“El comunismo es la posición como negación de la negación”, escribió Marx hace 180 años, en una de sus primeras obras (1). La primera posición de los comunistas es la de negar y la segunda es la de volver a negar.
La dialéctica, escribió Lenin, contiene la negación como “su elemento más importante” (2) y conforma una “actitud” diferente: cuando la clase dominante busca la aceptación del dominado, se encuentra con el rechazo del comunista, que no sólo tiene un aspecto intelectual, sino también práctico.
La aceptación es un acto de sumisión; la negación es el principio de la rebeldía. Conduce a la acción y a la práctica.
Las clases dominantes siempre han educado para la obediencia, mientras que la educación comunista se basa en la desobediencia. Asentir, decir que “sí”, es una postura simple, mientras que la negativa es mucho más compleja. Tiene unas consecuencias que son igualmente negativas (para quien niega).
La naturaleza gregaria de los seres humanos conduce inmediatamente al conformismo, mientras que la negación exige un tiempo de maduración. La aceptación es un acto pasivo que no requiere de un esfuerzo especial porque viene ya establecido por terceros. El alumno se limita a reproducir y repetir lo que aprende de su profesor. El buen cuidadano cumple con las normas que le vienen impuestas.
La negación, por el contrario, es un acto complejo. Sin duda, incluye la duda, el interrogante, pero va mucho más allá de lo que la dialéctica materialista califica como “negación pura y simple”, que conduce al vacío, al nihilismo. Sólo es un momento o una etapa en el desarrollo del conocimiento científico que debe llevar a la práctica, a tomar una “posición” o una “postura”.
Engels puso un ejemplo bien sencillo: en la aritmética un número negativo se convierte en positivo multiplicándolo por otro número negativo: -1. La negación se convierte así en algo “positivo” y “definido”, decía Lenin (3).
Lo que conduce a la práctica, pues, es una doble negación. La “hora final” de la propiedad privada llega cuando “los expropiadores son expropiados” (4). Para construir primero hay que destruir, pero no tiene sentido destruir si no es para construir algo diferente en su lugar.
Es algo que aparece en numerosos debates, donde siempre hay quien se opone y critica, pero no es capaz de plantear una propuesta distinta. Ha recorrido la primera etapa, pero le falta la segunda. Sin ella la negación no se puede transformar en “positivo” y, en definitiva, en una “posición”.
Numerosos movimientos populares se definen de una manera negativa, por el rechazo de lo que no son o no quieren. Por ejemplo, se definen como “anticapitalistas” o “antimperialistas”. Es una etapa positiva y también necesaria, pero insuficiente para llevar a cabo una actividad práctica que acabe con las lacras del capitalismo y el imperialismo.
Las organizaciones revolucionarias, además de disponer de un manifiesto, donde diagnostican las penosas consecuencias de la explotación, elaboran un programa con las medidas prácticas capaces de solucionarlas, así como las vías que se deben tomar para llegar a ellas. De esa manera se llena el continuo que va de la mera crítica del capitalismo a la alternativa socialista, pasando por los estadios intermedios del proceso.
Ningún proceso de cambio social ha sido posible en la historia sin la negación, que es el primer paso y el imprescindible. Si aceptamos que las cosas están bien, no hay por qué cambiarlas. Si no tenemos dudas, nunca haremos preguntas y no podremos avanzar en ningún sentido.
Son muchas las personas que no avanzan porque se reconfortan a sí mismas escuchando siempre el mismo discurso, como los beatos rezando el rosario de manera rutinaria y monótona. Hay quien sólo lee aquello que reproduce una opinión que ya tiene preconcebida. Quiere más de lo mismo porque sólo la repetición y la uniformidad apaciguan su inseguridad.
Por el contrario, la actitud dialéctica, decía Sócrates, es la de quienes indagan, preguntan y buscan. No les basta con una cara de la moneda. Para aprender materialismo estudian el idealismo y para entender el ateísmo leen la Biblia. Una clase social sólo se define por oposición a su contraria. El probletariado nunca podrá triunfar sobre la burguesía si no conoce al detalle su historia, sus características, su pensamiento y sus peculiares formas de organización social y política de su adversario.
La sociología estadounidense ha acuñado un repertorio de expresiones para describir este fenómeno. Las personas que no necesitan expresarse porque otros lo hacen por ellos forman la “mayoría silenciosa”. Son receptores pasivos. No tienen una opinión propia, ni la necesitan porque son conformistas. Su criterio aparece reflejado en los medios de comunicación, las universidades y demás dispositivos ideológicos establecidos.
