Las formas de dominación del Estado burgués (VII)

Juan Manuel Olarieta

La lucha del proletariado por la democracia en la etapa imperialista

Si en el siglo XIX el proletariado luchó por la democracia, cuando la burguesía estaba interesada en eso mismo, con más razón debía seguir luchando por dicho objetivo cuando la burguesía le volvió la espalda, una situación que se produjo con la entrada del capitalismo en su fase última, el imperialismo, que Lenin caracterizó por la tendencia a la reacción «en toda línea», «a la dominación y no a la libertad» (23). Como explicó luego en los prólogos a su obra «El imperialismo fase superior del capitalismo», Lenin tuvo que expresarse en un lenguaje «servil» a causa de la censura zarista, lo que le obligó a centrarse en los aspectos teóricos y económicos del imperialismo, formulando las «indispensables y poco numerosas observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia».

Tras la muerte de Lenin el movimiento comunista internacional tuvo que continuar el análisis en el punto en el que lo dejó, en el terreno político: ¿que consecuencias políticas tuvo la transición del capitalismo a su fase superior? La respuesta a esta pregunta la dio la Internacional Comunista sin necesidad de recurrir al lenguaje «servil» ni a la «prudencia» de Lenin gracias a la Revolución de 1917, definiendo como fascismo aquella tendencia política hacia la reacción propia de la época imperialista de la que había hablado Lenin. ¿Qué es el fascismo para el movimiento comunista internacional? En 1928, cuando en Berlín aún los nazis no estaban en el gobierno, Dimitrov respondió: «Hemos de darnos perfectamente cuenta que el fascismo no es un fenómeno local, temporal o transitorio, sino que representa un sistema de dominación de clase de la burguesía capitalista y de su dictadura en la época del imperialismo y de la revolución social» (24). El fascismo, dice Dimitrov, «no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía» (25). No cabe duda de que el fascismo supone bastantes más cosas, pero por ahora bastará con dejar éstas apuntadas.

La concepción comunista sobre el fascismo es la única que responde de manera precisa a su naturaleza de clase como régimen político y, desde luego, está en abierta contradicción con la que viene difundiendo la burguesía, a saber, que el fascismo es cosa del pasado, de una determinada etapa a la que denominan «periodo de entreguerras» en Europa o a países y momentos concretos de Latinoamérica. Pero hay que ser comprensivos con esas limitaciones propias de tal clase social: cuando la burguesía habla del fascismo, habla acerca de sí misma, de su forma de dominación, y cuando se mira al espejo no le gusta lo que ve; entonces vuelve a recurrir al maquillaje, a los enjuagues y disfraces. Para ella se trataría de un régimen político de excepción, es decir, una «dictadura» en el sentido clásico de la palabra que antes ha quedado expuesto, lo cual da lugar a una concepción de la historia como si de un guante reversible se tratara: los países pasan de la democracia al fascismo pero luego retornan a su «auténtico estado», que es siempre la democracia. Cuando el guante se vuelve del revés el «auténtico estado» de la democracia es la masacre, los desaparecidos, los exiliados y los torturados. Luego es tarea de los periodistas e historiadores borrar estos asuntos desagradables de la memoria histórica, como si nada hubiera pasado.

Sin embargo, para los marxistas la historia es sustancialmente irreversible. El fascismo no es, pues, el pasado sino el futuro del capitalismo. De la tendencia del imperialismo a la reacción deriva una pregunta obvia: cualquiera que sea la caracterización del régimen político de un país capitalista, en el futuro los comunistas ¿deben esperar que se amplíe el círculo de las libertades y los derechos democráticos o, por el contrario, deben adoptar todas las medidas necesarias para hacer frente a la represión, a la ilegalidad y a la clandestinidad? Dado que la represión fascista no se limita a los comunistas sino que empieza por ellos, como dice el conocido poema de Bertold Brecht, ¿no deberán poner en el primer plano de su programa la lucha por la libertad y la democracia?, ¿no deberán alertar de ello a las masas a fin de que estén prevenidas?

En su informe al VII Congreso de la Internacional Comunista, Dimitrov criticó los complejos de los comunistas polacos a la hora de reivindicar la democracia «de un modo positivo» para no despertar «ilusiones democráticas». Hoy ese complejo sigue existiendo, lo que favorece extraordinariamente el proceso de fascistización en muchos países europeos, donde los semirrevolucionarios no saben apreciar la importancia de la libertad. Les sabe a poco, seguramente porque la burguesía les concede todas las facilidades imaginables que a los comunistas les niega. Por eso ellos olvidan que Dimitrov exigía defender «palmo a palmo las condiciones democráticas arrancadas por la clase obrera en años de lucha tenaz» (26).

Como cualquier otro régimen político, el fascismo hay que analizarlo en concreto, según la historia de cada país. Como dijo Dimitrov, en cada uno de ellos el fascismo adopta variedades nacionales que los comunistas tienen que tomar en cuenta a la hora de confeccionar su programa político. En particular, si en los países más avanzados en los que triunfó la revolución burguesa el fascismo es un futuro cercano y amenazador, en aquellos otros en los que dicho proceso no se cumplimentó, el futuro se aferra al pasado y el fascismo enlaza directamente con las más negras tradiciones feudales autóctonas. Ese retorno al pasado, esa mezcla de un pasado de pesadilla con una modernidad siniestra ha sido otra fuente de paradojas y discusiones políticas dentro del movimiento comunista en muchos países. España es uno de los casos típicos, porque los 80 años de fascismo heredan a los 400 de Inquisición y no es fácil averiguar dónde acaba una y empieza el otro.

Notas:

(23) Lenin, El imperialismo fase superior del capitalismo, Obras Escogidas, tomo I, pgs.772 y 781.
(24) Dimitrov, Acerca de las medidas de lucha contra el fascismo y los sindicatos amarillos, Obras Escogidas, tomo I, pg.425.
(25) Dimitrov, La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, Obras Escogidas, tomo I, pg.581.
(26) Dimitrov, La ofensiva del fascismo, cit., pg.676.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo