Una proeza de la ingeniería soviética: los submarinos de titanio

La Guerra Fría también llegó a las profundidades de los océanos, donde una parte significativa de la disuasión nuclear se lograba mediante submarinos. Pero hubo diferencias. Mientras el ejército estadounidense siguió construyendo submarinos de acero, Moscú, fiel a su tradición de ingeniería de vanguardia, tomó otro camino: diseñar sus propios submarinos utilizando el titanio, un material que ninguna otro país se había atrevido a emplear.

En comparación con el acero, el titanio presenta ventajas significativas: es mucho más ligero, resistente a la corrosión del agua de mar altamente salina y no magnético. Por lo tanto, los submarinos rusos (la clase Alfa y sus sucesores, la clase Sierra) eran indetectables para el sonar occidental. Perfectos para aproximarse sigilosamente a las costas enemigas, podían alcanzar profundidades de hasta mil metros, inaccesible para los torpedos adversarios.

La joya de la corona fue la Clase Alfa. Introducidos en los años setenta, los Alfa estaban diseñados para destruir portaaviones. Su casco albergaba un reactor de plomo-bismuto que les permitía alcanzar velocidades submarinas de más de 76 kilómetros por hora. Eran increíblemente rápidos, profundos y maniobrables. Para la OTAN, un Alfa era una pesadilla: podía evadir un ataque, sumergirse a profundidades seguras y contraatacar con una velocidad devastadora.

La ingeniería soviética forzó a la Marina estadounidense a desarrollar nuevas armas antisubmarinas, como el torpedo Mark 48.

Los submarinos de titanio soviéticos formaban parte integral del arsenal nuclear de la URSS. La mayor parte de ellos tenían armas nucleares tácticas. Estaban diseñados para llevar torpedos con cabezas nucleares. El objetivo no era un ataque estratégico a tierra, sino batallas navales. Un torpedo nuclear, detonado cerca de un grupo de portaaviones estadounidense, podría destruir múltiples barcos de una vez, una misión perfecta para un cazador veloz y profundo como los de la clase Alfa.

Algunas clases más grandes y especializadas de submarinos de titanio estaban armadas con misiles de crucero con carga nuclear para ataques a tierra. El ejemplo más notable es el de clase Papa (Proyecto 661 Anchar), el primer submarino de titanio, apodado “El Pez de Oro”, un submarino experimental armado con 10 misiles de crucero P-70 Ametist, cada uno de los cuales podía llevar una ojiva nuclear convencional o una nuclear.

Pero el titanio no es un material fácil de trabajar. Solo se funde a temperaturas muy altas (1668°C, en comparación con los aproximadamente 1370°C del acero) y se oxida inmediatamente al contacto con el oxígeno.

La fabricación de los cascos requería talleres completamente herméticos para su soldadura, una infraestructura excepcional, fábricas presurizadas y personal altamente cualificado. Su soldadura requería atmósferas controladas de argón y el proceso de construcción era lento y complejo.

La URSS lenvantó talleres completamente herméticos en Severodvinsk, diseñados específicamente para soldar titanio. Eran los únicos en el mundo capaces de fabricar cascos de submarinos con dicho material.

Estados Unidos, por su parte, nunca se atrevió a dar el paso. Si bien la Armada estadounidense evaluó el titanio a finales de la década de los sesenta, lo consideraron demasiado caro y complejo de trabajar. Los ingenieros estadounidenses, por lo tanto, prefirieron seguir utilizando cascos de acero de alta resistencia, que eran más sencillos de producir y mantener.

El otro gran problema del titanio es que es prácticamente imposible de reparar. Aunque soporta mejor las altas presiones, una simple grieta en el casco bastaba para enviar el submarino de vuelta a la fábrica. En tiempos de guerra, esto era un lujo que el Pentágono no podía permitirse.

Rusia fabricó todos sus submarinos en titanio hasta principios de los noventa, justo antes del colapso de la Unión Soviética, que puso fin al programa. Hoy en día, ningún submarino ruso se construye en titanio. Las clases Yasen, Borei y Lada, que conforman el núcleo de la flota actual del país, fueron diseñadas en acero de alta resistencia.

La era de los submarinos de titanio parece haber terminado, pero la URSS fue el único páis capaz de construirlos, buscando defenderse de Estados Unidos mediante el avance tecnológico.

El submarino nuclear K-278 Komsomolets

El submarino nuclear K-278 Komsomolets no era uno cualquiera; era la única unidad de la clase Mike, una maravilla tecnológica soviética con un casco de titanio que le permitía alcanzar profundidades récord. Se impulsaba mediante un reactor nuclear y portaba dos torpedos con cabezas nucleares.

Se hundió en el Mar de Noruega en 1989 debido a un incendio que se inició en un compartimiento de la popa y que, tras provocar una cadena de fallos, hizo imposible salvar la nave.

Mientras navegaba sumergido a unos 335 metros de profundidad, un cortocircuito en la sala de mandos auxiliar de popa provocó un incendio. Las llamas, alimentadas por el sistema de aire comprimido y posiblemente por fluidos hidráulicos inflamables, se propagaron rápidamente a través de las penetraciones de los cables.

El fuego causó múltiples fallos eléctricos y el reactor nuclear se apagó automáticamente, lo que dejó al submarino sin propulsión. La tripulación realizó una emergencia de soplado de los tanques de lastre, logrando que el submarino emergiera 11 minutos después de iniciado el incendio. Se enviaron señales de socorro y la mayoría de la tripulación pudo abandonar la nave.

El incendio continuó alimentándose del aire comprimido y causó daños estructurales irreparables. Aproximadamente cinco horas después de haber salido a la superficie, el Komsomolets se hundió en las aguas del Mar de Barents, a una profundidad de 1.680 metros.

Ahora yace en el lecho marino.

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