De la guerra comercial a la guerra financiera entre Estados Unidos y China

Como su propio nombre indica, una guerra comercial, como la que ha desatado Estados Unidos contra China, entre otros países, no parece afectar al capital financiero, pero sólo porque la guerra financiera empezó mucho antes.

China ha pasado de de ser una potencia en la exportación de mercancías a convertirse una potencia en la exportación de capitales y, al menos aparentemente, las cifras indican que padece serios problemas en ese terreno, que hasta ahora parecían mucho más serios que los comerciales. Aunque no se conoce su cuantía, lo más probable es que la deuda de China alcance al 250 por ciento de su Producto Interior Bruto, lo que indica una situación de quiebra técnica.

También se ha repetido muchas veces que China mantiene importantes reservas de dólares estadounidenses con un objetivo táctico: sostener su cotización en los mercados mundiales frente al yuan, bajar los precios e incrementar las exportaciones de mercancías. El objetivo principal es siempre el de exportar mercancías, mantener a China como “fábrica del mundo”.

Sin embargo, no está tan claro. Desde que en 2005 comenzó el programa “Panda Bond”, China imita lo que Estados Unidos hizo desde 1945: llevar el yuan a todas partes e inflar deliberadamente su propia deuda.

Dos años después avanzó un paso más: incorporó el yuan a la cesta de derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional, lo cual significa que China quiere convirtirse en un centro financiero mundial.

El Fondo Monetario Internacional puso condiciones para que China pudiera unirse al club, una de ellas, la ampliación de la liquidez, lo que obligó a China a endeudarse hasta las cejas. El proyecto de la nueva Ruta de la Seda y otros parecidos no son más que una de las consecuencias de la expansión de la deuda china.

Hace 30 años que el capital financiero internacional persigue tres objetivos. El primero es el de reducir el papel del dólar como moneda de reserva internacional. El segundo es la creación de una moneda única. El tercero es que hasta esa moneda se forme, los derechos especiales de giro cumplan ese papel.

China apoya esos tres objetivos que suponen el fin de la hegemonía internacional del dólar y, además, la introducción del yuan en la canasta de los derechos especiales de giro.

A partir de aquí queda sobre la mesa una primera cuestión a dilucidar: si la administración de esa moneda va a estar en manos del Fondo Monetario Internacional o de otro organismo.

Una segunda cuestión la puso el banco central chino encima de la mesa en 2015: se trata de “digitalizar” los derechos especiales de giro, creando una versión electrónica de la cesta para que pueda extenderse rápidamente.

El Fondo Monetario Internacional está de acuerdo con ese plan y ha afirmado que las criptomonedas y la técnica de la cadena de bloques (“blockchain”) son el futuro del sistema monetario internacional.

El plan requiere una economía estadounidense debilitada, un dólar más débil y la conversión China en un nuevo motor económico para el capitalismo. Por eso China se ha preparado para otra crisis del dólar y acumula cada vez mayores reservas de oro, que son el colchón con el que se quieren proteger del inminente colapso del dólar.

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