Hasta el momento, el movimiento obrero iniciado en Matamoros ha logrado incrementos salariales del 20 por ciento y un bono (anual) por 32.000 pesos con 22 de las 47 maquiladoras emplazadas a huelga; en 19 casos, la Junta de Conciliación y Arbitraje declaró inexistente el paro, mientras revisa otros tres expedientes; y cuatro más se discuten en la instancia federal.
Eso me hace suponer que la conquista obrera tiende a democratizar al sindicalismo fronterizo, pues según está visto sus dirigentes esquiroles han sido rebasados por sus propios representados en la revisión de contratos.
Por tanto, igual es previsible que la lucha obrera prenda la mecha para exterminar el “charrismo” en otras localidades fronterizas del estado (Nuevo Laredo, Reynosa, Río Bravo y Miguel Alemán) donde, por cierto, también la industria manufacturera se rehúsa a cubrir los aumentos requeridos, bajo el pretexto de que la disposición presidencial de duplicar el sueldo mínimo, no aplica cuando ese jornal es rebasado.
Hasta donde sé, las maquiladoras asentadas en Matamoros invirtieron inicialmente 60.000 millones de dólares, en conjunto, gozando de beneficios gubernamentales, como la exención de impuestos (en los primeros años de su actividad), servicios públicos de calidad y la “garantía” de contratar mano de obra buena y barata.
¡Ah!, pero sus dividendos son mayúsculos, considerando que también, en conjunto, cada minuto, los obreros producen alrededor de 500.000 pesos que, multiplicados por hora, día, semana y mes, arrojan cifras insultantes al conglomerado que apenas percibe jornales para mal alimentarse.
Dicen los representantes de las maquiladoras que, en tan sólo 20 días de paro y manifestaciones –antes de llegar a la huelga–, las pérdidas en el sector ascendieron a ¡más de 40.000 millones de dólares!, por lo que no hay dinero para cubrir las demandas obreras.
La Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) pide comprensión y entendimiento a los patronos, aduciendo que la demanda es desmedida, “porque los maquiladores no tienen dinero para cubrirla”.
¿Usted lo cree?
Yo tampoco.
Es aquí entonces cuando surge la necesidad de que los maquiladores hagan públicos sus libros de contabilidad, para que, en base a sus estados financieros, no “maquillados”, los alzados determinen si continúan la huelga (en donde no se ha levantado) o desisten en sus demandas.
Esta lucha obrera, iniciada en Matamoros, es histórica, tomando en cuenta que en Tamaulipas hay 48 parques industriales –Nuevo León, Querétaro y la Ciudad de México, son otros puntos importantes, aun cuando son ajenos al conflicto–, de los que cinco son públicos y 43 privados.
Pero hasta hoy, sólo en algunos los jornaleros han actuado para hacer efectivo su reclamo de mejoras salariales –con, sin y a pesar de la posición de sus dirigentes “charros”–, con pleno derecho constitucional, como ya en su oportunidad lo dijo la Secretaria (federal) del Trabajo y Previsión Social (STyPS), Luisa María Alcalde Luján, quien viniera a Tamaulipas hace días, a mediar en el conflicto.
Cierto es que este movimiento obrero irrita a los empresarios, quienes, por desconfianza hacia las autoridades locales (de la Junta de Conciliación y Arbitraje) han recomendado trasladar estas controversias a las instancias federales.
Antes que Luisa, se instaló allá en Matamoros el subsecretario Alfredo Domínguez Marrufo, solicitando una prórroga al paro anunciado, pero falló, como consta en los anales. Por ello, también sugirió a los empresarios que se inconformaran para buscar solución en la Ciudad de México.
Hasta hoy el trance está casi solucionado, pero deja en cierto que:
1) Hay cerca de 45.000 obreros, allá en Matamoros, que ya no se dejan mangonear por sus dirigentes
2) Existe la amenaza de que se imite la asonada en otros lugares de la geografía tamaulipeca, aunque igual podría reproducirse en toda la frontera norte del país; y
3) No asoma autoridad alguna (municipal, estatal ni federal), capaz de resolver el problema
Los maquiladores por su parte, arguyen que la disposición presidencial no los obliga al aumento salarial, más allá del índice inflacionario, mientras, en el caso del mínimo, garanticen el decretado. Es decir, doblarlo, para que cada obrero perciba más/menos diariamente 179 pesos por jornal.
En su inmensa mayoría ningún trabajador actualmente gana menos en las maquiladoras.
Y esto, precisamente, generó el conflicto, por la ambigüedad del plan.
Lamentablemente algunos inversionistas han retirado sus capitales por el gasto que les representarían los aumentos.
Con todo y ser, durante décadas, los saqueadores de divisas.
Así que no hay que irse con la finta…
En Matamoros, Juan Villafuerte Morales ya perdió el control del Sindicato de Jornaleros y Obreros Industriales de la Industria Maquiladora (Sjoiim) –incorporado a la Confederación de Trabajadores de México (CTM)–, como se advierte al ser rebasado por sus agremiados huelguistas.
Eso mismo me lleva a suponer que ya nada tiene que hacer, fuera de renunciar al cargo, como igual deben hacerlo sus homólogos cetemistas y de otros membretes.
Y más cuando han sido cómplices de la usura que arrastra a miles de obreros a transitar en la miseria cuando ellos (y sus séquitos) han recibido millonarios cañonazos económicos para beneficio propio, aparte de jinetear y malgastar las cuotas que puntualmente cobran.
El mote de “líderes charros” se otorga a los dirigentes sindicales que de una u otra forma suelen sucumbir al “embrujo del poder” –oficial o privado–, y abandonan las justas causas de sus representados a cambio de “platos de lentejas” (o como Judas, 30 monedas), que les arrojan las autoridades en turno y/o sus patrones para traicionar a los trabajadores.
Los investigadores que más han escudriñado al respecto -tanto como los especialistas en política laboral- coinciden en que ese mote surgió allá por el año 1948 –¡hace siete décadas!–, durante la presidencia de Miguel Alemán Valdés, cuando los trabajadores ferrocarrileros azuzados por sus dirigentes Luis Gómez Zepeda y Valentín Campa Salazar, hartos del maltrato patronal, aspiraron formar una organización independiente a la CTM –ésta ya para ese entonces corrompida por el Gobierno federal–, pero fueron traicionados por Jesús Díaz de León.
Él tenía como afición la charrería y hasta tuvo el desplante de acudir a reuniones sindicales ataviado con el traje representativo nacional, por lo que desde entonces a los dirigentes sindicales esquiroles se les ha dado en llamar “líderes charros”.
http://www.hoytamaulipas.net/notas/370415/Obreros-ganan     .html
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