Una de las lavadoras suizas de dinero negro queda al descubierto

Suiza es un país apacible que se encarga de lavar el dinero negro de los grandes capitales internacionales, gracias al secreto bancario. Pocas cosas más interesantes pueden ocurrir en Suiza que la filtración de las cuentas corrientes de un banco, como ha ocurrido con el Credit Suisse, que es el segundo en la jerarquía del país helvético.

El domingo decenas de medios de comunicación de todo el mundo publicaron información sobre los registros bancarios de 18.000 clientes considerados “sensibles por sus vínculos con funcionarios corruptos, autócratas de Oriente Medio o jefes del espionaje.

La filtración se ha llamado “Swiss Secrets” y ha sido coordinada por la misma organización que está detrás de los Papeles de Panamá y el Proyecto Pegasus: el Organized Crime and Corruption Reporting Project. A diferencia de otras, se trata de un acto de piratería informática aceptada y admitida.

El objetivo de estas filtraciones es sacar el dinero de Suiza para paliar la crisis financiera de Estados Unidos y otras grandes potencias.

Los documentos son principalmente datos financieros, como cuentas bancarias, así como “banderas rojas internas” que eran tan conocidas como ignoradas.

Son 18.000 cuentas con 100.000 millones de dólares en activos. Algunas cuentas se remontan a la década de los cuarenta, por lo que el Credit Suisse asegura que la mayoría de las cuentas ya han sido cerradas.

Las leyes sobre el secreto bancario de Suiza han convertido al país en un refugio para ocultar el saqueo y las operaciones de falsa bandera. En 2014 Credit Suisse llegó a un acuerdo con Estados Unidos para pagar miles de millones de dólares en restitución. Pero el Departamento de Justicia y la Comisión de Finanzas del Senado están investigando si los estadounidenses siguen teniendo activos no registrados en el banco.

Además, el banco fue juzgado recientemente por ayudar a una estrella búlgara de la lucha libre y a un contrabandista de cocaína a blanquear millones.

Entre los clientes identificados en la filtración se encuentran dirigentes fácilmente identificables, como el rey Abdullah II de Jordania, que tenía seis cuentas, incluida una con un saldo de más de 224 millones de dólares.

También aparece el oscuro jefe de la inteligencia pakistaní de los años ochenta, el general Ajtar Abdur Rahman Khan, que ayudó a canalizar armas y dinero de Estados Unidos a los talibanes. En 1985, el mismo año en el que Reagan pidió un mayor control de la ayuda a Afganistán, se abrió una cuenta a nombre de tres de los hijos del general Khan. Años después, la cuenta creció hasta los 3,7 millones de dólares.

Saad Kheir, jefe de la agencia de inteligencia jordana, abrió una cuenta en 2003, el mismo año en que Estados Unidos invadió Irak, que acabó conteniendo 21,6 millones de dólares.

Otra de las cuents pertence a Billy Rautenbach, un magnate de la minería que acabó siendo sancionado por Estados Unidos por su papel en la financiación de la violencia que rodeó las elecciones de 2008 en Zimbabue. Las cuentas se abrieron semanas antes de que un acuerdo minero pagara 100 millones de dólares al gobierno del antiguo dirigente de Zimbabue, Robert Mugabe, y a su gobierno.

En el listado aparece Nervis Villalobos, antiguo viceministro de Energía de Venezuela. El banco suizo abrió una cuenta para Villalobos en 2011 en la que depositó millones a pesar de que el dinero procedía de la corrupción.

Rodoljub Radulović, alias Misha Banana, un mafioso balcánico y narcotraficante, disponía de dos cuentas en Credit Suisse, una de las cuales contenía casi 3,4 millones de francos suizos.

Otras cuentas pertenecen a Alaa y Gamal Mubarak, hijos del antiguo dirigente egipcio Hosni Mubarak. Fueron titulares de seis cuentas, incluida una con casi 200 millones de dólares en 2003.

De las docenas de medios de comunicación que han recibido los documentos de la filtración, ninguno es suizo porque Suiza tiene leyes que prohíben a los periodistas escribir sobre documentos bancarios filtrados.

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