El primer semestre de 2019, el turismo internacional creció un 4 por ciento a nivel mundial por décimo año consecutivo, según un reporte anual de la Organización Mundial del Turismo (OMT). En total, el número de turistas internacionales creció hasta los 671 millones, 30 millones más que en el mismo periodo de 2018
(Informe OMT, septiembre de 2019)
“La mayoría de los turistas pertenecen a las zonas económicamente más ricas del planeta, y una buena parte de ellos van a países los cuales los emigrantes abandonan por razones económicas o políticas.
Estos dos amplios movimientos, el turismo y la emigración, de característica explícitamente provisional el primero y aspirando el segundo a una larga duración o a la permanencia, definen la ambivalencia de un mundo en el cual no deja de aumentar la distancia entre los más ricos de los ricos y los más pobres de los pobres”
(Marc Augé. El tiempo en ruinas)
Entre 1950 y 1998 el número de turistas internacionales había aumentado veinticinco veces, de 25 a 650 millones. Se estima que en 1997 se realizaron unos cuatro mil millones de viajes turísticos en el mundo.
François Vellas hace notar que todo el aumento del turismo en el mundo durante la segunda mitad del siglo XX, se encuentra en cinco países: Estados Unidos, Italia, España, Francia y el Reino Unido, que recibieron un 42 por ciento de las visitas de turismo en total.
La diferenciación entre viajeros de alto poder adquisitivo y otros de menor nivel, apareció con las primeras críticas en el siglo XX de Thorstein Veblen sobre el ocio de clase (La clase ociosa).
De acuerdo con Daniel Boorstin, el viajero que persigue experiencias tiene que trabajar, mientras el turista va en busca del placer y espera que las experiencias le ocurran a él.
En los países que forman parte del entramado de dominación del mundo, no es tan solo el abaratamiento del coste de los pasajes aéreos que permite a una parte importante de la clase obrera de los mismos y a sus jóvenes que viven de las transferencias intergeneracionales hacer turismo, ya sea convencional o con los calificativos de moda: turismo colaborativo, turismo cultural, turismo solidario, etc. Es además la facultad de disponer de un pasaporte que está estrechamente ligado al grado de dominio mundial del país que lo edita y con el cual, como si fuera una llave mágica, abre las puertas de cualquier rincón del mundo fuera de los círculos de dominación.
La relación directa consumo-turismo debe entenderse como una prolongación de la superproducción mundial que solamente está al alcance de quienes disponen de una “demanda solvente”.
No es igual viajar que hacer turismo, según Augé, el que viaja va a un lugar a conocer o a reconocer, mientras que el sujeto turístico va a verificar aquello que anteriormente ha visto por cualquiera de los medios audiovisuales o impresos en millones de videos, folletos o catálogos. Va a consumir de la misma manera que consume modas, el objeto de las cuales no es cubrir unas necesidades sino la subordinación a las exigencias de la producción.
Los conceptos valor de uso y valor de cambio se han trastornado desde que Marx los analizara a medianos del siglo XIX. Los llamados valores de uso ya no son para cubrir necesidades de la gente (aunque vale la pena aclarar que el concepto necesidad no es estático, sino dinámico), sino por necesidades de la producción.
El turismo puede incluirse en este valor de uso ya que debe responder a una “necesidad” impuesta por el capitalismo en el espacio que podemos denominar la reproducción de las relaciones sociales en una escala siempre creciente, y este crecimiento determina el “status” social con independencia del lugar que se ocupa dentro del proceso productivo en los países de los centros imperialistas.
Viajar, es ir a un lugar determinado a encontrarnos con alguien o algo, con independencia del lugar geográfico o de la imagen comercializada del entorno, pues cuando se viaja no se va a verificar lo que anteriormente ya se ha visto virtualmente sino a realizar una actividad predeterminada de la cual no se sabe de antemano el resultado.
El que viaja va a “lugares” a diferencia del turista que va a “no lugares” (los “non lieux” según Marc Augé) es decir a espacios en los cuales nadie se conoce, ni se entiende, ni se interesa, tan solo va a establecer una verificación para su propio consumo.
El turista va a consumir, y esto sirve tanto para los 15 millones que desembarcan anualmente en Catalunya como para los más de 3 millones de catalanes que desembarcan en cualquier lugar del planeta. Tan solo van a consumir, ya sea con la mirada o con la cámara fotográfica unas visiones anteriores como aquel que antes de entrar en una pastelería visualiza desde el escaparate exterior las formas y colores de los dulces y posteriormente entra a verificar, consumiendo, si el sabor se corresponde con la visión que ha tenido del mismo. Y como más consume, más hambre tiene.
El turista, es la copia triste de Erisictón, pues para saciar su hambre de consumir cosas y paisajes, no destruye solamente los entornos naturales y trastoca la convivencia de otras gentes, sino que acaba por destruirse a sí mismo, lleno de imágenes que no puede digerir, pero constantemente con hambre de consumir más y cada vez más lejanas y exóticas.
Se ha llegado al extremo de las aberraciones turísticas de las personas de los países ricos que cada vez realizan más giras turísticas hacia los focos de la pobreza, para consumir con la mirada desde las favelas de Río de Janeiro hasta los barracones de hojalata de los suburbios de Ciudad del Cabo, eso sí, con la tranquilidad que dispondrán de unas medidas de seguridad que los mantendrán alejados de las tentaciones de apropiación por parte de los pobres que habitan dichos lugares: de los pobres entre los pobres, así cualquier pobre no tan pobre o un rico no tan rico no solamente sacia su hambre sino que verifica la suerte de pertenecer a una sociedad incrustada en el círculo de los países dominantes. Verifica, aún sin ser consciente de ello, la actualidad de la lucha de clases a nivel internacional y se siente orgulloso de pertenecer a la clase dominante.
