Una paradoja de la ciencia moderna que no conduce al Apocalipsis

Juan Manuel Olarieta

A principios de febrero leí un artículo científico publicado en la revista Nature sobre la pérdida de “masa” de hielo en la Antártida (1) que, por la convencionalidad de su tesis, se reproduce por varios lugares con títulos tan atrayentes como “Estamos alcanzando un punto sin retorno en el deshielo de la Antártida” escrito por el biólogo Santiago Campillo (2).

Pero pocos días después me encontré con otro artículo de unos científicos de la NASA que sostenían todo lo contrario, reproducido luego con titulares tales como “¿Fin del cambio climático? La Antártida está ganando más hielo del que pierde” (3).

En el plazo de muy pocos días dos estudios, cuya naturaleza científica ahora no voy a discutir, exponen dos tesis contradictorias, la primera de las cuales es la dominante, o al menos así lo parece.

La tesis dominante se expresa en unos términos tan dogmáticos como contundentes, ya que si sus consecuencias son ciertas, resultan alarmantes. A partir de un deshielo “masivo” de la Antártida, el planeta va hacia un desastre sin precedentes.

La tesis contraria, acomplejada por la furia con la que se manifiesta la anterior, se tienta la ropa y califica al estudio de la NASA como “polémico”, como son siempre las tesis minoritarias. A diferencia de lo dominante, lo polémico es discutible, es decir, se lo puede criticar, algo que no ocurre con lo dominante, salvo que pretendas enfrentarte a los científicos que, como es bien sabido, se creen en posesión de la ciencia, es decir, se creen que la ciencia son ellos, como Luis XIV creía que el Estado era Él.

Casi todos los relatos que pasan por “ecologistas” están cortados por el mismo patrón y son, en su mayoría, exposiciones puramente ideológicas. Su “ciencia” y su dogmatismo son impostados, una fachada que encubre la debilidad de sus fundamentos.

Eso que algunos llaman “ecología” es la Biblia protestante con un formato moderno, una nueva versión del apocalipsis. El hombre perdió el paraíso por sus pecados y perderá la Tierra por los mismos o parecidos pecados.

Es el destino luterano expresado con nuevos instrumentos de medida: la Tierra pierde biodiversidad y lo seguirá perdiendo en el futuro, las temperaturas aumentan y seguirán aumentando siempre en el futuro, el nivel del mar está subiendo y seguirá subiendo hasta que nos ahoguemos todos bajo las aguas…

No hay remedio. Ya es tarde para todo. No podemos hacer nada.

A mi me resulta suficiente leer los titulares catastrofistas en que se expresan habitualmente estos asuntos para sospechar que estamos en presencia de una patraña, aunque sólo sea por una razón: si no sabemos la causa de un fenómeno, que es un acontecimiento pasado del que podemos esperar alguna certidumbre, mucho menos podemos divagar sobre sus consecuencias, que son acontecimientos futuros, posibles, sobre los que sólo cabe especular.

El contraste entre las dos noticias da para escribir todo un tratado sobre la lamentable deriva de la ciencia contemporánea. Por ejemplo, si damos por buenos ambos artículos, deberíamos concluir que -como ya sabíamos- la teoría de la falsabilidad de Popper es una estupidez soberana.

Pero habría que ir mucho más allá: lo que es una estupidez rematada es el positivismo, una ideología que la mayor parte de los científicos confunden con la ciencia misma. A los científicos les gusta esconderse en eso que ellos califican como “hechos”, que cuidan mucho de separar tajantemente de las “opiniones” que se puedan mantener sobre ellos.

Pero en este caso el “hecho”, es decir, el incremento o la disminución de la “masa” de hielo en la Antártida no es tal. No es un “hecho” sino algo distinto: su medición.

Ahí encontramos otro vicio enraizado en la ciencia moderna: la reducción de los “hechos” a su dimensión cuantitativa. Algunos se han hartado de repetir que sólo hay ciencia sobre aquello que se puede medir, una tesis disparatada que hubiera exasperado al gran Hegel.

Sobre los “hechos” y sus mediciones se puede -y se debe- debatir, como sobre cualquier otro asunto científico, entre otras razones porque hay muchas maneras de medir; todas ellas son diferentes y arrojan resultados distintos.

En lo que al hielo de la Antártida se refiere, los numerosos artículos escritos son un confuso amasijo en el que no es posible saber a qué mediciones se refieren quienes los escriben, porque unas veces hablan de la “masa” de hielo, otras al “volumen” y otras a la “superficie” helada, como si todo fuera lo mismo.

La confusión aumenta de grado cuando estas noticias se trasladan mecánicamente al terreno del llamado “cambio climático”, habitualmente como una demostración del calentamiento del planeta. Cada día hace más calor, el nivel de las aguas sube un poco más, los glaciares menguan…

Es una verdadera manipulación. La temperatura en un determinado punto del mundo, como la Antártida, es una magnitud física, mientras que el calentamiento -o enfriamiento- del planeta ni siquiera es -en sentido estricto- una magnitud, sino más bien un promedio estadístico.

Hay un auténtico abuso cotidiano de fenómenos meteorológicos locales para inducir a los lectores a favor o en contra del “cambio climático”. No hay comienzo de año en el que no leamos que el anterior ha sido en tal o cual lugar el más caliente -o el más frío- de la historia (4), lo cual es otra de las estupideces más repetidas.

En la Antártida la “masa” de hielo está aumentando en unas zonas al mismo tiempo que está disminuyendo en otras, lo cual indica que, además de la temperatura, hay otros condicionantes que influyen sobre ella, como el viento o las corrientes marinas. Por lo tanto, dicho aumento, si es que existe, es compatible con la subida de las temperaturas, si es que existe; y al revés.

En este asunto sólo hay una cosa segura: tanto si la Antártida pierde como si gana “masa” de hielo, las consecuencias no serán apocalípticas en ningún caso. El Apocalipsis es como el resto de la Biblia y, además, no tiene nada que ver con la ciencia.

Notas:

(1) The safety band of Antarctic ice shelves, http://www.nature.com/nclimate/journal/vaop/ncurrent/full/nclimate2912.html
(2) http://www.cambioclimatico.org/contenido/estamos-alcanzando-un-punto-sin-retorno-en-el-deshielo-de-la-antartida
(3) http://www.greenplanet.es/2016/02/fin-del-cambio-climatico-la-antartida.html

(4) http://www.lmneuquen.com/el-calentamiento-global-y-otro-nuevo-record-historico-n507348

comentario

  1. Pues es una pena. Con esto del cambio climático por lo menos no pasaba frío en casa en invierno (no hay dinero jeje)

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