Irán ha iniciado una nueva operación contra infraestructuras militares e energéticas israelíes. El ataque ha utilizado los últimos misiles hipersónicos Fattah-1, que tuvieron un impacto dramático en Tel Aviv y el norte de Israel.
Entre los objetivos estaba la refinería de Haifa, en el norte del país, que proporciona más del 60 por cien del combustible al ejército israelí, desde gasolina y diesel hasta queroseno de la fuerza aérea. La aviación israelí se enfrentará pronto a la escasez.
El ataque es un golpe estratégico a la infraestructura económica y militar de Israel, que guarda silencio y ha impuesto una censura estricta sobre las imágenes de la devastación.
El centro de investigación israelí Weizmann también fue dañado por un misil balístico iraní durante los ataques contra el centro del país, dice el New York Times. El edificio se encuentra en Rehovot, al sur de Tel Aviv, y produjo un incendio en uno de los edificios del laboratorio.
Por su parte, Israel ha golpeado el campo de gas natural más grande de Irán, el South Pars, que es el más grande del mundo. El campo está cerrado y el campo petrolero Shahran está en llamas. Varias refinerías de petróleo iraníes han sido incendiadas.
Los israelíes quieren acabar con las exportaciones de crudo y gas natural de Irán, la mayoría de las cuales están destinadas a China. Además, los bombardeos provocarán escasez de gasolina y diésel en Irán, así como un aumento de los precios del petróleo y el gas natural cuando los mercados se abran mañana.
Unas muestras evidentes de impotencia
La primera ronda de ataques israelíes ha causado muchos menos daños de lo esperado. En la planta de Tabriz sólo uno o dos pequeños edificios fueron dañados y en Natanz, una instalación gigantesca, unos pocos transformadores de potencia y una subestación.
Las afirmaciones sobre la superioridad israelí en el aire ha demostrado ser un mito y la mayoría de las imágenes de los ataques israelíes contra instalaciones terrestres iraníes han sido señuelos.
La mejor prueba de la falsificación de los ataques israelíes es que, dentro de dos o tres meses, Netanyahu protestará porque Irán ha vuelto a alcanzar el 90 por cien de enriquecimiento de uranio.
La única operación exitosa ha sido el asesinato de los dirigentes militares iraníes, así como de científicos nucleares clave.
Arrastrar a Estados Unidos a la guerra
Israel es incapaz de destruir la centrales nucleares de Irán y por eso está pidiendo ayuda a Estados Unidos. No tiene grandes bombas capaces de penetrar en los búnkeres, ni tampoco bombarderos estratégicos para infligir daños reales a las principales instalaciones subterráneas de Irán.
Este fin de semana se han convocado reuniones urgentes en el Pentágono para debatir la petición de Israel de que Estados Unidos vaya a la guerra contra Irán. Los países occidentales esperan la respuesta de Trump que, como expusimos ayer, será negativa… salvo que la guerra ponga a Israel al borde del desastre.
El programa nuclear iraní es un pretexto. Desde el principio el plan israelí ha consistido en incitar al gobierno de Teherán a desatar una respuesta descabellada que obligara a Estados Unidos a sumarse a la guerra. El objetivo es acabar con Irán, lo mismo que acabaron con Irak, Libia o Siria y la promoción de levantamientos civiles en todo el país, como los de 2022, financiados y armados por la CIA y el Mosad para asesinar a los actuales dirigentes iraníes.
El MEK y otros representantes ya han sido entrenados y preparados y están listos para su despliegue. Comenzarán con ataques con coches bomba y ataques terroristas que asesinen a civiles a gran escala. El Califato Islámico reaparecerá y hará su trabajo habitual para sus amos de la CIA y el Mosad.
Es el modelo sirio: el país será balcanizado, las divisiones étnicas serán avivadas por actores extranjeros. La CIA, el Mosad y los títeres del Golfo financiarán la destrucción y luego la posterior reconstrucción.
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