Según Hosteltur, «el éxito turístico de los sitios “oscuros” se vincula a la capacidad de las infraestructuras turísticas de crear entornos emocionales y sensoriales que ofrezcan al turista una experiencia holística de los territorios vinculada con itinerarios gastronómicos y de wellness».
Lo consideran la fetichización de desgracia, sin embargo, distintos grupos que promueven el turismo negro dicen hacerlo para mostrar la cruda realidad de un sector muchas veces sólo visto a través de reportajes y noticias.
El turismo negro ha logrado infiltrarse y crear tours en los que las personas cargan con aparatos para medir la radioactividad y que a veces los lleva a sitios en los que ni siquiera los trajes son suficiente para protegerlos, arriesgando sus vidas sólo por un tour.
Entre la curiosidad, la explotación, el clasismo y la conciencia se mueve el turismo negro. Buscar aventuras en sitios donde miles han sufrido parece inhumano, pero hay quienes dicen hacerlo para ser más “empáticos” (?). Triste espectáculo al observar como miles de turistas teléfono en ristre se hacen una “selfi” sonriendo delante de los hornos crematorios de Mathausen o Gusen.
El turismo de aventura
Asimismo, dentro del llamado «turismo de aventura» hemos podido ver este verano como cientos de personas hacían cola para llegar a la cumbre del Everest. Gentes adineradas, puesto que dicha ascensión tiene un coste mínimo de 35.000 euros y puede llegar hasta los 150.000 euros según la cantidad de sherpas y material que transporte. De momento las cifras de muertos en dicha ascensión para este verano está en 18 muertos y las fotos aparecidas en las redes de faccebook y similares nos regalan el macabro espectáculo de ver como los adinerados turistas van ascendiendo, pasando sin inmutarse al lado de los cadáveres que quedan por el camino.
Según la web traveler.es, Nirmal Purja es el autor detrás de la foto del pasado 22 de mayo. El alpinista nepalí había coronado la cima y en pleno descenso vio la marabunta a sus espaldas y logró tomar una fotografía que ya es parte de lo peor que la especie humana es capaz de lograr cuando dispone de los recursos suficientes. Su objetivo fue inmortalizar lo que sería una trampa mortal a ojos de cualquier escalador prudente y experimentado. “Quería hacer la foto como prueba de lo que pasaba. Claro que estaba preocupado cuando vi esa gigantesca cola. El viento era de unos 35 km/h. Si hubiera sido 5 kilómetros más, habría habido más muertos ese día”, asegura el autor de la foto ante los medios internacionales.
El turismo ‘cultural’
Los encuentros “culturales” u otras denominaciones que pretenden marcar distancia con el llamado turismo convencional, son tan solo reminiscencias de las teorías kantianas del cosmopolitismo justificaciones que pretenden esconder nuestra privilegiada situación económica y política, contradictoria con ciertos discursos victimistas respecto a nuestra realidad social por lo que se refiere a una parte importante de nuestra sociedad que puede permitirse el ejercicio del turismo tiznándolo reivindicativamente de libertad de movimiento.
John Urry define al turismo como una práctica moderna de ocio racionalizado y transitorio, opuesta al mundo del trabajo regulado y organizado, que consiste en mirar lugares examinados y escogidos con anticipación. La “mirada turística” (tourist gaze) y nuestras experiencias -nos dice- son estructuradas por la preexistencia de imágenes culturales generadas por el cine, la televisión, la literatura, la prensa, la música, los videos, etc. Ésta es organizada por una industria de profesionales que producen nuevas mercancías culturales para ser incorporadas a los deseos de los turistas, en función de los cambios sociales relacionados con las estructuras de clases, los géneros, las edades, las identidades étnicas y/o nacionales, los gustos, etcétera.
Así, la elección de los lugares visitados no es algo imprevisto, azaroso, ni completamente individual, sino más bien una acción diseñada, dirigida e incluso, en cierto sentido, impuesta como una oferta mercantil. las posibilidades y destinos de los turistas se encuentran determinadas por los vínculos del transporte que controla la industria del turismo, así que los grandes flujos de turistas están asociados a los lugares que establecen las agencias de viaje y las líneas aéreas, donde se ha construido infraestructura ad hoc.
Si hace apenas treinta años los turistas pagaban por disfrutar del sol, la playa y el sexo, en una burbuja controlada por los muros y los guardias de hoteles con miles de cuartos exactamente iguales, posteriormente lo común ha sido que los turistas paguen por disfrutar paisajes silvestres, edificaciones históricas y el contacto con otros grupos culturales. Pero también, más recientemente, pagan por contemplar o experimentar la pobreza, la soledad, la extravagancia, la ingravidez, el peligro, el riesgo, etcétera, en infinidad de condiciones diseñadas y controladas por profesionales del turismo.
El turismo constituye no sólo una de las fuerzas hegemónicas de la economía política capaz de dirigir eficazmente la acción productiva, articulando diversos niveles y órdenes de poder, sino que, además, en su carácter de producción cultural, se despliega como un proceso hegemónico cultural que a través de su expansión global, genera y alimenta una demanda de consumo de representaciones de lo «otro» y los «otros», a partir de la imposición de valores y representaciones del mundo propias de las clases medias de Occidente (1).
