El gobierno alemán se replantea la vacunación obligatoria ante el fracaso de la voluntaria

En Alemania se está frenando el ritmo de vacunaciones, mientras aumenta la oposición popular conta las vacunas, en genral, y con su obligatoriedad, en particular. El 30 por ciento de la población se niega en rotundo a vacunarse. En mayo la cifra era de sólo un 23 por ciento, por lo que la oposición ha sumado siete puntos más. A este paso será difícil que el gobierno alcancec esa tontería a la que llaman “inmunidad de rebaño”.

A medida que la vacunación fracasa, aumenta la tentación de forzar la máquína al más puro estilo hitleriano, es decir, presionando a los indecisos y haciéndoles la vida imposible, cerrándoles el acceso al ocio o sometiéndoles a tests continuos.

Lo llaman “vacunación obligatoria encubierta”, aunque la presión discreta puede desatar nuevas y más violentas protestas en la calle, como las del pasado fin de semana en Berlín, que dejó un saldo de más de 600 detenidos y un fallecido.

La estupidez de la “ultraderecha” ya no cuela. En la manifestación de Berlín se vio a una joven que portaba una pancarta inequívoca: “¡No al apartheid de la vacunación! ¡Fascismo nunca más!”.

Cerca de un 53 por ciento de la población alemana ya ha recibido sus dos dosis de vacunas, pero el gobierno busca el 70 por ciento con la pauta completa para el 21 de septiembre.

Entre los no vacunados crece el número de personas recalcitrantes que dicen que “no se vacunarán en ningún caso” y empiezan a oirse voces favorables a la obligatoriedad entre los políticos de todos los pelajes, los periodistas y los “expertos” de pacotilla.

Como en otros países, los trabajadores sanitarios son el eslabón débil de la cadena y los primeros candidatos para abrir la brecha. Detrás irán los maestros y profesores. Los
sindicatos piden evitar la obligación y que, primero, se haga una oferta de vacunación a todos los trabajadores del sector sanitario.

Las recompensas y la “motivación positiva” también han fracasado. El vicecanciller y ministro de Hacienda, el socialdemócrata Olaf Scholz, participó en una iniciativa en la que a cada vacunado se le ofrecía un trozo de pan y una salchicha.

Es la política del palo y la zanahoria, un método de domesticación de toda la vida.

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