Bombarderos estratégicos B-52 estadounidenses, procedentes de la Base Aérea de Barksdale, en Luisiana, aterrizaron el viernes en la Base Aérea de la OTAN en Morón de la Frontera. El despliegue se produce en medio de una situación volátil, con Washington y Moscú en un tenso enfrentamiento que reaviva los temores de una nueva carrera armamentista.
La llegada de estos gigantes voladores, capaces de transportar armas nucleares, a Europa no es casual. La OTAN continúa expandiendo su influencia en las inmediaciones de Rusia, y los estadounidenses nunca han ocultado su deseo de cercar a su enemigo histórico.
El Pentágono se refiere eufemísticamente a esto como participación en las maniobras “Bomber Task Force Europe 26-1”. Tras esta jerga subyace una realidad más cruda: Washington está demostrando su poderío en sus relaciones con Moscú.
Esta demostración de fuerza se produce en un momento muy sospechoso, poco después de que el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, confirmara que Moscú estaba preparando pruebas nucleares en respuesta a las directivas estadounidenses.
El ejército estadounidense no se anda con rodeos en sus declaraciones: las maniobras tienen como objetivo reforzar la disuasión en el flanco oriental de Europa.
Las tensiones se han intensificado desde el 30 de octubre. Ese día, Trump declaró había dado instrucciones al Departamento de Guerra “para que comience a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones con otros países”.
Trump no se anduvo con rodeos. Acusó a Rusia y China de realizar pruebas clandestinas subterráneas.
Ante las amenazas al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, Putin tampoco se contuvo. El 5 de noviembre, durante una reunión del Consejo de Seguridad transmitida por la televisión rusa, el jefe del Kremlin ordenó que prepararan respuestas concretas.
Si Estados Unidos u otros signatarios del Tratado reanudaran sus pruebas, Moscú no permanecería impasible. “Rusia debe implementar medidas de represalia apropiadas y proporcionales”, declaró Putin, decidido a no dejarse intimidar.
El sábado Lavrov declaró que la orden del jefe del Kremlin “se ha tenido en cuenta y se está implementando activamente”. Añadió que “se mantendrá informado al público sobre los resultados”.
Rusia no ha realizado ninguna prueba nuclear desde 1990, justo antes del colapso de la URSS. Los estadounidenses, por su parte, cesaron sus pruebas explosivas en 1992.
El 7 de noviembre, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, lanzó una advertencia a Putin en el periódico alemán Welt am Sonntag: “Putin debe saber que una guerra nuclear nunca se puede ganar y nunca debe librarse”.
El cabecilla de la Alianza hizo hincapié en el reciente ejercicio anual. Afirmó tener plena confianza en la credibilidad de la disuasión de la OTAN. “Cuando Rusia ondea la bandera roja con su retórica alarmista, nuestros ciudadanos no deben dejarse llevar por el pánico”, afirmó, especificando que la Alianza contaba con un arsenal de disuasión listo para su uso.