La CIA y la mafia marsellesa. Los socialistas, los Guerini y la CIA. (1)

(Extractos de «Marseille
sur Héroïne, la French Connection (1945-1975)»,
de Alfred McCoy)

 
Si las alianzas creadas durante la guerra por los bajos
fondos corsos tendrían importantes consecuencias tras la Liberación para el
tráfico de heroína, constituyendo los cimientos de la futura dinastía criminal
de Marsella, el fin de la ocupación alemana iba a traer tiempos difíciles para
el “ambiente” marsellés. Durante mas de veinte años Carbone y Spirito habían
controlado la mafia, inaugurando nuevas formas de actividad criminal,
organizando el mando y la disciplina y sobre todo estableciendo alianzas
políticas. Ya no estaban, y ninguno de los patrones supervivientes gozaba del
poder ni de las prerrogativas de recoger su cetro. Para agravar las cosas los
enemigos tradicionales, es decir los partidos socialistas y comunistas
permanecieron firmemente unidos hasta mediados de 1946, obligando así a una
alianza entre conservadores y mafia a fin de obtener a toda costa el poder
político. Con ocasión de las primeras elecciones municipales, en abril de 1945,
una coalición de izquierda pone al jefe del Partido Socialista, Gaston Deferre,
en la alcaldía. Rompiendo con los socialistas en 1946, el Partido Comunista
lleva con éxito una campaña independiente y elije su propio candidato a la
alcaldía en noviembre[1]. Por
otro lado, una nueva unidad policial, los CRS (Compagnies
Républicaines de Sécurité) se habían convertido en el azote de la mafia
marsellesa. Formados durante los combates de la Liberación en agosto de 1944,
cuando la mayoría de los policías municipales (que habían sido notorios
colaboradores) desaparecieron[2],
se asignó a los CRS la tarea de restablecer el orden público, buscar a los
colaboradores, perseguir el contrabando y reprimir el tráfico del mercado
negro. Un elevado porcentaje de sus oficiales habían sido reclutados entre los
resistentes comunistas, y cumplieron con su deber demasiado eficazmente para la
tranquilidad del hampa[3].
Pero ésta no tarda en preparar su ascenso al poder, En otoño de 1947, un mes de
sangrientas batallas callejeras, reveses electorales y la intervención secreta
de la CIA privó al Partido comunista del poder y establecieron una
redistribución definitiva de las cartas políticas en Marsella. Cuando las
huelgas y los disturbios finalizaron, los socialistas habían roto todo contacto
con los comunistas, una alianza entre los socialistas y el hampa controlaba la
vida política d Marsella y los hermanos Guerini se habían convertido en los
“árbitros” incontestados del submundo marsellés. Durante veinte años sus
decisiones tendrían fuerza de ley en el seno de la delincuencia. El
enfrentamiento comenzó muy inocentemente en las elecciones municipales del 19 y
26 de octubre de 1947. A
escala nacional, el nuevo partido anticomunista del general de Gaulle (el RPR,
Rassemblement du peuple français) alcanza un confortable éxito electoral en
toda Francia. En Marsella, los conservadores reconstituidos consiguieron
suficientes puestos en el consejo municipal como para descartar un alcalde
comunista y elegir una alcaldía conservadora. Uno de los primeros actos
oficiales de la nueva administración consistió en aumentar las tarifas de
tranvías municipales: una decisión perfectamente inatacable, por estar
perfectamente justificada por la agravación del déficit financiero. Pero esta
medida tendría consecuencias imprevistas.
 
