Podemos no sólo es un montaje de márketing de grandes dimensiones sino que, además, dentro de esa gran operación de imagen permanente incluyen su propio famoseo, imitando al PSOE para incorporar a personajes conocidos del cine y la televisión que les garanticen estar siempre en el candelero.
Para ello han creado lo que llaman un «Círculo de Cultura» que acaba de presentar un documento que someterán a un debate con «famosos» de la farándula y la comunicación. La excusa es definir las políticas públicas que incluirán en su próximo programa electoral.
También aquí las huestes de Pablo Iglesias han reculado. Las medidas presentadas ahora no son coherentes con las que incluyeron en el programa con el que la formación surgida hace justo un año concurrió en las pasadas elecciones europeas de mayo.
¿Dejarán de bajarse los pantalones en algún momento?
En su primer programa electoral destacaba la palabra «independencia», es decir, que los medios de comunicación no debían estar sometidos, como ahora, al dictado de quienes ponen el dinero, del gobierno o de los partidos. Es la aspiración a la «neutralidad» de la información, que debe ser «apolítica» y bla, bla, bla.
En el programa de Podemos para los medios de comunicación no hay nada nuevo que la legislación vigente no les exija. Pero si hasta ahora la ley no se ha cumplido nunca, ¿por qué se va a cumplir el programa de Podemos?
Su programa es utopismo del siglo XIX. Más que Podemos se deberían llamar «Nos Gustaría». Es como el Año Nuevo: está lleno de los mejores deseos. Quieren crear medios públicos de comunicación «apolíticos», con una gestión democrática e independiente del gobierno.
Para Podemos la garantía de la libertad de expresión reside en una regulación pública sobre los los medios (privados) de comunicación. Así, en el libro «Conversaciones con Pablo Iglesias» del periodista Jacobo Rivero, este charlatán se mostró partidario de establecer mecanismos de control público para regular los medios de comunicación, con el objetivo de garantizar la libertad de prensa sin condicionantes de las empresas privadas o la voluntad de partidos políticos».
«¿Por qué no va a existir una regulación que garantice la libertad de prensa en el mejor sentido del término, sin condicionantes de empresas privadas o de la voluntad de partidos políticos?», preguntaba Iglesias. Pues es fácil de entender: porque en el capitalismo nadie pone el dinero en un medio de comunicación -ni en nada- para que lo controlen otros, los que no arriesgan su dinero.
En el programa que llevaron a las elecciones europeas de mayo, Podemos defendía la necesidad de «impedir la formación de monopolios u oligopolios en el ámbito de la comunicación» con una ley que establezca la separación «de la propiedad de los grupos financieros y comunicativos, para garantizar así la independencia de todos los medios de información de los diferentes gobiernos y grandes grupos empresariales».
Se trataba de medidas antimonopolistas a la vieja usanza, como la prohibición de que «ninguna empresa o grupo pudiera ostentar más del 15% del total de un ámbito comunicacional, sea prensa, radio, televisión, internet o el sector editorial».
De todo eso ya no queda nada y el programa se rellena con frases que suenan fantásticas: libertad de expresión, control democrático, pluralismo, profesionalidad y otras parecidas en donde cabe cualquier cosa que no comprometa realmente a nada. Es la típica hojarasca de frases que le gusta soltar a Pablo Iglesias en las tertulias porque suenan bien, como la de «desarrollar una política integral y transversal (?) de la comunicación y la cultura».
Ahora lo que Podemos pretende es crear una autoridad reguladora independiente que supervise el cumplimiento de las leyes relativas al sector audiovisual y que tenga como objetivo velar «por que se garanticen la libertad de expresión, el pluralismo, la diversidad cultural y los derechos de la audiencia». También aboga por «equilibrar el panorama de medios públicos y privados».
El programa pretende «evitar la presencia de grandes poderes financieros y el duopolio existente en su control y en las plataformas de gestión y difusión de los contenidos, físicos o digitales». En el apartado titulado «Por una política integral de comunicación, cultura y medios» del citado documento, pone también de manifiesto que la comunicación y la cultura necesitan «ser defendidas del riesgo de monopolios y concentraciones, ya sean locales, autonómicas, estatales o globales, tanto en el acceso como en la difusión».
Pero vamos a ver: tanto en el sector audio visual como en cualquier otro sector económico, los monopolios no son un riesgo sino una realidad evidente. No se trata de impedir que se formen monopolios sino de saber qué es lo que Podemos pretende hacer con ellos.