Los demás son los “activistas”. Acuden a las reuniones. Participan, escuchan, hablan y preguntan. Han dado el primer paso en un recorrido que, además de colectivo, es también personal y subjetivo. Esa evolución nunca se detendrá si siguen participando, preguntando, criticando y aportando.
(1) Marx, Manuscritos, economía y filosofía, Madrid, 1968, pgs.156 y 164
(2) Lenin, Cuadernos filosóficos, Obras Completas, tomo 29, pgs.204-205
(3) Lenin, idem, pg.86
(4) Marx, El Capital, tomo I, pg.649
Nota:
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(En 14 años que tiene el blog es la primera vez que ocurre)
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LA DIALECTICA, EL LENGUAJE DE NÉMESIS,
LA DIOSA DE LA JUSTICIA RETRIBUTIVA
«Pensar es, de hecho, y esencialmente,
la negación de lo que está
inmediatamente ante nosotros».
Hegel
¿Qué se quiere decir con «negación», la categoría central de la dialéctica? Incluso los conceptos más abstractos y metafísicos de Hegel están saturados de experiencia: la experiencia de un mundo en el que lo irracional se vuelve razonable. Este mundo se contradice. El sentido común y la ciencia se purgan de esta contradicción; pero el pensamiento filosófico comienza con el reconocimiento de que los hechos no corresponden con los conceptos impuestos por el sentido común y la razón científica ni con el rechazo a aceptarlos.
En la medida en que estos conceptos ignoran las contradicciones fatales que componen la realidad, se abstraen del proceso mismo de la realidad. La negación que les aplica la dialéctica no es sólo una crítica a una lógica conformista, que niega la realidad de las contradicciones, es también una crítica del estado de cosas dado en los propios fundamentos del sistema social establecido que niega sus propias promesas y potencialidades. Hoy, este modo de pensamiento dialéctico es ajeno a todo el universo establecido de discurso y acción; parece pertenecer al pasado y ser refutado por los logros de la civilización tecnológica.
La realidad establecida parece lo suficientemente prometedora y productiva como para repeler o absorber todas las alternativas. Así, la aceptación -e incluso la afirmación- de esta realidad parece ser el único principio metodológico razonable. Además, no excluye ni la crítica ni el cambio; por el contrario, la insistencia en el carácter dinámico del statu quo, en sus constantes «revoluciones», es uno de los pilares más fuertes de esta actitud. Sin embargo, esta dinámica parece operar sin cesar dentro del mismo marco de vida: racionalizando más que aboliendo la dominación del hombre, tanto por el hombre como por los productos de su trabajo. El progreso se vuelve cuantitativo y tiende a retrasar indefinidamente el cambio de cantidad a calidad, es decir, el surgimiento de nuevos modos de existencia con nuevas formas de razón y libertad.
El poder del pensamiento negativo es el poder impulsor de la dialéctica utilizado como herramienta para analizar el mundo de los hechos en términos de su inadecuación interna. Elijo esta formulación vaga y poco científica para agudizar el contraste entre el pensamiento dialéctico y no dialéctico. «Inadecuación» implica un juicio de valor. El pensamiento dialéctico invalida la oposición a priori de valor y hecho al comprender todos los hechos como etapas de un sólo proceso, un proceso en el que sujeto y objeto están tan unidos que la verdad sólo puede determinarse dentro de la totalidad sujeto-objeto. Todos los hechos encarnan tanto al conocedor como al hacedor y traducen continuamente el pasado al presente.
El pensamiento dialéctico empieza con la experiencia de que el mundo es «unfree», es decir, que el hombre y la naturaleza existen en condiciones de alienación, que existen «as other than they are», diferentes de lo que son. Cualquier modo de pensamiento que excluya esta contradicción de su lógica es «a faulty logic». El pensamiento se corresponde con la realidad sólo si transforma la realidad entendiendo y aprehendiendo su contradictora estructura.
Aqui el principio dialéctico nos conduce afuera de los límites de la hermenéutica de la filosofía porque comprender la realidad significa entender lo que realmente son las cosas, y esto a la vez significa rechazar su aparente factualidad
Mientras que el método científico conduce a la inmediata experiencia de las cosas, el pensamiento filosófico lleva la inmediata experiencia de la existencia a su histórica estructura: el principo de libertad. Freedom es la más intrínseca dinámica de la existencia, y cada proceso de la existencia en un «unfree world» es la contínua negacion de lo que amenaza con negar la libertad. Así la libertad es esencialmente negativa porque la existencia es a la vez alienación y el proceso por el que el sujeto llega a sí mismo a comprender y dominar la alienación. Para la historia de la humanidad, esto significa la consecución de un «estado del mundo» en el que el individuo persiste en inseparable armonía con el todo y en el que las condiciones y relaciones de su mundo «no posee una objetividad esencial independiente del individuo».