Más de dos años después del fin
de la guerra, Marsella no conseguía liberarse de las ruinas dejadas por los
bombardeos aliados. La tasa de paro era elevada, los salarios bajos; reinaba el
mercado negro y una grave penuria de los elementos más indispensables daba un
aire desesperado a los compradores matinales[4].
Los tranvías tenían una importancia vital para la ciudad, y el incremento de
tarifas tuvo por efecto adelgazar el monedero y provocar la cólera. El
sindicato obrero social-comunista, CGT, replicó mediante el boicot activo de
los tranvías. El conductor que osaba conducir un tranvía quedaba bloqueado por
las barricadas y el lanzamiento de piedras por parte de la población furiosa[5].
La clase obrera de Marsella no estaba sola en su desgracia. En toda Francia los
obreros sufrían las dificultades de una dolorosa recuperación económica. Los
obreros trabajaban largas jornadas para relanzar la producción y sus esfuerzos
se veían mal pagados. Presionados por sus consejeros norteamericanos, los
sucesivos gobiernos franceses bloqueaban los salarios a fin de acelerar la
renovación económica. En 1947 la producción industrial prácticamente había
alcanzado su nivel de antes de la guerra, pero el obrero especialista medio de
París no ganaba mas que el 65% de lo que conseguía en el momento mas fuertes de
la depresión[6]. Llegaba
hasta el hambre, literalmente: el precio de los alimentos se había disparado, y
el obrero medio comía un 18% menos que en 1938. Pudiendo apenas los salarios
cubrir sus gastos de alimentación, los obreros estaban obligados a llevar la
parte mas pesada de los impuestos. El sistema fiscal era tan injusto que el
prestigioso cotidiano Le Monde lo había definido como «más inicuo que el que
había provocado la Revolución francesa»[7].
En Marsella, durante todo el inicio del mes de noviembre, los incidentes
agravaron las tensiones políticas como consecuencia del boicot de los tranvías,
que culminaron con el desencadenamiento de la violencia el 12 de noviembre.
Aquel día fatal comienza con una manifestación matutina de obreros
encolerizados, continuó por la tarde con el apalizamiento de los concejales
comunistas durante una reunión municipal y acabó con un muerto al atardecer[8].
Aquella mañana temprano numerosos millares de obreros se habían reunido frente
al Palacio de Justicia para exigir la liberación de cuatro jóvenes obreros
metalúrgicos detenidos por atacar un tranvía. Cuando la policía conducía a dos
de ellos hacia el tribunal, la muchedumbre se echa encima de los guardias y los
dos hombres escaparon. Animados por este éxito, se busca durante numerosas
horas forzar los cordones policiales, exigiendo que las acusaciones contra los obreros
se retiren. Ante la determinación de las masas, el tribunal se reúne
precipitadamente y hacia las cuatro de la tarde la acusación de reduce a un
delito menor. Los manifestantes se preparan a dispersarse cuando un obrero no
identificado llega gritando «¡Todos a la
alcaldía! ¡Están golpeando a nuestros camaradas!»
[9]
Esta agresión tuvo lugar en el curso de una reunión ordinaria del consejo
municipal, cuando los concejales comunistas habían planteado la cuestión de las
tarifas tranviarias.
 
