Los sondeos electorales son mecanismos de manipulación de los votantes

Después de las elecciones de junio, el diario “El Mundo” titulaba así una información: “Descalabro de las encuestas ante los resultados del 26-J”. Se refería al hecho de que todos los sondeos previos a las elecciones -y hay que remarcar lo de todos- vaticinaron el famoso “sorpasso” de Podemos al PSOE, que nunca llegó a producirse (1).

Ese tipo de “descalabros” estadísticos son mucho más corrientes de lo que el lector supone. Se daría cuenta de ello si en cualquiera de los comicios que hay por el mundo (en los países “democráticos” claro) prestara más atención a los sondeos que a las elecciones y comparara ambos. Tras unas elecciones el “descalabro” electoral siempre es portada de cualquier periódico: fallaron las previsiones y las encuestas. No es que se equivoquen unas u otras empresas especializadas que venden demoscopia, sino algo peor: se equivocan absolutamente todas. Aún no sabemos por qué subsisten ese tipo de empresas, por qué siguen ganando dinero y por qué hay quien sigue encargando ese tipo de encuestas que siempre fallan. ¿Acaso la estadística no es una ciencia?, ¿o es una ciencia muy poco exacta?

Evidentemente que la estadística es una ciencia y que cualquier sondeo realizado con unos mínimos criterios de rigor no debería fallar jamás. Los electores no cambian su decisión de voto de la noche a la mañana.

Esa no es la cuestión. Los sondeos sirven -sobre todo- para forjar esa imagen que llaman grotescamente “el pueblo soberano”, es decir, que las elecciones son actos espontáneos, libres, incondicionales y, por lo tanto, muy difíciles de predecir de antemano. Evidentemente que no es así. Las elecciones están dirigidas de tal manera que el voto se sujete a un cierto grado de control, que puede ser mayor o menor pero que siempre existe.

Una de las maneras de controlar una elecciones son, precisamente, los sondeos, lo cual está reconocido por la propia ley electoral, que prohíbe publicarlos cinco días antes de las elecciones, precisamente para que no influyan sobre ellas. Pero tomen nota del busilis: la prohibición no es realizar encuestas, sino publicar sus resultados.

Ya saben: el que hace la ley hace la trampa. En las últimas elecciones se publicaron sondeos electorales hasta el último día… en “El Periòdic d’Andorra”(2), es decir, manipulación hasta el final para intoxicar a los votantes con el famoso “sorpasso”.

En mayo del año pasado, la manipulación de las elecciones
británicas mediante sondeos adquirió tales dimensiones que el organismo que supervisa la
publicación de encuestas, el “British Polling Council”, ordenó la apertura de una investigación.

El CIS, el Centro de Investigaciones Sociológicas, es una institución pública que se dedica a realizar sondeos todos los días sobre los asuntos más insospechados que cabe imaginar. La mayor parte de esos sondeos no se publican a los cuatro vientos, es decir, nadie les concede dimensión informativa, lo mismo que a otros sondeos privados o reservados que realizan empresas particulares.

Cualquiera puede dirigirse a la sede del CIS en Madrid para pedir información estadística sobre cuestiones de lo más variadas, es decir, que aparentemente la información es accesible, e incluso podemos admitir que toda ella es abierta y pública, que no esconden nada (aunque nos extrañaría). Es pública pero no se publica. ¿Por qué? Por dos motivos. El primero es que un sondeo que no se divulga no condiciona sus resultados, es decir, es más fiable. El segundo es que ese tipo de sondeos fiables se los queda el gobierno y deja el resto, la morralla, para que se los coman los perros.

La argumentación se debe leer también a la inversa: un sondeo que se publica es porque pretende condicionar el voto en una determinada dirección, de tal manera que cuanto más publicidad se le da, mayor es la manipulación que se pretende.

Los sondeos son profecías que se cumplen -o se niegan- a sí mismas, la parte más importante de cualquier campaña electoral. Casi ningún periodista pregunta a los candidatos por su programa electoral; lo que le pregunta es su opinión sobre la última encuesta. Un sondeo le da al futuro votante la máxima confianza por su aparente neutralidad y le orienta sobre el sentido de sus intenciones de voto.

Como además no sólo se publica una única encuesta sino varias realizadas por empresas diferentes, el elector supone que nadie le oculta nada, es decir, que no hay otras encuestas que las que se han publicado, lo cual es falso.

El punto de partida de cualquier sondeo electoral también es falso, por falta de objetividad. Salvo que aún quede algún ingenuo que crea en la neutralidad de la prensa, hay que tener en cuenta que quienes contratan los sondeos son los medios de comunicación, cuya neutralidad es cero. Luego tampoco los sondeos que publican pueden ser neutrales nunca. ¿O el que paga ya no manda?

De la misma manera que los periódicos y los periodistas tienen mil triquiñuelas para manipular la información, hay mil millones de triquiñuelas en los sondeos que los especialistas conocen a la perfección y que se enseñan en los primeros cursos de sociología de las universidades de Estados Unidos. Lo llaman “ingeniería social”.

Este es el panorama que tenemos las “democracias avanzadas”: en unas elecciones los partidos políticos jamás van a cumplir sus programas  electorales, es decir, con lo que prometen, los medios de comunicación jamás van a contar nada verosímil y los sondeos están a esa misma altura. De ahí sus famosos “descalabros”.

Hay, además, otro aspecto que tampoco habrá pasado desapercibido a un lector medianamente sagaz: como suele ocurrir con las encuestas del CIS, de un mismo sondeo, e incluso de unas mismas elecciones, los medios de comunicación y los políticos pueden obtener -y obtienen- conclusiones completamente dispares.

Tenemos que confesar que a nosotros nos chiflan los sondeos; pero los que más nos gustan son los que no se publican.


(1) http://www.elmundo.es/espana/2016/06/26/57703f14268e3e5d1a8b4612.html
(2) http://sondeos.elperiodic.ad/quinto-sondeo-elecciones-generales-26j.html

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