Cuando no hay tuberías para transportarlo, el gas se licúa para trasladarlo en buques cisterna porque ocupa menos espacio. Una vez llegado a su destino, debe volver a gasificarse, lo cual encarece el precio considerablemente.
Alemania siempre ha acarreado el gas directamente a través de conductos que tienen su origen en Rusia, por lo que carece de plantas de gasificación. Si se quiere liberar del gas ruso, debe construirlas.
A principios de marzo el gobierno de Berlín anunció la construcción de su primera terminal de gas licuado en tierra, que no estará terminada hasta dentro de varios años.
Pero Estados Unidos no permite esperar, por lo que una alternativa consiste en alquilar buques capaces de gasificar en alta mar. Es lo que va a hacer Alemania al precio de 3.000 millones de euros por tres o cuatro terminales flotantes. Una auténtica locura, sobre todo para un gobierno que quiere llevar a cabo una “transición ecológica”.
Los buques gasificadores se situarán en puertos del Mar del Norte o del Báltico, y algunas de estas instalaciones podrían entrar en funcionamiento el próximo invierno.
Pero hace falta que logren alquilarlos porque no abundan y hay muchos países presionados por Estados Unidos para hacer lo propio.
Los buques deberían permitir a Alemania aumentar su capacidad de importación de gas licuado y reducir su dependencia del gas ruso lo antes posible, a la espera de la construcción de su primera terminal en tierra.
Mientras tanto, el gobierno ha aprobado un presupuesto de casi 3.000 millones de euros para alquilar tres, o incluso cuatro, terminales flotantes para importar gas licuado. Los enormes buques desempeñarán el mismo papel que la terminal terrestre, procesando el gas licuado importado por barco. Sin ellas, Alemania tiene que depender actualmente de las terminales terrestres de otros países de la Unión Europea, lo que limita su capacidad de importación.
En total hay unos 20 países que exportan gas licuado, que se transporta por barco y cuyos tres mayores proveedores son Australia, Qatar y Estados Unidos.
En los últimos años, Alemania ha importado más de la mitad de su gas de Rusia a través de gasoductos terrestres. Esta cuota se ha reducido al 40 por cien a finales del primer trimestre de este año, en favor de mayores importaciones de Holanda y Noruega.