La discusión se había hecho
virulenta, y algunos de los matones partidarios del alcalde (todos miembros de
la banda Guerini) intervinieron contra los concejales comunistas[10].
La noticia de las agresiones de extendió rápidamente en Marsella y en una hora
cuarenta mil manifestantes se reunieron ante el ayuntamiento[11].
El puñado de policías presentes no pudo controlar la situación hasta que el
antiguo alcalde comunista Jean Cristofol hubo calmado a la multitud. En media
hora se había dispersado, y a las 18:30 todo estaba tranquilo. Mientras que la
mayor parte de manifestantes volvían a sus casas, un grupo de jóvenes obreros
se reúne sobre los muelles y ocupa las pequeñas calles situadas en los alrededores
de la época. Con sus locales de noche y sus burdeles, este sector se consideraba
generalmente como el barrio del hampa. Era notorio que estos establecimientos
controlaban el mercado negro y constituían un legítimo objetivo de la cólera de
la clase obrera. Mientras que las masas invadían las calles rompiendo los
cristales, Antoine y Barthelemy Guerini dispararon contra ellos, hiriendo a
numerosos manifestantes. Por la noche un joven metalúrgico Moria a causa de las
heridas[12].
A la mañana siguiente el diario comunista La Marselleise afirmaba que «Carlini y Vernejoul volvían a los métodos de
Sabiani en la alcaldía de Marsella
». El diario decía que una investigación
había revelado que el ataque del que habían sido víctimas los concejales se
debía a los hombres de Guerini[13].
Esta acusación no fue refutada de manera convincente ni por el periódico
socialista Le Provencal ni por Le Meridional gaullista. En el curso de la
audiencia del tribunal del 16 de noviembre, dos policías testificaron haber
visto a los Guerini disparar contra la gente. En la misma audiencia, uno de los
más jóvenes hermanos Guerini reconoció que Antoine y Barthelemy se encontraban
en aquellos lugares en el momento del tiroteo. Pero cuatro días mas tarde los policías
se retractaron misteriosamente y el 10 de diciembre todas las acusaciones
contra los Guerini se abandonaron[14].
La mañana del 13 de noviembre, al DIA siguiente del tiroteo, la confederación
local de trabajadores llamó a una huelga general, y la ciudad quedó paralizada.
Los trabajadores de Marsella habían alcanzado el punto de ruptura casi al mismo
tiempo que sus camaradas del resto del país. Las huelgas salvajes estallaron
por todos los sitios, en fábricas, en minas y ferrocarriles[15].
Al salir a la calle los militantes obreros para manifestarse por salarios
dignos y por disminuciones de precios, la dirección del Partido comunista fue
obligada, contra su voluntad, a iniciar una acción. El 14 de noviembre, al DIA
siguiente de que los sindicatos de Marsella llamaran a la huelga, la CGT llama
a  una huelga general en todo el país.
Contrariamente a lo que se podría creer, los dirigentes comunistas de la época
estaban lejos de ser  fieros
revolucionarios. Eran en su mayor parte hombres de cierta edad, de tendencia
conservadora, que habían servido a la patria en las filas de la Resistencia y
que ahora aspiraban, por encima de todo, a tomar parte en el gobierno de su
país.
 
La habilidad que habían demostrado en la dirección de la
Resistencia les había ganado el respeto de la clase obrera y, gracias a sus
esfuerzos, los trabajadores franceses sindicados habían aceptado los bajos
salarios tras la guerra, absteniéndose de hacer huelgas en 1945 y 1946. Sin
embargo, su apoyo continuo a la política de austeridad draconiana del gobierno
comenzaba a suponerles menos votos en las elecciones sindicales, y en 1946 un
observador del Departamento de estado norteamericano  declaraba que los dirigentes comunistas «no podían contener el descontento de la base»[16].
Cuando a mediados de noviembre de 1947 las huelgas salvajes y las
manifestaciones estallaron, el Partido comunista se vio obligado a apoyarlas
para no perder la dirección de la clase obrera. En cualquier caso, lo hizo sin
entusiasmo. Sin embargo, a finales de noviembre, 3 millones de trabajadores
estaban en huelga y la economía francesa se encontraba prácticamente
paralizada. Desdeñando la opinión de sus propios expertos, los responsables de
la política exterior norteamericana interpretaron la huelga de 1947 como una
maniobra política del Partido comunista y «temieron» que no fuera mas que el
preludio de una «toma del gobierno». El motivo de esta ceguera era sencillo:
desde mediados de 1947 la guerra fría se había «congelado» y todos los
acontecimientos políticos se consideraban bajo el punto de vista del «conflicto
ideológico mundial que opone el comunismo del este a la democracia occidental[17]».
 
