Desde que en el siglo XV se inventó la imprenta, los anónimos han formado parte de la cultura política. La saludable costumbre de colocar carteles mordaces y satíricos en las calles y plazas de las ciudades surgió inmediatamente después. Habían nacido los “pasquines”. Eran mejores en la medida en que nadie conocía al autor. La represión quería saber quién los escribía y los autores se encondían para evadir las represalias.
El anonimato forma parte integral del derecho a la intimidad, mientras que la represión siempre ha tratado de buscar a los autores de los carteles. Lo mismo ocurrió cuando internet sucedió a la imprenta. Como todos los inquisidores, Pedro Sánchez quiere impedir el anonimato en las redes sociales, excepto si se trata de países como Irán, en cuyo caso hay que proporcionarles a los iraníes todo tipo de herramientas informáticas para ocultar su identidad en internet.
Los países occidentales viven sumidos en la hipocresía y el cinismo. Defienden el anonimato en Irán mientras lo combaten en sus propias redes sociales. Por ejemplo, desde 2016 la Ley de Poderes de Investigación permite al gobierno británico acceder a los datos que cualquier usuario tiene almacenados en la nube sin necesidad de recabar ningún tipo de autorización judicial.
Es peor que si pudiera entrar en un domicilio privado sin autorización. Cuando las viviendas tienen un cerrojo es por un motivo muy importante: porque sus moradores tienen derecho a la intimidad.
Lo mismo ocurre en el internet: los usuarios tienen derecho al anonimato y a utilizar claves para cifrar sus mensajes. Si alguien archiva su contabilidad en la nube, debe cifrar sus documentos no sólo para defender su derecho a la intimidad sino, además, porque -de lo contrario- un tercero se la podría manipular muy fácilmente.
En internet la defensa de la intimidad es un derecho del usuario y una obligación de las empresas que prestan los servicios de almacenamiento. El anonimato va ligado a la integridad de los contenidos y al cifrado. Sin embargo, a Apple le han obligado a desactivar el cifrado en iCloud en Reino Unido.
Los documentos y archivos de iCloud se cifran con claves que solo se encuentran en los terminales de sus propietarios y en el sistema.
El gobierno británico le exigió a Apple que instalara una “puerta trasera” para acceder a los datos de los usuarios. Pero “una casa con dos puertas es mala de guardar”, titulaba Calderón de la Barca una de sus obras. Ese tipo de triquiñuelas siempre acaban igual: si el gobierno británico puede entrar, significa que cualquiera puede hacerlo y, finalmente, los archivos quedan expuestos e incluso pueden ser borrados, manipulados, copiados y puestos a la vista de todos, como en un escaparate.
Para Apple es el fin del negocio porque la empresa no sólo cobra por almacenar sino por preservar la integridad de los archivos almacenados. Se opuso a la exigencia del gobierno británico que, al no lograr su propósito, lo quiso hacer por la fuerza, invocando la Ley de 2016.
Se acabó el derecho a la intimidad y se acabó el negocio. Apple dejó de ofrecer el servicio a los usuarios de Reino Unido, donde el cifrado sólo depende de la clave que le haya puesto el usuario.
La Ley de la Nube de Estados Unidos es aún peor. Permite a la policía estadounidense acceder a los archivos incluso fuera del territorio, independientemente de la nacionalidad del usuario.
El alcance de este tipo de normas represivas sorprende incluso a quienes las aprueban. Hace un par de semanas un senador y un congresista estadounidense le enviaron una carta a Tulsi Gabbard, la directora de la inteligencia nacional, para saber si la privilegiada asociación entre Estados Unidos y Reino Unido podría tener como resultado que los británicos se aprovecharan de su Ley de la Nube (1).
La respuesta fue cínica: Gran Bretaña no puede pedir información sobre ciudadanos y residentes de Estados Unidos (2). Sin embargo, las “puertas traseras” no funcionan así: cuando entregas las llaves de tu casa a un tercero, se las entregas a todos. No tienes la seguridad de que no hagan copias, de que no se pierdan, de que no entren en tu casa…
Si las llaves de tu casa las tiene el FBI, también las tiene cualquier amiguete del FBI, cualquiera al que deban un favor… Pero si no eres amiguete del FBI puedes acudir a quienes sí lo son, o quizá a los amigos de los amigos, que harán copias de las copias… Al final las fotos de la boda siempre acaban en el armario del gendarme del pueblo.
(1) https://www.wyden.senate.gov/imo/media/doc/wyden-biggs-letter-to-dni-re-uk-backdoors.pdf
(2) https://www.wyden.senate.gov/imo/media/doc/dni_wyden_biggs_responsepdf.pdf