Desde hacía 12 años Rusia había puesto a Zakaev en busca y captura, acusado de ser uno de los organizadores del ataque contra el teatro Dubrovka de Moscú en 2002 que causó la muerte de 130 personas, al menos.
La detención de Zakaev en Crimea vuelve a sembrar las sospechas sobre los vínculos de los nazis ucranianos con los wahabitas, en Chechenia y otros países.
Hace unos días en otro artículo (*) pusimos de manifiesto que el terrorista checheno Imran Ajmadov, miembro de la CIA, está a las órdenes de la mujer de Sandro Kvitaskhvili que, a pesar de ser georgiano, es ministro del gobierno golpista ucraniano.
Recientemente algunos diputados de la Rada de Kiev (Yuri Beryoza, Andriy Levus e Igor Moiseychuk) mostraron sus simpatías por el atentado cometido el 4 de diciembre por los terroristas chechenos en Grozny. Los nazis ucranianos hablan de abrir un «segundo frente» de lucha contra Rusia en el Cáucaso.
Aunque no hay datos precisos que lo confirmen, las sospechas se extienden al apoyo que el SBU, el servicio secreto ucraniano presta a los terroristas chechenos.
No obstante, varios indicios apuntan en dicha dirección. Moiseychuk, un antiguo comandante del escuadrón Azov y actual diputado de la Rada de Kiev ha llamado públicamente al asesinato del presidente checheno Ramzan Kadyrov. Ha grabado un vídeo en el que aparece con un fusil de asalto disparando contra un retrato de Kadyrov.
Además, el gobierno de Kiev ha iniciado los trámites para que Kadyrov sea puesto en busca y captura internacional, a lo que el presidente checheno respondió en un programa de televisión diciendo que está dispuesto a dejar su cargo e irse al Donbas a luchar contra el gobierno fascista de Kiev.
Naturalmente los hilos no se quedan ni en Kiev ni tampoco en Grozny. Los nazis ucranianos y los wahabitas chechenos son peones, los últimos tentáculos de la CIA en las fronteras de Rusia o en el interior de la propia Rusia.