La entrega de los tanques Leopard a Ucrania es más política que militar. No se trata sólo de someter a Alemania, una vez más, sino de forzar a Ucrania a que pase a la ofensiva.
En un discurso ante el Parlamento británico, el Secretario de Defensa, Ben Wallace, ha asegurado que la entrega de los nuevos tanques “significa que pueden pasar de resistir a expulsar a las fuerzas rusas del suelo ucraniano”.
Es imposible. Pero aún en el caso de que el ejército ucraniano pudiera pasar al ataque en algún sector del frente, tendría que sacrificar las reservas que pudiera reunir. Los ataques resultarían infructuosos contra un oponente ruso que es muy diferente del que Ucrania tuvo que afrontar en septiembre y octubre del año pasado.
Entonces, un ejército ucraniano reforzado por decenas de miles de millones de dólares en equipamiento, adiestramiento y apoyo operativo de la OTAN, fue capaz de aprovecharse de unas fuerzas rusas escasas, incapaces de sostener los territorios que había logrado en Jarkov y Jerson y con muchas porosidades en varios sectores de la línea de contacto.
En la actualidad, la situación del ejército ruso en Ucrania dista mucho de lo que era en otoño del año pasado. Tras la movilización de 300.000 reservistas en septiembre, Rusia ha consolidado la línea del frente, asumiendo posiciones más densas y, por lo tanto, más defendibles. También ha reforzado sus fuerzas con unos 80.000 soldados, lo que le ha permitido mantener operaciones ofensivas frente a Donetsk.
Rusia ha establecido posiciones diseñadas para derrotar un ataque concertado de la OTAN y con suficiente apoyo de artillería.
El propio general Zaluzhnyi ha reconocido que Ucrania no dispone de fuerzas suficientes para una ofensiva. Incluso si fuera capaz de concentrar en un mismo lugar y al mismo tiempo a las tres brigadas de hombres y material que se están preparando tras la reunión de Ramstein, los aproximadamente 20.000 efectivos no serían capaces de romper las posiciones defensivas rusas en ningún lugar del frente.
En los frentes de Ucrania no ha habido batallas de tanques, como en Kursk, durante la Segunda Guerra Mundial. El curso de la guerra no depende de los Leopard, Abrams o Challenger, ni de la cantidad ni de la calidad de los que envíen.
En el Tiergarten de Berlín hay un monumento a los soldados soviéticos caídos en la desnazificación de Alemania. Son dos tanques soviéticos T-34 de la Segunda Guerra Mundial.
Un diputado alemán del partido reaccionario AfD (Alternativa para Alemania), Petr Bystron, lo ha recordado en el Bundestag. “Históricamente a los tanques alemanes no les ha ido bien contra los tanques rusos en suelo ucraniano”, les dijo a sus colegas. “Sus abuelos intentaron hacer lo mismo, junto con [los nazis ucranianos] Melnik, Bandera y sus partidarios”.
“El resultado fue un inmenso sufrimiento, millones de bajas en ambos bandos y, finalmente, los tanques rusos vinieron aquí, a Berlín. Dos de esos tanques permanecen expuestos permanentemente en las cercanías, y hay que tenerlo presente cuando se pasa junto a ellos cada mañana”, dijo Bystron.
Hasta los fascistas lo saben: hay muchos monumentos a los tanques soviéticos de la Segunda Guerra Mundial, pero no hay ninguno a los tanques alemanes.