El problema de las estadísticas es que se suelen falsear y, además, se manipulan haciendo unas comparaciones y dejando de hacer otras. Con una selección cuidadosa de los números, es posible “demostrar” cualquier cosa. No hay más que oír a los “expertos” en la televisión hablando de “incidencia acumulada”, que es el abracadabra de la “cuarta ola” de la pandemia.
Las cifras demográficas de Reino Unido son otro ejemplo de que el dato más fiable al que se puede recurrir para analizar una pandemia es el exceso de mortalidad, que el año pasado fue de 70.000 fallecidos más que el anterior, con un total de unos 600.000.
Por lo tanto, hubo menos exceso de mortalidad que en España y la cifra se reduce aún más si tenemos en cuenta que la población británica es casi un 50 por ciento mayor que la española.
Pero podemos hacer otro tipo de comparaciones. Por ejemplo, el año pasado el porcentaje de muertos en proporción a la población fue de 1.016 por cada cien mil habitantes, también superior al del año anterior, cuando sólo llegó a 893.
Pero a lo largo de toda la década de los noventa y hasta 2004, las tasas de mortalidad británicas fueron superiores a las del año pasado.
A ojo de buen cubero, que son siempre las mejores estadísticas, se pude concluir que, en tres décadas, en Reino Unido la mitad del tiempo la tasa de mortalidad estuvo por encima de la del año pasado y en la otra mitad por debajo.
¿Está la botella medio llena o medio vacía? El lector puede elegir el tramo histórico que más le guste para porfiar con sus contertulios.
En cualquier caso, nadie se preocupó nunca de las razones por las que entre 1990 y 2004 murieron todas esas personas, año tras año, y desde luego nadie habló de pandemia ni de epidemia.
En aquel periodo el gobierno de Londres tampoco impuso ningún tipo de medida restrictiva apelando a razones sanitarias: ni toque de queda, ni mascarillas, ni distancia social, ni hidrogel, ni vacunas…
En los noventa este tipo de informaciones no eran noticia. Salvo los afectados, nadie se preocupó nunca de los muertos, ni de los ancianos, ni de los enfermos, ni de las camas UCI…
Ahora la pandemia lo invade todo y cualquier información se reconduce a ella, como los creyentes ponen a dios en el centro del universo.