A principios de año, en su carta de dimisión, Rajendra Pachauri, el dirigente del IPCC, el organismo de la ONU encargado del clima, afirmó que la lucha contra el calentamiento planetario era su religión.
En febrero Pachauri, que dirigía el organismo internacional desde 2002, tuvo que dimitir, acusado de acosar sexualmente a una funcionaria bajo su cargo.
El papa Bergoglio ha hecho lo mismo: ha convertido el calentamiento del planeta en parte de la religión católica al promulgar la encíclica “Laudato si” a principios de este año. En ella aborda algunas cuestiones clave del asunto: el reconocimiento de la responsabilidad humana, la defensa del decrecimiento, el abandono de las energías llamadas “fósiles” y, sobre todo, caridad, mucha caridad hacia los países pobres.
El domingo Bergoglio pidió a los ministros de los 195 países reunidos en la cumbre sobre el clima de París (COP21) que tengan “valor” para adoptar “decisiones importantes” para las “generaciones futuras”.
“¿Qué tipo de mundo deseamos transmitir a los que vendrán tras nosotros, a los niños que están creciendo?”, preguntó Bergoglio durante el Ángelus ante miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro, en Roma.
“Por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las generaciones futuras, se deben emprender todos los esfuerzos en París para mitigar los impactos de los cambios climáticos y, al mismo tiempo, para luchar contra la pobreza y aumentar la dignidad humana”.
“Las dos cuestiones van a la par”, insistió, recordando su encíclica sobre el medioambiente. “Rezamos por que el Espíritu Santo ilumine a quienes deben tomar decisiones tan importantes, y les dé valor para conservar siempre como criterio preferente el bien soberano de toda la familia humana”, añadió el papa argentino.
Tras su gira por África, Bergoglio afirmó que el mundo está “al borde del suicidio” y que la comunidad internacional reunida en la cumbre de París debe lograr un acuerdo “ahora o nunca” .
En los primeros días de la reunión de París, cientos de religiosos fueron a París a ayunar, hablaron a la prensa, conversaron con las altas esferas mundiales y rezaron mucho. El sábado a la noche en una capilla del centro de París, los creyentes, muchos de ellos postrados en el suelo, cantaron y oraron para que dios salve al mundo del calentamiento.
La fe “es algo mucho más visceral” que la ciencia, dijo Caroline Bader de la Federación Luterana Mundial, cuya sede está en Ginebra.
Bader dijo que un grupo de líderes de diversas religiones le entregó a los negociadores de la ONU un pliego con 1,8 millones de firmas para que detengan el calentamiento del planeta.
El hermano Alois Taize, integrante católico de un monasterio ecuménico, pidió lo mismo en sus oraciones. Durante una misa enardeció sus feligreses para que despierten y hagan lo más que puedan para evitar que el mundo se caliente.
El físico John Schellnhuber, miembro de la Academia Pontificia de Ciencias, dijo que durante 11 años ha ido a los cónclaves internacionales y que al final los negociadores de la ONU siempre salieron con las manos vacías.
Además de creyente, Schellnhuber es científico. Participó en la fundación del Instituto Postdam para Investigaciones sobre Cambio Climático, en Alemania. Durante un evento religioso, el sábado dijo que la religión aún ha calado en los negociadores de París, pero es optimista al respecto, porque “saben que serán recordados por cómo respeten la encíclica”.
Aquí no estamos de acuerdo con este religioso-científico. Nosotros creemos que los que se reúnen en París serán más bien recordados por su respeto a las leyes de la geofísica.