El incidente de Xian

Con el apodo de “Sverdlov” un lector menosprecia mi artículo sobre los cambios en la política exterior rusa en el que defiendo los derechos de Rusia y Siria, algo que considera opuesto a los del proletariado y de las masas explotadas.Una única frase le sirve al lector para calificar mi artículo de “vomitivo”, de “folclorismo prorruso”, pequeñoburgués e imperialista. Su opinión no merecería mayor atención de no ser porque es típico de determinados grupúsculos empeñados en convertir al marxismo en una caricatura, típica de la moderna cultura de los videojuegos y los comics.

Uno de los rasgos diferenciadores de ese “marxismo” caricaturesco es el repudio de los asuntos nacionales como concernientes a la burguesía y, por lo tanto, ajenos al proletariado, por no decir opuestos. Ante el problema nacional, los amantes de los videojuegos hacen lo que Poncio Pilatos: se lavan las manos.

Su neutralidad es impostada: están con los opresores y su complicidad consiste en ocultar el hecho mismo de la agresión tras el velo de la equiparación entre “los unos y otros”, de que todos son iguales, todos son burgueses, todos son imperialistas, todos hacen lo mismo, se pelean ente ellos mismos, etc.

La esencia del marxismo y, por lo tanto, del proletariado, es el partidismo, y quien no es capaz de tomar partido en una batalla es porque ignora lo que está en juego en la misma. Son como ese tipo de personas reaccionarias que dicen que no son de izquierdas ni de derechas. No cabe duda: ese tipo de gente está con las fuerzas dominantes, sostienen la dominación.

A los amantes de los videojuegos les gustaría que en la lucha de clases los proletarios estuvieran en un lado y los burgueses en el contrario. Serían fácilmente identificables. En la barricada unos vestirían mono azul y otros frac y pajarita.

No obstante, muy pocas veces hemos visto algo tan esquemático a lo largo de la historia. A veces no hay dos contendientes sino tres y la capacidad de dirección de la clase obrera se demuestra precisamente porque agrupa a su alrededor a sectores sociales heterogéneos, incluida la propia burguesía.

Lo expuesto se podría decir al revés: la fuerza de la burguesía también se demuestra por su capacidad para arrastrar tras de sí a una parte, e incluso a la totalidad de la clase obrera, lo cual expone a las claras el nefasto papel que desempeñan las organizaciones que dicen encabezarla.

La opresión nacional es uno de los ejemplos típicos de esas situaciones en las que se dilucida quién dirige a quién y es un asunto muy importante porque, como decía Lenin, la época imperialista conduce a una “intensificación del yugo nacional” (1). Al dejar la opresión nacional en manos de la burguesía, los neutrales le hacen el mejor favor: le ponen al frente de la clase obrera.

Desde la caída del Telón de Acero en 1990 la “intensificación del yugo nacional” ha conducido a esas paradojas que vienen deslumbrando a muchas organizaciones. Por ejemplo, durante la guerra de los Balcanes, algunos equipararon a la OTAN con el gobierno de Belgrado, una ciudad que estaba siendo bombardeada y agredida, como hoy lo está siendo Siria. ¿Había que tomar partido por un gobierno burgués como aquel?

Sólo hacer ese tipo de preguntas es repugnante. Da la impresión de que cabe alguna duda al respecto. Sin embargo, a ciertos paladines de la clase obrera esas situaciones les sacan de su estupor simplista y su esquematismo infantil. La realidad, el mundo, se presenta en todo su esplendor abigarrado y parece que el movimiento obrero nunca hubiera tenido que hacer frente a este tipo de situaciones complejas.

Nada más lejos de la historia, y se podrían poner muchos ejemplos de lo contrario. Uno de ellos es la invasión de China por Japón en 1934, que cambió por completo las coordenadas del país y, por lo tanto, la estrategia de la Internacional Comunista y del Partido Comunista de China.

Desde 1927 los comunistas habían estado en guerra con los nacionalistas de Chiang Kai-chek, el Kuomintang, cuya línea política no cambió, a pesar del ataque japónes. Al Kuomintang le importaba más el exterminio de los comunistas que el de los imperialistas japoneses. En eso se resumía su “nacionalismo”: preferían combatir a los nacionales que a los extranjeros.

Los amantes de los videojuegos quizá entiendan aquella situación nueva como un trío: imperialistas, nacionalistas y comunistas. Quizá piensen que China tampoco tenía (ni tiene) derechos legítimos o que esos derechos eran (son) “burgueses” y que lo procedente era mantener la lucha contra la burguesía “nacionalista” y contra los imperialistas japoneses al mismo tiempo, “contra los perros grandes y los pequeños”, como decía Mao (2). Al fin y al cabo los perros no dejan de ser perros por su tamaño. ¿Se trataba de permanecer neutrales entre unos y otros perros?