Así se configura el llamado turismo cultural o la pretendida admiración de complejos arquitectónicos que, según el filósofo Víctor Gómez Pin eran «en un momento reflejo de comunidades que los habitaban efectivamente y que hoy, privados de esta población, son reducidos a objetos de mirada exterior, a insustancial alimento para ojos de personas que, a menudo condenadas durante once meses del año a un trabajo sin sentido, han de consagrar las llamadas vacaciones a agotadores recorridos por lugares donde el encuentro fértil con gentes del lugar que visitan, es imposible… Y, así, en su deambular de monumento a museo y de establecimiento típico en callejuela pintoresca, el viajero cultural sólo encontrará la imagen multiplicada de sí mismo, personas homologadas por la exigencia compulsiva de llenar un tiempo de ocio, aliñada con el cumplimiento de ese deber de consumir cultura… De darse efectivamente tal inclinación, la industria del turismo cultural la satisface con creces, y así se pueblan las ciudades de mercados de artesanías en los que los compradores potenciales nunca tendrán la posibilidad de usar aquello que adquieren. Y mientras, se resucitan festejos «populares», aun desaparecida la memoria de los ciclos del calendario que se hallarían en su origen y expresiones folklóricas que nadie sabe a que responden (Víctor Gómez Pin. Reducción y combate del animal humano).
La cultura, globalmente considerada, “se ha convertido en un sector importante de la economía, en factor de “crecimiento económico” y en pretexto para la especulación y el negocio. Por eso tiende a perder cada vez más su aura de gratuidad y su especificidad como operador de identidad social, de comunicación y de percepción del mundo, para convertirse en mercancía sometida en gran parte a la ley de maximización de beneficios”). La razón estriba en que el código del valor de cambio tiene la extraña capacidad de fagocitar todos los demás códigos, incluidos los culturales. Nosotros diríamos que no se trata sólo de interpenetración, sino de una verdadera reducción de todas las expresiones culturales a la lógica del mercado, es decir, del valor de cambio. Ya no se puede hablar entonces de ritos o fiestas rituales, sino de estampas folklóricas (Catherine Marie Heau Lambert. Instituto Nacional de Antropología e Historia. México)
El turismo ‘solidario o alternativo’
“Cada vez son más las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) e incluso agencias de viajes que organizan este tipo de viajes y utilizan esta vía como su principal fuente de recaudación de fondos. Sus programas incluyen una aventura solidaria en Guatemala, un voluntariado en Tailandia y en Nepal, entre otras. La duración mínima del proyecto es de dos semanas y las tareas a realizar pasan por la construcción de edificios en las comunidades y actividades educativas con los niños y niñas. Todo el grupo se aloja en casas de familias locales. El coste de este programa es de 650 euros, precio en el que no está incluido el billete de avión.
Entre sus destinos encontramos India, Nepal, Senegal, Marruecos, Ghana, México y Colombia. La duración de los viajes es de dos semanas y para Senegal, por ejemplo, el importe asciende a 1095euros, sin incluir el precio del vuelo. Este viaje, por ejemplo, mezcla turismo con la visita de algunas aldeas donde la ONG Construye Mundo lleva a cabo proyectos de desarrollo rural.
Para Gustau Nerín, antropólogo y escritor del libro “Blanco bueno busca negro pobre”, la cooperación y las ONG han frenado el desarrollo en África. Según palabras del propio autor, “hay gente que se va a África ‘a ayudar’ y se pasan tres días pintando una escuela y luego ocho días en una playa paradisíaca. Y esa gente vuelve con una gran satisfacción pensando que ha solucionado los problemas del continente. Pero ha de saber que allí hay gente que hubiera pintado esa escuela mejor y con menos coste” (El Diario.es 9 de enero de 2017).
Considerando las expectativas del “turista politizado” éste podría ubicarse en la categoría del turista de aventura, pero en este caso es atraído por otro tipo de adrenalina: la de la guerra. Con diferente fascinación por el peligro generado por la inestabilidad social y política, es posible incluir en la categoría del turista politizado a activistas, periodistas, celebridades políticas nacionales e internacionales, académicos, productores de cine, fotógrafos, agentes de desarrollo (extranjeros), miembros de organizaciones no gubernamentales, e incluso los miembros y representantes de diferentes partidos políticos. Entre ellos también es relevante mencionar a los clientes de los “Zapatours”, organizados por el Frente Zapatista de Liberación Nacional desde la ciudad de México con el fin de acceder a las comunidades zapatistas. Los nuevos visitantes, “turistas politizados”, están interesados en los recursos étnicos de la región, pero con una ideología diferente. En lugar de buscar la “autenticidad” de la cultura indígena como pesquisa inherentemente turística, los turistas politizados esperan encontrar a los “auténticos” rebeldes indígenas. Ello representa una nueva demanda a la cual los agentes del turismo tratan de responder (Insurgencia y turismo: Reflexiones sobre el impacto del turista politizado en Chiapas Gabriela Coronado).
Organizaciones como Yes We Help que en su página web propone “Vas a vivir la mejor experiencia de tu vida” y otras organizaciones similares son el paradigma de la supremacía blanca frente al llamado Tercer Mundo.
