El Califato Islámico pone al descubierto su nueva estrategia internacional

Los atentados de París han servido para que el Califato Islámico publique un número extraordinario de Daviq, su órgano de expresión en inglés, que lleva un título tan contradictorio y ambiguo como “El terror justo”.

Para un cristiano Daviq se podría traducir como el “juicio final”, el lugar donde se va a entablar la madre de todas las batallas, el Armagedón o el Apocalipsis. También para los islamistas, el mundo está llegando a su fin.

El sumario va precedido de una significativa cita de Abu Mussab Al-Zarqaui, antiguo dirigente de Al-Qaeda en Irak, ejecutado durante la guerra:

“La chispa ha sido lanzada aquí en Irak y su calor continuará intensificándose -con el permiso de Dios- hasta que ardan las armas cruzadas en Daviq”.

Esta mención se puede interpretar de muchas maneras. La primera es que el Califato Islámico se considera el auténtico heredero de la antigua Al-Qaeda. La segunda es que el proclamado Califato en Irak y Siria ya no ciñe su acción al territorio propio de un Estado sino a cualquier otro lugar, como Francia, sin ir más lejos.

De hecho la revista enumera sus últimas hazañas y dedica más bien poco espacio a los atentados del Viernes 13. Refiere los atentados de Egipto, de Bierut, contra el avión ruso en el Sinaí, muestra fotos de cadáveres y habla de aterrorizar, masacrar y humillar a los enemigos de Dios.

Denuncia la “hubris” (o “hybris”) de Francia y Rusia, un término de origen griego que se podría traducir de muchas maneras: orgullo, soberbia o personalismo. Los “cruzados” padecen ese pecado al pretender considerarse como dioses, al absolutizar la democrcia y el nacionalismo.

El ejemplar dedica un apartado importante al surgimiento de su sucursal en Bangla-Desh, donde el yihadismo es muy pujante.

Parece, pues, evidente que el Califato Islámico se parece más a Al-Qaeda, que abandona definitivamente su santuario en Irak y Siria y se decanta por la yihad mundial. Aunque en la revista los atentados de París son secundarios, ponen de manifiesto que la estrategia del movimiento es internacional.

Es como si traicionaran al título de su revista: la Daviq está por todo el mundo, la yihad no tiene fronteras.

El Califato Islámico acusa a Al-Qaeda por sus alianzas, así como a los talibanes, a los que acusa de nacionalistas y de ocultar la muerte del mullah Omar.

Ellos se consideran a sí mismos como los continuadores de Al-Qaeda. Pero aquella organización fue sólo lo que su nombre indica: una “base”. En realidad, se trataba de una confederación de grupos locales: “nizam la tanzim”, un sistema y no una organización.

La organización, la centralización del yihadismo, empieza con el Califato Islámico.

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