La policía ha hecho circular amenazas de detener y encarcelar a los huelguistas por impedir que los camiones entren en las instalaciones de la empresa.
Durante la primera semana, los obreros fueron detenidos y circularon rumores de que la huelga podría continuar aunque el sindicato llegara a un acuerdo con la patronal porque debería ser ratificado en una votación de la asamblea de los trabajadores.
El martes pasado, durante un piquete en Burton, Michigan, los camiones que transportaban piezas a un centro de distribución de repuestos se vieron obligados a dejar el motor al ralentí, lo que impidió el tráfico.
En la fábrica más grande de Estados Unidos, en Spring Hill, Tennessee, un miembro del sindicato, Heather Monoski, publicó un vídeo en vivo en Facebook que muestra cómo los piquetes impiden que los transportistas no sindicalizados entren en la fábrica y que salgan los camiones. Cerca de la escena se podían ver diez coches patrulla de la policía.
El viernes pasado la multinacional dijo que los piquetes habían puesto clavos en la carretera para evitar la entrada de esquiroles. El domingo un tribunal de arbitraje de Tennessee emitió una orden judicial que prohibía al sindicato impedir que alguien entrara o saliera de las instalaciones de la empresa.
“El problema que tenemos es que la empresa ha contratado el doble de personal de seguridad y legalmente no podemos bloquear el tráfico, por lo que la policía escolta a los camiones cuando se enfrentan a los piquetes”, dijo Jessie Kelly, miembro del Centro Tecnológico de General Motors en Warren, Michigan.
“Tenemos 550 trabajadores de Aramark haciendo reparaciones y trabajos no estratégicos en el centro que se pusieron de huelga el día anterior porque no han tenido un aumento [de salario] desde hace años”, añadió Kelly.
Los trabajadores de mantenimiento de Aramark ganan 15,18 dólares a la hora. Ahora General Motors ha subcontratado las obras de reparación e instalación, “así que hay 120 esquiroles en nuestra fábrica ahora mismo”, dice Kelly.
Varios sindicatos apoyan a los piquetes, incluyendo los camioneros (“teamsters”) que cargan los vehículos listos y los entregan a los concesionarios. “Nuestros estatutos nos impiden atravesar los piquetes, pero General Motors tenía tantos centros de almacenamiento adicionales que la UAW está luchando para cerrarlos, pero creo que han fracasado en la mayoría de los casos”, dijo Clay Burgoon, un camionero de 34 años de Fort Wayne, Indiana.
Cuando los vehículos se almacenan fuera de las instalaciones y no hay piquetes, los camioneros están obligados contractualmente a hacer el trabajo. Sin embargo, sólo hay un número limitado de repuestos y una vez que se agotan, el impacto de la huelga se multiplica.
En muchas fábricas, parte del trabajo especializado para desarrollar los sitios de producción lo desempeñan trabajadores de la construcción sindicalizados, particularmente para grandes proyectos.
“Cuando nos enteramos de que se avecinaba una huelga, nos preparamos, todos nos llevamos nuestras herramientas a casa y le dijimos a la gerencia que no vendríamos a trabajar si había piquetes”, dijo Justin Steenbergh, uno de los cerca de cincuenta electricistas de la IBEW (Hermandad Internacional de Electricistas) que trabajaban en el Centro Tecnológico.
“Nuestro sindicato nos ha proporcionado una suspensión temporal para que podamos regresar con nuestro contratista una vez que la huelga haya terminado”, dijo Steenbergh. “Hace tres días, nos enteramos de que General Motors estaba presionando a nuestros patronos deciéndoles que estaban violando el contrato porque no estábamos haciendo nuestro trabajo en las instalaciones de General Motors. Oí que amenazaban con demandar a nuestros patronos”.
Superior Electric Electric Great Lakes, un contratista del Centro Tecnológico, se negó a responder cuando se le preguntó si General Motors había presionado a la empresa.
El acuerdo contractual firmado con el sindicato UAW prohíbe técnicamente el cierre de fábricas, pero General Motors ha cerrado algunas y eliminado puestos de trabajo de manera arbitraria.
A finales de noviembre del año pasado General Motors anunció que cerraría tres fábricas de ensamblado y dos pequeños talleres de transmisión. Los trabajadores que trabajaban en ellas pensaron que General Motors quería mantener como rehenes a los 6.000 puestos de trabajo de estas fábricas para exigir más concesiones de los sindicatos estadounidenses y canadienses.
Las sospechas se confirmaron. En el último momento antes de que comenzara la huelga, General Motors propuso producir baterías para vehículos eléctricos en la empresa de Lordstown, el sitio de una de las fábricas no afectadas donde anteriormente trabajaban 4.500 obreros de la industria automotriz. Pero había una trampa: los trabajos serían pagados a un nivel salarial similar al de los proveedores de recambios, unos 17 dólares a la hora, comparado con el de los montadores con un nivel salarial de primer nivel, que ganan alrededor de 31 dólares.
El impacto laboral de los vehículos eléctricos
La UAW no es mucho mejor cualquier otro sindicato amarillo. En 2009 acordó elevar la escala salarial de 15 a 17 dólares en una fábrica de General Motors en Brownstown, Michigan, que estaba ensamblando baterías para la ya abandonada planta de Chevrolet Volt. Ahora tiene que salir del embrollo creado por sus concesiones y, además, debe enfrentarse a la forma en que la futura producción de vehículos eléctricos reestructurará la industria y destruirá muchos puestos de trabajo.
Un libro blanco publicado en la primavera de este año por UAW describe los desafíos de la transición de los motores de combustión interna a los motores eléctricos. Los vehículos eléctricos requieren menos piezas y menos trabajo de fabricación. Muchas piezas son suministradas por empresas no sindicadas o son importadas. Se espera que los vehículos eléctricos aumenten significativamente su participación en el mercado de la automoción en las próximas décadas, alcanzando el 10 por ciento a mediados de 2020 y más de la mitad en 2040. General Motors se ha comprometido a introducir 20 nuevos modelos de vehículos eléctricos en todo el mundo en los próximos cuatro años.
La UAW quiere asegurar que los trabajadores no paguen el precio de la “transición ecológica” en el sector del automóvil. Hasta la fecha no ha llegado al punto del sindicato de la electricidad que, como hemos informado en otra entrada, apoya el New Deal verde.