Turismo y violencia
Mientras millones de turistas se tuestan al sol en las playas de Colombia, a pocos kilómetros de su placentera estancia se están asesinando a dirigentes campesinos, a sindicalistas, a miembros de formaciones de izquierda, se está expulsando de sus tierras a cientos de miles de pequeños agricultores, y se están hacinando en improvisados campamentos multitud de desplazados internos. No existe una relación entre violencia y descenso del turismo pues los datos colombianos para 2018 dan una cifra de 4,4 millones de turistas extranjeros con un incremento sobre el año anterior de un 10,4 por ciento.
“Israel recibió más de 4,1 millones de turistas en 2018, un 12 por ciento más que el año anterior. De estos visitantes, 77.700 fueron españoles, lo que supone un incremento del 25 por ciento, según los datos de la Oficina Central de Estadística de dicho país” (Hosteltur, 19 de enero de 2019).
El salvaje comportamiento tanto de parte de la población civil como de las fuerzas armadas israelíes contra los palestinos, con su estela de destrucción y muerte de hombres, mujeres, niños y ancianos, un país el cual ha hecho bandera de la violencia y la segregación. Pues bien, al parecer esto es un atractivo más para el mundo turístico.
Turismo y ecología
La aspiración de una sociedad socialista no puede entenderse con una sociedad que concibe la explotación de los recursos disponibles de forma ilimitada.
Considerando el contexto histórico y económico de la segunda mitad del siglo XIX en que no existía una plena concepción de la enorme capacidad productiva de la humanidad y su afectación y consecuencias sobre el medio ambiente, C. Marx ya situaba en El Capital algunas consideraciones-advertencias sobre la necesidad de preservar la tierra:
“Y, todo progreso de la agricultura capitalista no es tan sólo un progreso en el arte de exprimir el obrero, sino también en el arte de exprimir la tierra, y cada paso que se da en el incremento de su fertilidad en un período de tiempo determinado, supone al mismo tiempo un avance en la ruina de las fuentes permanentes de esta fertilidad (…) La producción capitalista sólo desarrolla, por lo tanto, la técnica y la combinación del proceso social de producción al tiempo que debilita las fuentes originarias de toda riqueza: la tierra y el trabajador” (El Capital, tomo II, página 251).
“El tratamiento conscientemente racional de la tierra como propiedad comunal eterna, y como condición inalienable de la existencia y de la reproducción de la cadena de generaciones humanas sucesivas” (El Capital, tomo III, página 784).
En el tema que aquí se intenta analizar, también se debe realizar desde la perspectiva de cómo afecta e influyen los comportamientos humanos en su forma de ocio, en este caso el turismo, sobre el medio ambiente y todo lo que está suponiendo de gradual devastación del planeta como medio de vida armónica de la humanidad.
En los países ricos está progresando relativamente una mayor sensación social de que el modelo de consumo está afectando gravemente al medio ambiente, expresándose con indicadores y efectos que se han dado en llamar “cambio climático”, pero no se puede segregar está pretendida sensación de orientarse hacia un consumo “más sostenible”, aunque no deje de ser un eufemismo de capitalismo de métodos más suaves en su aplicación, pero en definitiva capitalismo y por tanto inherente a la idea final de “maximizar el beneficio” que va aparejada a la idea central del “crecimiento económico permanente”, como se decía, no puede segregarse de la forma de comportamiento de la sociedad a la ahora de consumir y más cuando se trata de necesidades que podríamos entender como “no vitales para la subsistencia”, donde entraría el ocio en forma de turismo.
Pues bien, mientras aparentemente crece dicha sensación social de preocupación respecto al “cambio climático”, también crecen los consumos por turismo y dentro de ellos y atendiendo a las consideraciones que se están primando cada vez más, una cada vez mayor utilización de medios de transporte aéreos.
Se considera que la “huella ecológica de carbono” que provoca el transporte en avión, es de 285 gr. por persona y kilómetro de distancia recorrida (cabe señalar que la del tren es solamente de 14 gramos). Si atendemos a un viaje, entre ida y vuelta, de 3.000 km., un turista que lo utilice provocará por dicho viaje 0’86 Toneladas de CO2.
Cifra que en términos comparativos de necesidades de CO2 respecto a producciones agrícolas, supondría el equivalente de emisiones para la obtención de algo más de una tonelada de naranjas (235 gr. CO2 por Kg.).
Es un contrasentido empezar a preocuparse por los efectos del modelo productivo que ha implementado el capitalismo sin límites y seguir comportándose indiferentes en determinados consumos que provocan una huella singular muy significativa, como si dicha cuestión no tenga repercusión sobre los efectos medio-ambientales que están afectando a nuestro entorno.
Comportamiento que expresa mayor contradicción, cuando de lo que se trata es de consumos de ocio-turismo que además parte no sólo de la no necesidad para la subsistencia, sino que presenta las características que se han descrito anteriormente.
Sand, sun, sea and sex
Según el Instituto Nacional de Estadística, la prostitución representa el 0,35 por ciento del total del PIB español. Es tan rentable que el Ministerio del Interior asegura que genera unos cinco millones de euros al día.
“Tiene todo el sentido que España sea uno de los mayores destinos del mundo de turismo sexual. Y no me extrañaría que fuera el número uno en turismo de burdeles. Tenemos los dos principales ingredientes: somos un país con una gran oferta de mujeres en situación de prostitución y locales de pago por sexo y uno de los países del mundo que más turistas recibe. Tenemos las dos cosas necesarias: muchísimos potenciales clientes y una oferta variada de prostitución”, sostiene María José Barahona, profesora de Trabajo Social en la Universidad Complutense y autora de varios estudios sobre prostitución.
Según la web Hosteltur, España está viviendo un boom del turismo de burdel a pesar de la crisis económica, según denuncia The New York Times en un amplio reportaje publicado. Unas leyes laxas que, según el rotativo, permiten que la prostitución sea “básicamente legal” debido a un vacío legislativo, junto con su menor coste comparado con el del país vecino, atraen a estos turistas jóvenes que se aprovechan así de la proximidad, la libertad de circulación y el bajo coste de viajar por Europa.
Como reconoce en el citado artículo la concejala de la Mujer y de los Derechos Civiles de Barcelona, Francina Vila i Valls, “los jóvenes solían ir a discotecas. Ahora acuden a burdeles. Es simplemente otra forma de divertirse para ellos”. De hecho los expertos aseguran que la prostitución se encuentra en expansión en España, ejerciéndose a la vista de todos en pueblos y ciudades.
Y es que a esta creciente demanda juvenil se suma la local. No en vano, un informe de Naciones Unidas de 2009 señalaba que cuatro de cada diez españoles admitían haber recurrido a los servicios de una prostituta al menos una vez. En el reportaje se afirma incluso que está ampliamente aceptado que las reuniones de negocios terminen con una cena y una visita a un burdel. De 200.000 a 400.000 prostitutas en España ofrecen sus carnes a nativos y turistas”.
España se encuentra entre los países del Mundo que más turismo sexual practica con menores, especialmente en Latinoamérica, denuncia Save The Children en un informe presentado ayer jueves durante unas jornadas centradas en el abuso sexual a menores y organizadas por esta ONG en Madrid. En relación a los españoles, el informe asegura que en el año 2001 entre 30.000 y 35.000 españoles viajaron a Latinoamérica expresamente para tener relaciones sexuales con niños.
En cuanto al abuso sexual en España, casi la mitad de los menores que son víctimas tienen menos de 12 años y el 90 por ciento de los agresores son varones. En cuanto a la desaparición de menores, esta organización asegura que en el año 2002 hubo 8.401 denuncias sobre desaparición de niños y niñas en España. La explotación sexual infantil es un tipo de abuso sexual en la que el abusador busca un beneficio económico y que engloba formas como el tráfico de menores, la prostitución, el turismo sexual o la pornografía infantiles. “Más de 5.000 niños y niñas españoles están atrapados en redes de prostitución”, afirma Save The Children.
La ONG ofreció datos de Interior sobre denuncias en 2002 por temas de explotación sexual infantil, 323, de ellas 274 ante la Guardia Civil y 49 ante la policía nacional. Aunque la prostitución infantil se esconde mucho más que la de adultos, sigue siendo posible acceder a ella para quienes la buscan y el miedo, las drogas o las carencias económicas suelen ser algunos elementos que la acompañan. En su informe, la citada ONG recuerda también que el turismo sexual es otra de las formas de explotación sexual infantil en crecimiento y que 600 millones de personas, generalmente de países desarrollados, realizan viajes internacionales. De ellos, el 3 por ciento (3.552.000) reconoce tendencias pedófilas. Los principales países de procedencia de los turistas sexuales son Francia, España, Italia, Alemania y Bélgica.
La avalancha de estos datos y cifras alarmantes y su escasa repercusión en los tribunales (en el año 2000, según los Cuerpos de Seguridad del Estado, sólo se produjeron 28 denuncias por coacción a la prostitución, 103 por corrupción de menores o discapacitados y 56 por pornografía infantil) demuestran que se necesita un cambio». Por eso, desde Save The Children se apuesta por establecer un Centro de Evaluación y Tratamiento para víctimas y agresores en cada Comunidad Autónoma, por formar a los profesionales del ámbito judicial, dar prioridad a los juicios con niños y tomar declaración al menor como prueba preconstituida. El informe de Save The Children concluye señalando que aunque las estadísticas revelan datos alarmantes, es muy difícil cuantificar un mundo que trabaja en la sombra y del que se desconoce el grueso total de vidas que mueve, entre otras cosas porque un capítulo aparte merecen los niños desaparecidos, muchos bajo el poder de estas redes de explotación sexual. Así, y según indica la ONG, las estadísticas facilitadas por el Ministerio del Interior revelan que en el 2001 se produjeron 8.951 denuncias por desaparición de menores. Algo más de la mitad (4.852) eran varones (Hosteltur, 10 de junio de 2019)
Las condiciones en las que viven los menores inmigrantes no acompañados (menas) cuando son interceptados en territorio español están envueltas de graves alteraciones y “vulneraciones de sus derechos”, en buena medida por la flagrante “falta de recursos” disponibles, una realidad que desemboca en situaciones como salidas de niños de los centros donde están internados “de la mano de mafias de traficantes” y de chicas que han sido “víctimas de trata de blancas” sin siquiera haber sido identificadas. Esas son algunas de las contundentes conclusiones del informe Los derechos de los migrantes no acompañados en la frontera sur española que ayer público Unicef (Víctor Vargas Llamas. Informe del Fondo de la ONU para la Infancia. Mafias y prostitución acechan a los “menas” en centros oficiales (28 de febrero de 2019)
Una reflexión sobre el fenómeno de los llamados “menas”, sobre quienes son los encargados de tal tráfico y para qué. Se pueden apuntar hipótesis sobre las preferencias de los turistas, cada vez más exigentes por lo que respecta a la satisfacción de sus sueños eróticos relacionados con menores. A los europeos les sale más barato poder satisfacer sus exigencias en Barcelona que no en Bangkok y tal vez al filo de esta hipótesis podríamos entrever el tráfico humano de menores para dicho mercado, en lugar de atribuirlo a otros factores. Asimismo los menores de edad son piezas claves para el transporte y distribución de droga dado que no pueden estar sometidos a la jurisdicción penal de los adultos.
A este respecto debemos referenciar la ESCI (Explotación Sexual Comercial Infantil) y de la investigación relacionada con la tesis doctoral de Laura Alicia Aguilar González podemos extraer algunas de las hipótesis planteadas.
El turismo sexual es básicamente un asunto de hombres (las mujeres representan un 5 por ciento del mismo) que buscan mujeres jóvenes y en menor medida niños.
Estos pueden ser nacionales, extranjeros residentes o turistas, es decir, los explotadores sexuales se caracterizan por su heterogeneidad, en términos de edad, , procedencia, nacionalidad, clase social y orientación sexual… Como resultado, las principales víctimas son personas menores de ambos sexos.
Como plantean varias autoras, lo anterior es parte del contrato sexual patriarcal que establece derechos de los hombres sobre las mujeres, así como el acceso de éstos a los cuerpos feminizados, como es el cuerpo de los niños (tesis doctoral de Laura Alicia Aguilar González).
Turistas heterosexuales, homosexuales, transexuales o bisexuales no se diferencian en cuanto a sus apetencias de cuerpos cada vez más jóvenes, pero curiosamente la gran atención prestada por los medios de comunicación y ciertos progresismos solamente contemplan la llamada prostitución femenina adulta y alrededor de ella enfatizan su triste y distorsionador discurso.
En la relación hombre turista-mujer receptora se encuentran dos rasgos importantes: Primero, los sujetos involucrados en esta dinámica prefieren seguir sus roles en una presunta relación que se determina desde discursos previamente fabricados por las empresas dedicadas al turismo. Segundo, estas relaciones se enmarcan en usos asimétricos del poder, reproduciendo los roles de sus países, en las cuales los turistas son los dominadores.
En cuanto a la relación mujer turista-hombre receptor. No deja de llamar la atención que este fenómeno no haya sido aún estudiado a fondo.
En relación hombre turista-hombre receptor, cuyo exponente internacionalmente conocido es el llamado PRIDE precisa de una gran cantidad de prostitutos capaz de colmar los apetitos de esta vorágine internacional, sobre los cuales las investigaciones apuntan a que la gran mayoría de los hombres prostitutos insertos en este proceso buscan satisfacer necesidades creadas por la industria del consumo que en nada cambian su posición económica actual. Aún más importante es que muchos de los hombres receptores en esta relación de turismo sexual no se autodefinan como homosexuales, sino como heterosexuales que lo toman como un trabajo.
En el sistema político que estamos insertos, el mercado ofrece lo que se demanda y al mismo tiempo el capitalismo sabe como promover, aumentar y diversificar la demanda, para ello cuenta con el monopolio de los medios de comunicación.
Ciertas opiniones del progresismo postmodernista apuestan por la sindicación de los y las prostitutas, aceptando con ello el mantenimiento de tal situación, tan sólo mejorando sus “condiciones de trabajo” en lugar de eliminar estas condiciones de trabajo. Dichas opiniones son totalmente contradictorias con el discurso de “no queremos turistas” puesto que la gran oferta de prostitución, de todas las edades y para todos los bolsillos es uno de los atractivos turísticos.
Como señala Lidia Falcón en su artículo aparecido en Canarias Semanal de 13 de mayo de 2019: “… Nunca como hoy, Barcelona exhibe impunemente y con desafío a las mujeres medio desnudas en las esquinas, en las calles, en los parques. Nunca como ahora hay tal cantidad de puticlubs, casas de masaje y pisos a los que se incita a visitar a los turistas por unos chulos que operan como ganchos en plenas Ramblas. Nunca como hoy, y las que hemos invertido la vida en la lucha por la democracia y el feminismo lo sabemos, hubiéramos podido imaginar que se filmaran escenas de porno duro en las calles de la ciudad, para divertimento de mirones y turistas y negocio de esa otra infame actividad que induce a nuestros jóvenes a violar mujeres.”
“Si España sigue el ejemplo de Alemania, de Holanda, de Australia, veremos a las mujeres colgadas de cristaleras en las plazas más emblemáticas de nuestras ciudades, ofrecidas como reses de matadero a los prostituidores, para diversión de los turistas y ejemplo de nuestros jóvenes. Nuestras hijas podrán ser prostitutas, exhibidas en las ofertas de empleo, y nuestros hijos clientes de burdeles. ¿Ese es el país que queremos?”
Turismo e nmigración
España revalida su liderazgo como país más competitivo del mundo en turismo. España se mantiene por tercera vez consecutiva como el país más competitivo del mundo en términos turísticos, según concluye el “Informe sobre Competitividad en Viajes y Turismo 2019” que cada dos años publica el Foro Económico Mundial (World Economic Forum). Este país «ha desarrollado una economía focalizada en el turismo, en la que más de la mitad de los ingresos del sector proceden de visitantes internacionales”, señalan desde dicha organización (Hosteltur, 8 de septiembre 2019).
