La siberiana, de 30 años de edad, fue detenida en julio del año pasado y condenada a 18 meses de prisión en abril, una condena excesivamente benigna como para sostener los titulares de la prensa estadounidense, que la califican como “espía” responsable de la injerencia en los asuntos internos del Tío Sam.
El tribunal falló que Butina carecía de vínculos con el servicio de inteligencia ruso, pero a los intoxicadores de El País eso les importa un bledo y sostienen lo contrario (*).
La fiscalía calificó su actividad como un “espionaje liviano” después de que ella misma se pusiera la soga al cuello y confesara algo que, a todas luces, no tiene ni pies ni cabeza. En diciembre se declaró culpable de actuar como agente de un país extranjero sin notificárselo formalmente al gobierno de Washington, una confesión forzada para que la condena fuera benigna.
Su juicio fue un montaje en toda regla. La detuvieron un día antes de que Trump se reuniera con Putin en Helsinki para socavar la cumbre entre ambos.
La acusaron de “conspirar” para “promover los intereses de Rusia” y tenemos dudas si en Estados Unidos también es delito promover los intereses de Suecia, o de Paraguay, o de Tanzania. ¿O sólo es delito promover los de Rusia?
Otra duda que nos queda es si en Rusia será delito promover los intereses de Estados Unidos…
Butina era una estudiante de la Universidad de Washington, donde vivía con un dirigente del partido republicano. También mantenía lazos con la NRA, la Asociación Nacional del Rifle, el grupo de presión que defiende el derecho a portar armas.
Como buena siberiana era cazadora y miembro de “Pravo na oruzhiye” (Derecho a las armas), una organización rusa partidaria del derecho a portar armas de fuego.
(*) https://elpais.com/internacional/2019/04/26/estados_unidos/1556297289_553187.html