Un total de 540 trabajadores fallecieron en «accidente» laboral el año pasado, según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Son cifras escalofriantes que apenas interesan a la opinión pública. Habida cuenta del precio tan elevado que los accidentes suponen los trabajadores y sus familiares, su difusión se silencia cuidadosamente.
Del total de fallecimientos, un total de 432 se produjeron durante la jornada de trabajo. Los 108 accidentes mortales restantes registrados el año pasado fueron in itínere, es decir, que se produjeron en el trayecto de casa al trabajo y viceversa.
Por sectores, en los servicios fallecieron 230 trabajadores, en la industria se produjeron 88 accidentes mortales; en la construcción murieron 65 trabajadores, y en la agricultura perdieron la vida 49 trabajadores. Infartos, derrames cerebrales y otras patologías no traumáticas causaron la muerte de 202 trabajadores en 2013, mientras que los accidentes de tráfico fueron responsables de 81 fallecimientos.
Por aplastamientos, amputaciones o quedarse atrapados fallecieron 42 trabajadores, por choques o golpes contra objetos inmóviles murieron 38 trabajadores y por colisiones contra objetos en movimiento perdieron la vida 32 trabajadores.
Según las estadísticas de la Oficina Internacional del Trabajo, se producen cada año 120 millones de accidentes laborales en los lugares de trabajo de todo el mundo. De éstos, en 210.000 se registran fallecimientos. Cada día, más de 500 hombres y mujeres no regresan a sus hogares víctimas de «accidentes» laborales mortales.
La precarización del mercado de trabajo incrementa el riesgo de accidentes: por cada accidente de un trabajador y trabajadora fijo se accidentan hasta cuatro trabajadores temporales. La falta de formación y la asignación de nuevas tareas sin un periodo previo de aprendizaje favorecen los accidentes de trabajo.
El riesgo de accidente se prolonga, además, durante los trayectos del domicilio al puesto de trabajo, cada vez más frecuentes y largos.