El pensamiento dialéctico se vuelve así negativo en sí mismo. Su función es «to break down the self-assurance and -self-contentmenr of common
sense, to undermine the sinister confidence in the powerand language of facts, to demonstrate that unfreedom is much at the core of things that the development of their internal contradictions leads necessarily to qualitative change: the explosion and catastrophe of the established state of affairs»
En última instancia, el análisis dialéctico tiende a convertirse en análisis histórico, en el que la naturaleza misma aparece como parte y etapa de su propia historia y en la historia del hombre, El progreso de la cognición del sentido común al conocimiento llega a un mundo que es negativo en su misma estructura porque lo real se opone y niega las
potencialidades inherentes a los mismos que luchan para la realización de las mismas. La razón es la negación de lo negativo
«Extrapolaciones del único Prefacio de Herbert Marcuse,
‘A Note on Dialectic’, Marzo 1960, a su libro,
«Reason and Revolution»)
http://freudians.org/wp-content/uploads/2014/09/Marcuse-Note-on-dialectic.pdf
–Todos los conceptos filosóficos de la teoría de Marx son categorías sociales y económicas, mientras que en Hegel, las categorías sociales y económicas son conceptos filosóficos. El primero usa la realidad para fabricar su mente, en el segundo es la mente la que estructura la realidad. Pero Hegel abre el camino iniciador de surcos con anticipación cronológica y lleva a Marx a un punto básico dónde empieza la disconvergencia:
En el sistema hegeliano de categorías éstas terminan en el orden existente, mientras que en Marx todas las categorías se refieren a la negación de éste orden. La teoría de Marx es una crítica en el sentido de que todos sus conceptos repudian la totalidad del orden existente, aúnque consideraba la filosofía de Hegel la más avazanda y coherente profundización de los principios burgueses. Atinada apreciación, pues la espiral del cogito hegeliano alcanza la máxima profundidad permitida por los limites cognoscitivos de clase que en Hegel, en su dialéctica, quedan reflejados. Hegel estipula que el trabajo determina el desarrollo de la conciencia: la lucha a vida o muerte entre el amo y el esclavo abre el camino a la conciencia, a la libertad. Esta demostración del crucial papel del trabajo y del proceso de reificación (implícito) y su abolición, declara Marx, es el mayor logro de la Fenomenología del Espíritu de Hegel.
Entre 1844-1846, Marx se dedica a penetrar la analítica de que el trabajo en la sociedad moderna es el que construye la alienacion toal del hombre
«La división social del trabajo -declara Marx- es llevada a cabo con absoluto desprecio o consideración respecto a los diferentes talentos individuales o a los intereses de totalidad, y se centra, solamente, según las leyes capitalistas que generan y producen las mercancias, a producir y vender. -Sin mas consideraciones humanisticas- Y nos explica que lo que ha hecho -en su análisis- es simplemente empezar con un «hecho», con un «hecho económico» reconocido incluso por los economistas burgueses.
Como corolario de la alienación total del hombre que produce el trabajo asalariado, Marx infiere que, en tanto la sociedad moderna sigue su curso evolutivo, el trabajador se empobrece más cuándo más riquezas produce. En ésta ramplante contradición ubica la génesis de la alienación- Y dispara: «El obrero se convierte en una mercancía cada vez mas barata cuánto más mercancías produce. Mano a mano con la explotación, cuánto más se valoriza el mundo de las cosas más se desvaloriza el mundo del trabajador. Esto derriba de un plumazo el creer que cuánto más riquezas crea la clase trabajadora «mejor va a vivir». El presente axiomatiza la aserción. Es decir: cuánto más produce el obrero más se incrementa el poder del capital –sobre él mismo– y mas decrecen los medios del obrero para apropiarse –comprar– lo que produce. Cuanto mas produce el trabajador mas alimenta al mismo monstruo que enfrenta.
Mejor será, como dice Hegel,
que neguemos lo que está
inmediatemente ante nosotros:
ese mismo monstruo que enfrentamos
POSTED BY AD HUMANITATEM