Inquietos por los progresos soviéticos en el Mediterráneo
oriental y por el crecimiento de los partidos comunistas en Europa occidental,
la administración Truman organizó en mayo un plan de estructuración europeo (el
conocido como Plan Marshall), cuyo presupuesto se elevaba a numerosos miles de
millones de dólares, y crea la CIA en septiembre[18].
Decididos a salvar a Francia de un golpe de Estado comunista inminente, la CIA
intervino para ayudar a romper la huelga, escogiendo para ello al Partido
socialista como porra. Tras décadas de investigación, los actores de aquellas
operaciones clandestinas salieron del secreto oficial que les había tapado
durante tanto tiempo. Cuando a principios de 1947 el Congreso USA vota un
presupuesto de 400 millones de dólares para combatir al comunismo, el
presidente Harry Truman «empleó este dinero de forma abierta en Grecia y
Turquía, pero de forma clandestina en Francia e Italia, con la CIA como
intermediario, con el objeto de apoyar a los partidos políticos democráticos[19] ».
Aquel verano, en el caos burocrático que siguió a la creación de la Agencia,
las funciones de investigación fueron repartidas entre el Departamento de
Defensa, el Departamento de Estado y la rama ejecutiva bajo la dirección mas
bien vaga del nuevo director de la CIA. Ante la urgencia de dotarse de una
fuerza de investigación, el National Security
Council creó la OPC (0ffice of Policy Coordination) en junio de 1948, a fin de desarrollar
«una capacidad de acción política secreta», misión mas bien amplia que suponía
operaciones clandestinas tales como la infiltración en los sindicatos.
Financiados por la CIA pero acogidos por el Departamento de Estado y el
Departamento de Defensa, la OPC se desarrolla en esta situación anormal, fuera
de todo control burocrático y mucho mas generosamente financiada que la misma
CIA[20].
 
El fundador de la OPC fue Frank
Wisner, antiguo agente de la OSS que había pasado los años posteriores a la
guerra en Europa reclutando antiguos nazis, en primer lugar a numerosos criminales
de guerra, a fin de enviarles tras las líneas soviéticas. Bajo su dirección
brillante y original, la OPC atraerá rápidamente talentosos veteranos de la OSS
como Thomas Braden y William Colby que compartían la opinión según la cual todo
enemigo del comunismo, ya fuera oficial de la GESTAPO o gangster corso, podía
ser un aliado de Norteamérica[21].
Tal como explicaba Colby, futuro director de la CIA, la OPC de Wisner «actuaba como la orden de los Templarios,
dedicada a salvar la libertad de Occidente de las tinieblas comunista
[22]»
Desde el inicio de la Guerra Fría, la CIA y la OPC decidieron que los
sindicatos eran la clave del combate por Europa occidental. Mediante la
American Federation of Labor (AFL), la cual organizaba ya sus propias redes
clandestinas en Europa, la Agencia se propuso hacer llegar unos dos millones de
dólares a los dirigentes sindicales anticomunistas[23].
«Creo que el interés manifestado por la
AFL/CIO para la protección del puerto de Marsella y otras cosas de este tipo
habían empezado antes de la creación de la Agencia
» declaraba Braden,
responsable de la OPC para estas operaciones. «Tengo la impresión que eran efectuadas por la OSS, o bien por el
ejército, o bien por el Departamento de Estado
[24]».
Es un hecho que a principio del año 1947 el embajador de estados Unidos en
Francia, Jefferson Caffery, había avisado a Washington de que «el poder del Kremlin se extiende cada vez
mas…mediante…el Partido comunista francés y su fortaleza, la CGT
[25]».
En una tácita petición de fondos, el embajador lamentaba que «los dirigentes
sindicales que se oponen al dominio de los comunistas sobre la CGT no hayan
tenido la ocasión (principalmente por falta de dinero) de organizar grupos de
oposición eficaces [26]».
Cuando en 1947 los comunistas convocaron huelgas contra el Plan Marshall, la
CIA, en el curso de una de sus primeras operaciones, lanza un contraataque
secreto. Con la AFL como intermediaria, organiza la primera escisión de un
sindicato europeo haciendo llegar fondos a Leon Jouhaux, dirigente socialista,
que hizo salir a su sindicato, Force Ouvrier, de una CGT controlada por los
comunistas[27]. Sin
reconocer el origen, el presidente de la AFL, George Meany, presumiría mas
tarde de «haber financiado la escisión
del sindicato francés bajo control comunista – nosotros lo hemos pagado, nosotros
hemos conseguido dinero de los sindicatos americanos, nosotros hemos organizado
sus sedes y enviado material
[28]».
 
