La salud pública como pretexto para la represión, el control y la vigilancia de masas

Lo mismo que la educación es un vínculo directo entre un profesor y su alumno, la sanidad es otra igual entre un médico y su enfermo. El profesor se debe a su alumno y el médico a su paciente.

Los desastres contemporáneos de la sanidad han consistido en la creación de una burocracia sanitaria en la que el médico es un funcionario que se debe a su Estado, no a su enfermo. Como cualquier otro funcionario, el médico cumple unas rutinas de trabajo, ejecuta unos protocolos y se debe a quien le paga: el Estado.

El médico es un burócrata y el enfermo un robot varado en el taller mecánico. La punta de lanza que está destruyendo la sanidad son las enfermedades llamadas contagiosas, siempre con el mismo pretexto que, por lo demás, es paradógico: el médico ya no debe atender a un enfermo sino a todos los demás, a los que se pueden contagiar, que están por encima del anterior.

Además, de una práctica profesional, la sanidad se ha convertido en una compleja disciplina jurídica. Por encima de la salud hay que cumplir los decretos que la regulan que, en el caso de las epidemias, ponen en marcha una red de instituciones de control y vigilancia que funcionan como las demás que tiene el Estado: de la forma disciplinaria y represiva de la que somos víctimas ahora mismo.

Por ejemplo, un principio fundamental de la medicina ha sido siempre el secreto profesional, que está admitido en la Constitución española, por encima del cual han impuesto la obligación de “notificar” una enfermedad contagiosa.

Las enfermedades son siempre las mismas pero cada Estado no reacciona de la misma manera porque la medicina se rige por normas políticas, no sanitarias. Por eso hay diferentes catálogos de enfermedades contagiosas. Lo que para un Estado es contagioso para otro no lo es. Es fácil deducir que el pretexto de la infección es falso y que las enfermedades no contagiosas que se incluyen en los catálogos como si lo fueran no están ahí por razones de salud sino políticas, es decir, de vigilancia y control.

A medida que el Estado monopolista es más frágil, necesita un mayor control y el listado de enfermedades contagiosas aumenta. En 1995 había en España 35 y ahora hay 60, casi el doble. Ahora a los listados de la OMS, la Unión Europea, y el Estado central se suman las autonomías que han convertido a los contagios en un laberinto, como se ha puesto de manifiesto con el coronavirus.

Con el pretexto del contagio, el Estado ha puesto en marcha una burocracia paralela, la Red de Vigilancia Epidemiológica, que no trabaja con enfermos sino con números (la estúpida “curva”) y en la que no sólo participan médicos sino también los “cazadores de microbios”, los biólogos. El enfermo queda cada vez más lejos y las enfermedades también. Lo que interesa es la bacteria o el virus, por lo que el peso se traslada de los médicos a los biólogos.

Este tipo de enfermedades se llaman hoy de “declaración obligatoria” y su listado parece sacado de la serie de televisión “House”. Muchas de ellas no existen, es decir, el número de casos es cero (1), pero basta que existiera una para atraer un interés que no tienen otras enfermedades mucho más comunes.

Otras no son contagiosas pero el dispositivo se pone en funcionamiento de la misma manera, como si lo fueran, porque el contagio es el pretexto. De ahí que el Estado central adopte la típica terminología burocrática y aséptica (hipócrita) de llamarlas “enfermedades de declaración obligatoria”, mientras que algunas autonomías y países siguen con la vieja terminología de “transmisibles” (2).

La biología se ha acabado enfrentando a la medicina. La sanidad moderna comienza con el error fatal de asociar los microbios a las enfermedades y después sigue con un segundo error, que es su consecuencia: no hacer autopsias. Lo único que interesa hoy es la “carga viral” y las muertes se imputan siempre al microrganismo, lo cual es anticientífico, como bien saben los patólogos:

“La investigación basada en autopsias ofrece información útil y fiable en estudios sobre prevención y epidemiología en diversas áreas de la medicina. Esta información sobre las causas de la muerte es esencial en el desarrollo de políticas de salud nacional e internacional para la prevención y control de las enfermedades” (3).

Sin embargo, la burocracia impone lo contrario: “Si se sospecha una FHV [Fiebres Hemorrágicas Virales] en un fallecido, no se debe realizar autopsia, dada la elevada carga viral de los fluidos corporales” y el cadáver se debe incinerar (4).

Por lo tanto, la causa de la muerte se ignora y lo que es peor: nunca se podrá saber porque el cadáver se ha incinerado. Es lo que acaba de decir el ministro de Sanidad, Salvador Illa en una rueda de prensa: “Toda persona que da un diagnostico positivo y fallece es considerada un fallecido por coronavirus” (5). La sanidad y las políticas que de ella se derivan, funcionan en base a suposiciones, no a hechos comprobados.

Hubo un tiempo en que las cosas se hacían de manera científica. Por ejemplo, en 2010 en Aragón se notificaron 4 fallecidos por encefalopía espongiforme, una enfermedad que está dentro del listado maldito. Afortunadamente se les practicó la autopsia y sólo una de ellas se confirmó como causa de la muerte. Por lo tanto, el hecho de que se registre una “enfermedad de declaración obligatoria” y el paciente muera no significa, en absoluto, que la misma sea la causa de la muerte.

La campaña que ha iniciado la prensa española para deslizar que el número de fallecidos por coronavirus es mucho mayor de lo que establecen las cifras oficiales es, por lo tanto, una aberración. Dentro de un tiempo, cuando ya nadie se acuerde, las tasas de mortalidad pondrán a cada uno en su sitio.

(1) Para el caso de Murcia: http://econet.carm.es/inicio/-/crem/sicrem/PU_datosBasicos/sec112.html
(2) Es el caso de Extremadura: https://saludextremadura.ses.es/web/enfermedades-transmisibles
(3) Protocolo de actuación forense ante la sospecha de meningitis bacteriana y shock séptico fulminante, Cuadernos de Medicina Forense, núm. 37, julio de 2004, pg.8
(4) Protocolo EDO, pg. 217, https://sanidad.castillalamancha.es/sites/sescam.castillalamancha.es/files/documentos/pdf/20140813/protocolos_enferm_declaracion_oblig.pdf
(5) https://www.elindependiente.com/politica/2020/04/08/el-recuento-de-fallecidos-por-coronavirus-en-espana-genera-muchas-dudas/

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