interés por la manipulación de la “opinión pública”. Como se reconoce en el informe de 1948, “una buena comprensión de los cambios en la comunicación y en el estado general del espíritu es importante para nuestro sistema educativo, para los dirigentes de las grandes organizaciones y para quienes se interesan por el comportamiento y las opiniones políticas”.
La Fundación Rockefeller emprendió una operación de financiación sin precedentes en la investigación de la guerra sicológica. En 1954 detinaron 200.000 dólares a Carl Hovland, sicólogo de la Universidad de Yale, para financiar estudios sobre persuasión y modificación del estado de la opinión.
Sin embargo, con la guerra fría como telón de fondo, la financiación de este tipo de estudios empezó a ser asumida por el ejército, que la mayor parte de las veces reclutaba a los expertos en ciencias sociales formados bajo la férula de Rockefeller. Como dice el historiador Christopher Simpsons, la financiación gubernamental durante la posguerra supuso al menos el 75 por ciento del presupuesto de la Oficina de Investigación Social Aplicada de Lazarsfeld en la Universidad de Columbia, así como por el Instituto de Investigaciones Sociales que Cantril dirigía en Princeton.
Tradicionalmente, la clase dirigente a la que pertenecían los Rockefeller no distinguía entre estadounidenses y extranjeros. Unos y otros eran los objetivos de la propaganda y la modificación del comportamiento, lo que explica los esfuerzos emprendidos por la Fundación Rockefeller en áreas más generales, como la educación y la ciencias sociales. Cuando uno se sitúa en una perspectiva en la que las fronteras nacionales son consideradas cada vez más como obstáculos a proyectos de poder y de control político-económico, todos y cada uno están sometidos igualmente a maniobras de manipulación y de persuasión, así como a la ingeniería del consentimiento que se pone en marcha.
Sin embargo, el interés de los Rockefeller por una guerra sicológica no constituye más que un capítulo de una saga más amplia. Para dar cuenta de ello, basta contemplar las consecuencias del apoyo aportado a ciertas aproximaciones filosóficas y pedagógicas del sistema educativo estadounidense puestas en marcha desde comienzos del siglo XIX y que han ocasionado un descenso importante en la calidad de las instituciones educativas. Se puede examinar igualmente otras actividades filantrópicas de los Rockefeller, como los intentos de apaciguamiento de una población sobresaltada por la masacre de Ludlow o las famosas donaciones de monedas de diez céntimos de John D.Rockefeller, que han constituido un ejercicio profundo y meticulosamente orquestado de gestión de la impresión.
John F. Tracy http://www.globalresearch.ca/early-psychological-warfare-research-and-the-rockefeller-foundation/30594
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