A primera vista, podría parecer erróneo ver a la CIA
apoyando a un organismo situado a la izquierda como un Partido socialista. En
Francia no existían mas que tres partidos políticos importantes: el socialista,
el comunista y el gaullista, y, por simple eliminación, la CIA se echa en los
brazos de los socialistas. Si el general de Gaulle se mostraba demasiado independiente
para el gusto de los americanos, los dirigentes socialistas, que perdían
rápidamente terreno ante los comunistas, estaban totalmente dispuestos a
colaborar con la CIA. En un artículo del Saturday Evening Post fechado en 1967,
el antiguo director del departamento de asuntos internacionales de la CIA,
Thomas W. Braden, explicaba la estrategia de la Agencia, que consistían en
servirse de la izquierda para combatir a la izquierda: esto fue el trabajo de
Jay Lovestone, el adjunto de David Dubinsky en el Sindicato Internacional de
los Trabajadores del Textil. Habiendo sido el dirigente del Partido Comunista
de  los Estados Unidos, Lovestone tenía
un perfecto conocimiento de las operaciones de infiltración en el extranjero.
En 1947, la comunista CGT lanza una huelga que no consigue paralizar la
economía francesa. Se temía una toma del poder. En esta coyuntura intervienen
Lovestone y su adjunto Irving Brown. Con ayuda de los fondos proporcionados por
el sindicato de Dubinsky crearon Force Ouvrier, un sindicato no comunista.
Cuando escaseó el dinero, recurrieron a la CIA. Así es como empieza la
financiación secreta de los sindicatos libres, que pronto se extendió a Italia.
Sin esta financiación, la historia de la postguerra hubiera sido muy diferente[29]. Los
envíos de la CIA, del orden de un millón de dólares por año, aseguraron al
Partido socialista una sólida base electoral en el seno del movimiento obrero[30], y
dieron a sus dirigentes la potencia política necesaria para enfrentarse a los
trabajadores en huelga. Mientras que el líder socialista de Marsella, Gaston Deferre,
predicaba una cruzada anticomunista desde lo alto de la tribuna de la Asamblea
Nacional y en las columnas de Le Provençal[31], el
ministro de Interior socialista Jules Moch, ordenaba a la policía intervenir
brutalmente contra los trabajadores en huelga[32].
 