Una “competitividad” aparejada a unas determinadas condiciones de precariedad contractual, bajos salarios y jornadas interminables en el sector turístico. Podemos contemplar en el llamado mundo de la hostelería, detrás de cada barra de bar, dentro de cada cocina de un restaurante, trasegando bandejas entre las mesas de las infinitas terrazas, limpiando habitaciones de hoteles… a una inmensa mayoría de personas inmigrantes.
El 40 por ciento de los trabajadores de la hostelería en España son inmigrantes, porcentaje que en el caso de Madrid y Catalunya se eleva durante la temporada de verano por encima del 60 por ciento, según un informe de la consultora Randstad.
Del puesto de camarera de piso se precisa que el 100 por ciento es de origen extranjero -con un aumento de personal de los países del Este durante 2007- debido a que es el trabajo al que se opta como primera opción al llegar a España (Hosteltur).
La hostelería es uno de los sectores más importante de la economía del Estado español. No en vano representa alrededor del 8 por ciento del PIB, con cerca de 300 mil establecimientos repartidos a lo largo y ancho de la geografía española y ocupando a alrededor de 1,7 millones de trabajadores.
Dentro de la creciente importancia que el sector servicios ha ido conquistando desde mediados de los 80, producto de la política de desindustralización que comenzó el gobierno de Felipe González y que los siguientes ejecutivos no han hecho más que profundizar. De esta manera, se construyó una economía basada principalmente en el ladrillo, el turismo y el sector terciario.
Siendo uno de los sectores de mayor precariedad, la hostelería es donde se concentran muchos de los principales males del actual modelo laboral. La temporalidad, endémica en el sector, es uno de ellos, con alrededor de la mitad de los contratos de una duración menor a siete días. Estos empleos, a su vez, son en su mayoría (el 61,7 por ciento) de jornadas parciales. Por lo cual es uno de los sectores con salarios más bajos.
Muchos de los trabajadores realizan turnos de más de 40 horas a la semana, sin planificación horaria alguna “poniendo enteramente tu tiempo a disposición de la empresa con la amenaza de despido si no cumples”.
Los grandes aparatos sindicales, sobre todo CCOO y UGT, tienen una responsabilidad central en este proceso. Las burocracias de los “mayoritarios” han sido culpables de dejar pasar sin apenas resistencia todas y cada una de las contrarreformas laborales que impulsaron los gobiernos del PP y el PSOE en los últimos años y que fueron la base del proceso de precarización y reestructuración que sufrió la clase obrera (2).
Hoy aquí
Sin lugar a dudas podemos situar Catalunya dentro de las zonas económicamente ricas del planeta, tanto por su producto interior bruto como por los niveles medios de salarios, a pesar de que alrededor de un 20 por ciento de la población está dentro de lo que las estadísticas de la Unión Europea denomina índice de pobreza. Una Catalunya de ricos y pobres y de ricos entre los ricos y pobres entre los pobres, pero los ricos y los pobres, es decir el segmento de entre el 30 por ciento y el 80 por ciento de la población disponen de segunda residencia, más o menos valorizada pero que arroja unas cifras durante el año 2018 de desplazamiento de 4.325.000 personas solo cuantificando durante los fines de semana hacia lugares con residencia propia.
El total de personas que se desplazaron con fines de ocio, tiempo libre y vacaciones durante 2018 fue de 21.030.000, y de ellos 3.457.000 fueron al extranjero durante los cuales el gasto declarado fue de 3.958 millones de euros.
Aunque no está especificado en las estadísticas de la Generalitat los desplazamientos turísticos por países, si que a través de diversas informaciones de organizaciones turísticas se aprecia el desplazamiento turístico de los catalanes hacia países en los cuales son muy elevadas las cifras de emigración (África) o a países con situaciones de gran violencia como Colombia (que además es el país con más desplazados internos por causa de la expulsión de la tierra: 9 millones). Un incremento de los viajes turísticos a lugares exóticos como Tailandia o el incremento de del turismo hacia Laponia durante fin de año. Mención aparte el gran incremento del turismo de cruceros.
Si estuviéramos interesados realmente por el deseo de conocer a los demás, podríamos hacerlo fácilmente sin salir de nuestras fronteras, de nuestras ciudades, de nuestros pueblos o de nuestros barrios.
La producción industrial y manufactura, la agricultura (parte de ella altamente intensiva y contaminante) que precisa importante cantidad de mano de obra se ha trasladado a países de la periferia, hacia África, Asia o América Latina; dejando semidesérticas inmensas áreas que a mitad del siglo XX formaban parte del tejido industrial de Catalunya. Dichas áreas, se agarran como a una tabla salvavidas a la industria turística intentando exhibir sus “cualidades” gastronómicas o panorámicas básicamente para el turismo interno proveniente del área metropolitana de Barcelona.
Interminables colas de vehículos cada fin de semana colapsando los diferentes ejes radiales en una desaforada carrera a la búsqueda de un restaurante “de pagés”, de un prado verde o de una “feria medieval” donde consumir cualquier cosa elaborada “artesanalmente”. Poca diferencia entre lo que la Unión Europea ha decidido para España, que sea su lugar de esparcimiento, y lo que el capitalismo catalán enclavado en el área metropolitana de Barcelona ha decidido para las tierras más allá de la frontera o muro invisible del Eix Transversal, lleno de segundas residencias de más o menos lujo, pero que según Idescat los desplazamientos de catalanes hacia viviendas propias (2ª residencia) representó en 2018, 6,34 millones de viajes con un gasto total de 719 millones de euros.
