La empresa china de transportes Didi Chuxing, una especie de Uber, ha tenido que abandonar Wall Street. Poco a poco los gigantes tecnológicos chinos se tienen que marchar de unos mercados a los que calificaron como “neoliberales” porque, según decían, la nacionalidad no importa; sólo el dinero.
La luna de miel sólo ha durado siete años. Alibaba llegó a la Bolsa de Nueva York en 2014 y veremos lo que tarda en marcharse.
Es otra demostración adicional del hundimiento de una teoría, la neoliberal, que ha soltado las lágrimas de los reformistas durante 30 años. Las empresas entran y salen de los mercados porque los Estados y los gobiernos ponen el pulgar hacia arriba… o hacia abajo.
Al principio los caciques de Washington ponían el pretexto del espionaje para sacudirse de encima a las empresas tecnológicas chinas. Ya no se preocupan de invocar ningún motivo: las empresas no pueden cotizar en Wall Street porque son chinas.
Las empresas como las personas, tienen su DNI, su pasaporte y su visado, que no siempre está en regla. Estados Unidos ha inventado las empresas “sin papeles”, capitales emigrantes que tienen que ser expulsados como los “espaldas mojadas” de Río Bravo.
Didi Chuxing está presente en varios países latinoamericanos como Brasil, México, Argentina, Colombia o Chile. Tiene más de 15 millones de conductores y casi 500 millones de usuarios. Ahora se prepara para emigrar de la bolsa de Nueva York a la de Hong Kong y, mientras hace la mudanza, ha perdido casi dos tercios de su capitalización.
Tras el anuncio, las grandes empresas chinas de comercio electrónico, Alibaba, JD.com y Pinduoduo, que cotizan en Wall Street, fueron rechazadas por los especuladores como si tuvieran el “covid”.
Las acciones de Alibaba han caído a su nivel más bajo en casi cinco años y se rumorea que es el próximo candidato a salir, después de Didi Chuxing.
El jueves de la semana pasada la SEC, la comisión que regula los mercados financieros en Estados Unidos, había anunciado que las cuentas de las empresas extranjeras que cotizan en Estados Unidos deberían poder ser auditadas. En caso contrario serían excluidas del mercado.
Como es natural, las empresas chinas no quieren ser auditadas, es decir, espiadas, por los estadounidenses.
Así es la hegemonía. Wall Street y el gobierno de Washington regulan, controlan, vigilan, supervisan e incluso sancionan a cualquier empresa mundial. Las que quieren escapar al control son los que no lo aceptan.