Con los consejos y la ayuda del agregado militar
norteamericano en París, Moch pide la incorporación de 80.000 reservistas y
moviliza a 200.000 soldados para luchar contra los huelguistas. Frente a ese
despliegue de fuerza, la CGT suspendió la huelga el 9 de diciembre, tras menos
de un mes de parada laboral[33]. Lo
enfrentamientos mas sangrientos de esta huelga no tuvieron lugar en París, como
dijo Braden, sino en Marsella. Por numerosas razones, era fundamental para la
política extranjera norteamericana conseguir una victoria en Marsella que,
siendo uno de los mayores puertos internacionales de Francia, constituía una
cabeza de puente vital para las exportaciones del Plan Marshall hacia Europa.
Una influencia duradera de los comunistas en la administración del puerto
hubiera supuesto una amenaza al éxito del Plan Marshall y de todo programa de
asistencia posterior. Siendo Marsella la segunda ciudad de Francia, una
victoria duradera de los comunistas sobre el electorado marsellés aumentaría
las oportunidades del Partido comunista de recoger suficientes votos para
formar gobierno (el Partido comunista representaba ya al 28% del electorado y
era el primer partido de Francia). El agravamiento de la ruptura entre los
Partidos comunista y socialista de Marsella, y la actitud anticomunista de
Defferre se habían manifestado ya en el curso de los debates de la Asamblea
Nacional sobre los sangrientos incidentes del 12 de noviembre en Marsella.
Mientras que los portavoces  locales del
Partido comunista habían imputado a los Guerini las violencias sufridas por los
concejales y el asesinato de un obrero metalúrgico, el líder socialista Gaston
Defferre prefirió atacar a los comunistas: «Las
banderas americanas y británicas que ondeaban en el ayuntamiento han sido
arrancadas por las hordas comunistas…Ahora sabemos de que son capaces los
comunistas: yo no dudo que el gobierno extraerá consecuencias. El Partido
socialista deplora esos incidentes, y no tolerará que aquellos que se dicen
diputados lleguen a desafiar la ley
»[34].
Algunos días después, el diputado comunista Jean Cristofol refutó las
acusaciones de Defferre, acusando a su vez a los malhechores a las órdenes de
Guerini de estar a sueldo de los partidos gaullista y socialista de Marsella.
Cuando Defferre se levanta para negar que el ni siquiera conoce a Guerini, otro
diputado comunista le recuerda que un primo de Guerini era redactor en jefe de
su diario Le Provençal. Después tomó la palabra para revelar algunos signos
inquietantes del renacimiento del hampa marsellés: los colaboracionistas eran
pasados a libertad condicional y los funcionarios autorizaban la reapertura de
los locales nocturnos, entre los que figuraba el Club Parakeet de los Guerini.
Estos locales habían sido cerrados en junio de 1947 por orden del mismo
Cristofol, entonces alcalde de la ciudad[35].



[1] Agulhon
et Barrat, CRS de Marseille, Pág.  144.

[2] nlion, Les FTB pp. 292-93.

[3] Agulhon et Barrat, CRS de Marseille,
Pág.  46-47, 75-77.

[4] Castellari, La Belle Histoire. . .págs. 218-19.

[5] Agulhon et Barrat, CRS de Marseille, p.
145
.

[6] Ioyce Kolko et Gabriel Kolko, The Limits
of Power [N ew York, Harper& Row, 1972), pág. 157.

[7] Ibid., Pág. 440.

[8]  Agulhon et Barrat, CRS de Marseille, págs.
145-146.

[9]  Ibid., Pág. 147.

[10] Ibid., Pág. 148.

[11] 1bfd., Pág. 171.

[12] 1bid., págs. 149-150.

[13] La Marseillaise (Marseille), 13 noviembre 1947

[14] La Marseillaise, 17 et 21 noviembre et 10 diciembre 1947

[15] Kolko et Kolko, The Limits of Power, p.
396

[16] Ibid., p. 157.

[17] Walter Lafeber, America, Russia and the Cold Mr (New York,
Iohn Wiley and Sons, 1967), p. 47

[18] lbid.,
pp. 48, 56.

[19] John Ranelagh,
The Agency : The Rise and Decline of the CIA (New York : Simon & Schuster), p. 131.

[20] Comisión
senatorial sobre las actividades del gobierno, « History of the Central
Intelligence Agency », Supplementary Detailed Staff Report on Foreign an
lwlitary (Government Printing Ofice, Rapport du Sénatn° 94-755), pp. 25-37.

[21] ]ohn Loftus, The Belarus Secret (New York : Knopf,
1982), pp. 105-29; Vfllian Colby, Honorable Men :My Life in the CIA (New York :
Simon& Schuster, 1978), pág. 75.

[22] Colby,
Honorable Men, pág.  73

[23] Ronald L.
Filippelli, American Labor and Postwar Italy, 1943-1953 (Stanford :
Standford University Press, 1989), pp. 112-113

[24] Tom Braden hizo estos comentarios en noviembre de 1983. Cf Ranelagh, The Agency pp. 247-48

[25] . Peter Weiler,
«The United States,
International Labor, and the cold War : The Breakup of the World Federation of
Trade Unions », Diplomatic History  5 n° 1 (1981), pág. 12

[26] Trevor Barnes, « Le secret de la guerre froide : la CIA et la
politique étrangère américaine en Europe, 1946-56 », 1er partie, Historical
Journal 24, n° 2 (1981), pp. 411-12

[27] Filippelli, American Labor;
pp. 112-13. Algunos meses antes de «provocar» la escisión entre las fracciones
comunista y socialista de la CGT, el dirigente obrero socialista Leon Jouhaux
había estado (…) en Washington para reunirse con miembros de la administración
Truman. Le Monde (Paris), 12 mayo de 1957.

[28] Filippelli, American Labor; p. 113.

[29] Thomas
Braden, « Soy feliz de que la CIA sea “inmoral” », Saturday Evening Post 20
mayo 1967, p. 14.

[30] Ibid. No era la primera vez que los servicios de
inteligencia norteamericanos empleaban este modo de financiación secreto para
crear disensiones en las filas del movimiento obrero francés. Durante la
Segunda Guerra Mundial, la rama
Travail de la OSS, dirigida por Arthur Goldberg, procuró fondos a
la «dirección socialista de la CGT clandestina, pero rechazó categóricamente
proporcionarlos a los elementos comunistas de la misma organización. Esta
postura ocasionó un grave incidente que envenenó las relaciones entre  (…) los partidos citados ( R. Hams Smith, OSS
: The Secret History of American’s First Central Intelligence Agency (Berkeley,
University of California Press1972. p 182

[31]  Le Provençal (Marseille), 8-9 et 14 noviembre
1947.

[32] «Es entonces cuando los dirigentes de la fracción Force Ouvrier se
separan definitivamente de la CGT y fundaron, con ayuda de las
organizaciones  sindicales norteamericanas,
la organización que aún lleva ese nombre
» Jacques
Julliard, la IV République, Paris, Calmann-Lévy 1968, pág.  124.

[33] Kolko et Kolko, The Limits
of Power, p. 370.
Esta
alianza entre la CIA y los socialistas fue aparentemente precedida de complicadas
negociaciones. En el curso de una visita a Washington en mayo de 1949, el
dirigente del Partido socialista Leon Blum declaró a un periodista francés:
«Numerosos diplomáticos americanos con (…) los que he hablado están convencidos
de que el socialismo puede serla mejor defensa contra el comunismo en Europa».
La prensa norteamericana informó mas tarde que el secretario del Tesoro del
presidente Truman había exhortado a Blum a reunir a los partidos no comunistas
y expulsar a los comunistas del gobierno. (Le Monde, Paris, 12 mayo 1967).56.
Le Provençal, 14 noviembre 1947.57. La Marseillaise, 14 noviembre 1947. 

[34] Le Provençal, 14 noviembre 1947.57. La Marseillaise, 14
noviembre 1947. 

[35] La Marseillaise, 14 noviembre 1947. 

comentarios

  1. ● Mientras que no se acabe con el sistema capitalista, el dinero seguirá comprando y prostituyendo todo; lo que dice muy poco en favor del ser "humano". Esa es la moraleja que extraigo de este excelente trabajo.
    ● Vamos, pues, a cantar con Larralde "Manea"
    «El hombre quiere gozarla… solo, el hombre quiere que cinche… otro,
    » ninguno sienta vergüenza, ninguno culpe a ninguno,
    » la culpa la tiene el hombre… solo.»
    ● Ta' buena la cosa: pues, si consideramos la diversidad que por el sistema capitalista se genera: Putas, mamporreros (perros consentidos con o sin uniforme), hampones, politicastros, leguleyos, plumíferos (no confundir con escritores), muy diversos gestores del consorcio de los cielos en la tierra, sus excelencias los más diversos magisters poseedores de feudos sin necesidad de base territorial alguna (aristo-obreros por mor de las plusvalías generadas por los de más abajo, gente superior que ya nacieron mirando por sobre el hombro precisamente a los de más abajo: la pucha que los tiró a esos hijos de la más grande ramera que es la Roma moderna), mendigos, trabajadores…

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