El candidato presidencial de la oposición de Venezuela, Edmundo González Urrutia, objeto de orden de detención desde el 3 de septiembre, llevaba un mes viviendo escondido. Ayer por la mañana volaba hacia España en un avión fletado por el Ejército del Aire español.
El terrorista venezolano estaba sujeto a una orden de detención por no presentarse a tres citaciones de la fiscalía por desacato, usurpación de funciones y sabotaje.
González Urrutia, de 75 años, había aceptado sustituir como candidato a la cabecilla de la oposición María Corina Machado, declarada inelegible. El sábado el gobierno venezolano anunciaron que había emitido un salvoconducto al terrorista “en interés de la paz” en el país.
El Ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, dijo “naturalmente” el gobierno de coalición le concederá asilo político. Los más reformistas protegen a los más reaccionarios.
Venezuela se ha visto sometida a una campaña de desestabilización desde las elecciones presidenciales del 28 de julio, en las que Maduro renovó oficialmente para un tercer mandato de seis años. Su victoria fue validada por el Tribunal Supremo el 22 de agosto y proclamado vencedor con el 52 por cien de los votos por el Consejo Nacional Electoral.
Tras ganar las elecciones, Estados Unidos promovió manifestaciones y protestas que dejaron 27 muertos y 192 heridos, mientras que unas 2.400 personas fueron detenidas.
Venezuela rompió relaciones diplomáticas con siete países latinoamericanos, que no reconocieron la validez de las elecciones.
El terrorista que se presentó a las elecciones venezolanas
En los años ochenta del siglo pasado la guerra civil alentada por Estados Unidos en El Salvador se prolongó durante 12 años, con una masacre de 75.000 personas. Terminó el 16 de enero de 1992, cuando el gobierno y la guerrilla firmaron los acuerdos de paz.
La guerra civil en El Salvador formó parte del Plan Cóndor, un proyecto contrainsurgente impulsado por Reagan para impedir el avance de las fuerzas progresistas en América Latina.
En aquella época el terrorista venezolano González Urrutia era el segundo al mando de la embajada de Venezuela en El Salvador. Su cabeza visible era Leopoldo Castillo, un peón de la CIA.
Los documentos desclasificados de la CIA mencionan a Castillo como director de la Operación Centauro para apoyar a los escuadrones de la muerte y al ejército salvadoreño, que estaban involucrados en la guerra sucia contra los insurgentes salvadoreños.
Si en una guerra hay que atacar a un adversario armado, en la parte sucia hay que atacar sus apoyos, e incluso a los neutrales y a los indiferentes. Durante los años que la embajada de Venezuela en El Salvador estuvo a cargo de Castillo y González. El ejército salvadoreño y los escuadrones de la muerte dejaron un saldo de 13.194 civiles asesinados.
Las comunidades religiosas partidarias de la teología de la liberación y de la paz fueron uno de los objetivos de la Operación Centauro. Había que matar curas y monjas católicos. Por eso al embajador Leopoldo Castillo, le llamaban “Matacuras”. Los asesinatos llegaron a hacerse muy conocidos, como el de monseñor Óscar Arnulfo Romero, las cuatro monjas de Maryknoll y los sacerdotes Rafael Palacios, Alirio Macías, Francisco Cosme, Jesús Cáceres y Manuel Reyes y varios jesuitas.
Aunque ya no ejercía de embajador, Castillo seguía siendo asesor de los servicios de inteligencia (“pentagonito”), cuando los seis jesuitas y los dos trabajadores fueron asesinados el 16 de noviembre de 1989.
Los crímenes apoyados por Leopoldo Castillo y su brazo derecho Edmundo González son considerados “crímenes de lesa humanidad” y, por lo tanto, no están sujetos a prescripción. Los que les refugian y protegen son tan criminales como ellos.
Llegará un día en que tendrán que rendir cuentas por su participación en los numerosos asesinatos de militantes políticos y religiosos.