Comida rápida para el intelecto

Juan Manuel Olarieta

El comentario de Allain Jules sobre el intento del gobierno francés de enterrar a los terroristas del 7 de enero en África (1) es inusualmente lúcido, empezando por su constatación del absoluto silencio mediático al respecto y siguiendo por la opinión «formateada» de los periodistas, para quienes África está ahí abajo sólo para servir a Francia.
Me encanta que califique a los periodistas de trileros («maquignons») pero, sobre todo, me he reído a carcajadas cuando pone el ejemplo del ex-presidente Nicolás Sarkozy, cuyos padres son húngaros: ¿le enterrarán por ello en Hungría? En Europa el racismo se ha convertido en algo obsesivo-compulsivo. Hasta los cadáveres tienen pasaporte. Los racistas te persiguen durante toda tu vida y luego más allá de la muerte. Como Darwin dijo que toda la humanidad procede de África (“Out of Africa”), todos deberíamos ir pensando desde ahora en preparar nuestro sepulcro en Tanzania, o en Uganda, o en Gambia, o en… donde más le guste a cada cual.
Atinado también cuando habla del «prêt-à-penser», la comida rápida del intelecto, y seguramente aún no conocía la petición del Primer Ministro francés para que la prensa no airee las zonas de sombra de los atentados «para no alimentar las teorías de la conspiración», cada vez más abundantes. Un verdadero aluvión, diría yo, tanto que la ministra de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, de origen magrebí, ha declarado su preocupación por las constantes burlas contra la versión rápida de lo sucedido.
Es posible que Allain Jules tampoco hubiera leído el editorial que escribe Laurent Joffrin para Libération (2), que es el prototipo del «prêt-à-penser». El periodista francés es la voz de su amo, un lameculos que siguiendo la petición del Primer Ministro, se pronuncia contra aquellos colegas que, cumpliendo con su papel, investigan y por eso mismo tienen cada vez más audiencia, a diferencia de los altavoces de la versión rápida y la comida basura del intelecto, cuya difusión cae en picado.
No es posible atenuar la marea de desconfianza, por más que en su desesperación el editorialista clame que las conspiraciones son la «muleta intelectual de los extremistas», la «antesala de la tiranía». La patología conspirativa, dice Joffrin, no es un ejercicio de democracia sino todo lo contrario, un ataque contra ella, y es que hemos llegado a un punto, el capitalismo monopolista de Estado, que en su decadencia repite lo que en el siglo XVIII decía el Rey Sol: «el Estado soy yo». El Estado son ellos y la democracia también son ellos. Lo que se salga de ahí es tiranía, conspiraciones y extremismo. Lo peor de lo peor.
La plaga no son las teorías de la conspiración, sino las mentiras. Las teorías de la conspiración no gustan porque sean «novelescas», como dice Joffrin, sino porque nadie se cree ya nada de lo que cuentan, ni ellos, los periodistas, ni los políticos a los que encubren. Y en efecto es una patología, pero no por parte nuestra, sino suya. Y también es cierto: los enfermos de conspiración somos igualmente «negacionistas». A todo le decimos que no y ahí está el problema porque en África los imperialistas están acostumbrados a escuchar todo lo contrario, «Sí bwana», que traducido del idioma suajili significa «Sí señor». Están acostumbrados a que los esclavos den la razón a sus amos, a tratar con mayordomos, aduladores y rastreros.
El conspiracionismo no es la antesala de la tiranía sino de la democracia, cuya esencia es estar en desacuerdo, protestar y rebelarse. Que en un país como Francia, que en 1793 legalizó el derecho a la resistencia, incluso armada, es preocupante que un periodista como Joffrin califique de «extremistas» a los que buscan, a los que se esfuerzan por descubrir y aclarar cualquier acontecimiento. Estamos en el pleno ejercicio de nuestro derecho y si a alguien eso le parece «extremo» será porque nos lo quiere arrebatar, o nos lo ha arrebatado ya.
Si Joffrin es periodista en París estará al corriente de las declaraciones del general Vincent Desportes en la Comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional el 17 de diciembre, una sesión abierta en la que el oficial afirmó que el Califato Islámico lo había creado Estados Unidos (3). ¿Se ha creído Joffrin que el general es otro perturbado por las conspiraciones? Y si está perturbado, ¿por qué los diputados le llaman a declarar como experto en la materia?

Kevin Barrett, editor de la revista Veterans Today, declaró el lunes: «Desde hace tiempo el gobierno británico colabora con los extremistas salafistas y wahabitas que manipula y protege para alcanzar sus propios objetivos políticos». ¿Otro perturbado?

La mierda les va llegar a las orejas. Le Point acaba de publicar que Mohamed Merah, autor de los atentados atribuidos hace dos años a los islamistas en Toulouse, trabajaba para los Renseignements Généraux, la policía secreta francesa.
The Guardian publica que los hermanos Kouachi tenían prohibido volar a Gran Bretaña porque estaban en el listado de terroristas del gobierno de Londres. ¿No sabía nada el gobierno francés?, ¿no estaban en sus listados?
¿Cree el gobierno francés que va tapar la matanza del 7 de enero burlándose de las teorías de la conspiración? Yo más bien creo que ellos van a ser los burlados y que algunos de los capos de los siniestros despachos de la seguridad (policía, servicios secretos, militares) acabarán sentados en el banquillo de los acusados dentro de poco, no sólo por ser unos criminales sino también por ser unos mentirosos.

(1) Quand l’Afrique refuse d’être le dépotoir pour terroristes de la France, 23 de enero
http://allainjules.com/2015/01/23/terrorisme-quand-lafrique-refuse-detre-le-depotoir-pour-terroristes-de-la-france/
(2) http://www.liberation.fr/societe/2015/01/20/bequille-intellectuelle_1185032
(3) http://www.agenceinfolibre.fr/general-v-desportes-les-etats-unis-ont-cree-daech/

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