El mito del desembarco de Normandía

Los soldados supervivientes de Omaha Beach siempre supieron que debían sus vidas a los combatientes soviéticos que murieron en el frente oriental para impedir que Hitler trasladara sus divisiones a Normandía.

Ahora la propaganda de la OTAN afirma que fueron los estadounidenses quienes ganaron la Segunda Guerra Mundial. Entre “El día más largo” y “Salvar al soldado Ryan”, la narrativa cinematográfica hecha en Estados Unidos se ha consolidado en la subcultura europea, ignorando todo lo demás.

Para los rusos, que no han olvidado los 15 millones de muertos en el conflicto (26 millones para toda la Rusia soviética), el “olvido” es peor que una afrenta: es una ignominia que la negativa a invitar a Putin a Normandía mientras despliega la alfombra roja para Zelensky, la corona como una cereza amarga sobre un pastel podrido.

Cuando, para adornar la corona, invitamos a los alemanes a la fiesta de los vencedores como si fueran víctimas inocentes, excluyendo a aquellos a quienes se debe la victoria, cuestionamos seriamente la sinceridad y la honestidad del enfoque, incluso aunque pensemos que los alemanes de hoy no son culpables de los crímines de sus antepasados.

Nunca nos cansaremos de repetir que si los ucranianos y las otras repúblicas ahora independientes que entonces formaban la URSS también derramaran su sangre para liberar a Europa del fascismo, incluido el abuelo de Zelensky, héroe del Ejército Rojo que hoy debe estar revolviéndose en su tumba, muchos de ellos colaboraron ampliamente con el invasor nazi.

De los 300 asesinos del campo de exterminio de Treblinka, treinta eran alemanes y todos los demás lituanos y ucranianos. Los banderistas, actuales aliados de Zelensky, participaron activamente en las matanzas en Ucrania.

Cuando la presidenta estonia muestra con orgullo su monumento a las víctimas del comunismo mientras borra los monumentos contra el nazismo y niega la existencia de colaboradores locales que participaron en las masacres de algunos de sus conciudadanos, no hace más que reescribir la historia de una manera vergonzosa.

El revisionismo histórico está vigente en todas partes. Cuando los libros de texto ucranianos resumen la Segunda Guerra Mundial como una lucha de los banderistas contra dos malvados dictadores extranjeros, Hitler y Stalin, que querían ocupar su territorio, debemos hacernos varios preguntas.

Cuando un sistema político quiere cambiar la historia para fundamentarse sobre falsedades, está cavando su propia tumba. Cuando son varios, es porque asisitimos al final de una época en vivo y en directo.

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