La neutralidad podía haberse visto reforzada por la propia actitud del Kuomintang, que cuando el PCCh les ofreció formar un frente unido contra los imperialistas, no se dio por enterado y siguió combatiendo a los comunistas, mientras Japón se apoderaba del país palmo a palmo.

Pero a diferencia de los neutrales, los comunistas saben quién es su enemigo y a partir de la ocupación japonesa no reconocieron más que un único enemigo, por lo que la traición nacionalista no impidió que mantuvieran su propuesta de unidad que, poco a poco, fue calando entre las masas, incluidas las del Kuomintang, hasta el punto de que el 12 de diciembre de 1936 se produjo uno de esos acontecimientos paradójicos que no aparecen en los videojuegos infantiles: con ocasión de una visita de Chiang Kai-chek a las líneas del frente en Xian, le detuvieron los propios generales de su ejército, que estaban de acuerdo con la propuesta de unidad con los comunistas para hacer frente a Japón de manera conjunta.

Aquellos generales hicieron algo más paradógico aún: avisaron a los comunistas de la captura y les invitaron a cruzar las líneas del frente, por lo que Mao y Zhou En-lai se encontraron cara a cara con su mortal enemigo nacionalista Chiang Kai-chek, alguien cuya traición a China merecía la muerte sobradamente.

No fue aquello lo que ocurrió. Delante de su estado mayor Chiang Kai-chek firmó un acuerdo con los comunistas para combatir de manera coordinada al imperialismo japonés, por lo que fue liberado. Naturalmente Chiang Kai-chek no cumplió el acuerdo, como era de suponer. Entre combatir a los comunistas y combatir a los imperialistas, Chiang lo tenía tan claro que también se lo aclaró a las masas.

A diferencia de los neutrales, los chinos conocen muy bien sus derechos, sus intereses y sus necesidades, y no podían admitir la ocupación japonesa, ni asesinatos en masa, como el de Nankín, donde un año después del acuerdo de Xian, los japoneses asesinaron a 300.000 civiles chinos, una de las mayores matanzas que la historia ha conocido.

A los chinos les quedó muy claro para siempre que si querían luchar por sus derechos, incluidos sus derechos nacionales, no podían acudir a los nacionalistas sino a los comunistas, que la lucha nacional estaba indisolublemente ligada a la lucha contra el imperialismo y que sólo los comunistas eran capaces de enfrentarse a un enemigo así.

Entonces la tarea del Partido Comunista de China era la misma que la de ahora: “Desenmascarar a los seudorrevolucionarios y conquistar la hegemonía”, escribió Mao (3). Por consiguiente, lo que se debe discutir no es si Rusia y Siria tienen derechos, ni si son legítimos, algo que a mí me parece obvio, sino la mejor manera de que los comunistas asuman la dirección de la lucha por la defensa de los mismos.

Pero si alguien cree que ahí sólo hay un asunto nacional, propio de Rusia o de Siria, se equivoca. De Putin dicen que es un “nacionalista”, algo que no dijeron de Yeltsin. Pero no se trata sólo de un problema nacional. En el siglo XX las revoluciones respectivas en Rusia (1917) y China (1949) pusieron a ambos países en el centro del mundo y la liquidación del socialismo en ellos no ha cambiado esa situación porque tampoco se trata sólo de un problema de clase.

Tanto Rusia, como China, son países que han pasado del socialismo al nacionalismo y volverán otra vez al punto de partida más rápidamente que ningún otro porque las espadas siguen el alto: en ellos aún no se ha resuelto ni un problema (modo de producción) ni otro (problema nacional). Por el contrario, se han agudizado, como corresponde a la etapa imperialista en la que vivimos, de la que no deberíamos olvidar nunca que -entre otras cosas- supone una “intensificación del yugo nacional”.

(1) Lenin, El imperialismo fase superior del capitalismo, pgs.142 y 156.
(2) Mao, Sobre la táctica de lucha contra el imperialismo japonés, Obras Escogidas, tomo I, pg.171
(3) Mao, ibid, pg.170.

comentarios

  1. ¡Juan Manuel, hijo (aunque también padre espiritual y es por ello que te leo)!, cada uno es como "Dios" lo hizo y a veces incluso peor y la cosa no tiene remedio.

    La gente trabajadora, que por lo general no se dedica a la vida espiritual ni siquiera mínimamente, si encima alimentan sus espíritus con la basura mediática que se les prodiga por las RTVs y prensa corporativos o esos vídeo juegos de que hablas que no sé en qué consisten, tendrán sus capacidades intelectuales y de interpretación sumamente mermadas, en función de aquello que de positivo o de basura hayan asimilado sus espíritus a lo largo de sus vidas, que tampoco dan para tanto en la mayor parte de los casos.

    Ortega nos previene más o menos mediante los siguientes términos: «El dirigir el sacramento de la palabra (el discurso unificador diría yo) a la mera e irrelevante humanidad, ¡ignorantes de sus propios limites!, fue la forma más sublime y despreciable adoptada por los intelectuales demócratas descarriados de su tiempo». Nietzsche hace una clara distinción entre los más y los menos. Y hay que asumir que todo ello es real y eterna constante inherente a la vida.

    Los católicos a la hora de "unificar" saben perfectamente, desde antaño, cómo lograr que los súbditos "tiren del carro" en la "dirección" que a sus intereses conviene. Y en la forma de lograr que "los súbditos tiren del carro" coincido con ellos y con los buenos generales, como por ejemplo lo fue Aníbal Barca, famoso entre otras virtudes "generales" por su crueldad. Hasta para hacer el bien se debe ser crueles. Triste, pero real.

    Ten cuidado, porque son innumerables y, como les dé a muchos por comenzar a leerte y a ti por responderles, lo vas a tener pero que muy crudo y no vas a dar abasto para cocinar tanto material.

  2. Sorprendido me he quedado viendo que utilizas "mi comentario" para hacer una entrada a un nuevo artículo. Lo cierto es que no tiene nada (o muy poco) en común el tema con el que tratamos (o al menos tu trataste) en tu último artículo en el que escribí un pequeñísmo comentario (mínimo diría yo). La realidad concreta de un pasaje y otro no tienen nada (o muy poco) que ver, por ende el correspondiente análisis y conclusiones deben ser totalmente diferentes (o al menos no iguales). Yo lo único que citico (si puedo hacerlo) es que se oculte el caracter de la política exterior rusa, es decir, el imperialismo. Y es que Rusia es un país imperialista a pesar de que en su pasado fuera donde triunfó en primer luSorprendido me he quedado viendo que utilizas "mi comentario" para hacer una entrada a un nuevo artículo. Lo cierto es que no tiene nada (o muy poco) en común el tema con el que tratamos (o al menos tu trataste) en tu último artículo en el que escribí un pequeñísmo comentario (mínimo diría yo). La realidad concreta de una situación y otra no tienen nada (o muy poco) que ver, por ende el correspondiente análisis y conclusiones deben ser totalmente diferentes (o al menos no iguales). Yo lo único que citico (si puedo hacerlo) es que no llameis (o llames si lo prefieres) a la política exterior rusa por su nombre, es decir, imperialismo. Y es que Rusia es un país imperialista a pesar de que en su pasado fuera donde triunfara por primera vez la revolución proletaria y haber sido ejemplo de praxis revolucionaria para el conjunto del proletariado internacional. A pesar de por todo ello, Rusia actualmente (e incluso desde largos años en la época Soviética) ejerce una política imperialista por pura ley materialista, porque cuando un país concreto llega a un grado de desarrollo determinado del capitalismo esa es su situación normal, porque el capitalismo lo exige, porque necesita expandirse a otros países para obtener más mercados y con ellos más beneficios, punto y final. Si continuamos diciendo, una y otra vez, que Rusia no ejerce como país imperialista estamos negando al proletariado de una estrategia politica independendiente para la revolución y la lucha por el comunismo. La táctica puede ser flexible (con Rusia en Ucrania o con los kurdos en Siria), pero si no partimos de un análisis correcto nos pegaremos una y mil veces contra la pared.

    Por otro lado, de lo que tú tratas en este artículo no tiene nada que ver (nada de nada) con el artículo en el que escribí dicho comentario y menos con las opiniones que viertes sobre Rusia y las guerras (o mejor dicho colisiones) inter-imperialistas que se están dando en la actualidad. Además el artículo está lleno de frases vacías, intentando acusarme (a mí o a gente como yo) de "reaccionario", pero sin proceder a explicar el meollo de la cuestión. Ejemplos como el de China hay cientos, pero es que no tienen nada que ver con la situación actual, y es que por esa regla de tres podría salir algún iluminado dicendo que los comunistas del Estado español deberían aliarse con el movimiento (o como quieras llamarlo) "Podemos", representante de la pequeña y mediana burguesía nacional española, (¿acaso hay alguien que enfatice más el nacionalismo y patriotismo español actualmente?) para acabar con las oligarquías dependientes yankis y europeas.

    Un saludo.

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