Se establece una competencia entre municipios para ver quien decora el escaparate más atractivo en un mercado que es la consecuencia de la autodestrucción de los saberes y haberes, cuyo resultado es la dependencia total sobre artículos necesarios para la vida diaria cuya elaboración se realiza a miles de kilómetros de distancia: En la región de Guandong, en China o en cualquiera de los latifundios de las multinacionales alimentarias en América Latina o África.
Una de las consecuencias de este afán turístico es la desestructuración social colectiva cuyo momento de relación es precisamente durante los días que no se está atado por el engranaje del mercado de trabajo.
Cuando realizamos el ejercicio político de denunciar críticamente las consecuencias de la masificación turística desde nuestro país -rico-, deberíamos tener una actitud crítica hacia nuestros tres millones y medio de ciudadanos que anualmente se desplazan hacia otros países no por motivos de trabajo, estudio o negocio sino por ocio. Y también una actitud crítica hacia los modernísimos apelativos neo-progresistas que blanquean la colonización por parte de nuestra cultura prominente con nombres tan rimbombantes como “turismo solidario”, “turismo alternativo”, “turismo ecológico” o cualquiera otra denominación por el estilo puesto que las compañías aéreas o tour-operadores les importa un pimiento el calificativo, para ellos tan solo son clientes necesarios para mantener la rueda del consumo.
En Barcelona, millones de turistas vienen a verificar si la realidad se asemeja a la visión virtual de la Sagrada Familia, del mercado de la Boqueria, del barri Gótic, de la tolerancia por lo que respecta al consumo de alcohol, drogas de todo tipo y de la simbiosis entre el museo Picasso o el CCCB y la parte baja de las Ramblas con su oferta de prostitución, incluyendo la infantil.
Las reiteradas denuncias sobre el impacto inmobiliario con la consiguiente expulsión de personas que habitan en las zonas de mayor densidad turística comporta un desplazamiento interno hacia la periferia de la ciudad y unos incrementos desorbitados en el precio de los alquileres.
Según Marc Augé, “el turismo se ha convertido en una segunda colonización, siendo una de las formas más espectaculares de la ideología del “presente” en la cual el mercado y el consumo son la base de un decrépito crecimiento en los países ricos del planeta, convirtiendo las ‘cosas’ en espectáculo para el consumo masivo”.
Y Europa sigue siendo la región de turismo emisor más importante del mundo, fuente de casi la mitad de las llegadas internacionales a nivel mundial (Informe de la OMT 2018).
Hoteles y apartamentos para todos los gustos y solvencias, pisos turísticos para los de menos solvencia económica pero al mismo tiempo causantes de la ola de desplazamientos de los habitantes históricos de pocos recursos de ciertos barrios o ciudades hacia barrios periféricos o poblaciones alejadas de los centros turísticos.
Más de 19 millones de turistas durante 2018 de los cuales cerca de 15 millones provenientes de Europa que dejaron más de 20.000 millones de euros, equivalente a un 9 por ciento del PIB en Catalunya y globalmente en España una afluencia de 83 millones con unos ingresos totales de 178.000 millones, un 14 por ciento del PIB, (en 2016, un 11,1 por ciento. Ver gráfico) siendo el país de la OCDE con mayor porcentaje del PIB debido al turismo.
Podríamos decir que el turismo es la locomotora de la riqueza en España y Catalunya, pero la pregunta es. ¿Este debe ser nuestro futuro?
Ante las reiteradas críticas a la masificación turística y la reivindicación de limitar la misma, debemos tener en cuenta una serie de factores, el primero de ellos es que un descenso del 50 por ciento del turismo acarrea un descenso del 6 por ciento del PIB. El turismo ha sido la respuesta encontrada por parte del capitalismo español y catalán ante el desmantelamiento de los sectores productivos industriales o agrarios, el descenso del PIB en estos sectores ha sido compensado por el sector servicios, y dentro de éste, el turismo. Aunque la apuesta viene de más lejos, de los años 70 del siglo XX cuando regresaron cientos de miles de emigrantes que a partir del Plan de Estabilización de 1959 fueron básicamente a Alemania, Bélgica y Francia. El descenso de la entrada de divisas procedente de las remesas de los emigrantes fue compensada por una apuesta por el turismo.
Para iniciar un proceso de reversión de la demanda turística cada vez más degradada es preciso un incremento de las tasas turísticas, la prohibición de los pisos turísticos a pesar de los dictámenes de la Unión Europea sobre la cínica “economía colaborativa”, inversiones en alojamientos turísticos de titularidad pública, control exhaustivo de los tour operadores y de sus campañas publicitarias cuando éstas sean favorecedoras de la degradación social, y junto a todo ello una campaña pedagógica pública sobre comportamiento social, en la cual las asociaciones vecinales deben tener un papel protagonista en cuanto al control de los desmanes turísticos y dotarlas de autoridad suficiente para reclamar la intervención de las fuerzas represivas si son demandadas para ello.
En el siguiente gráfico podemos apreciar las diferencias entre los precios medios en la Unión Europea y España relativos a diferentes segmentos de consumo. Las mayores diferencias se dan en el sector de vestimenta y el del alcohol y tabaco y ninguna en relación a lo que denominan ocio y cultura lo cual es engañoso puesto que los precios de lo que algunos llaman eufemísticamente “ocio” es decir los puticlubs y espacios similares son más baratos y con más tolerancia que en el resto de la UE. A modo de ejemplo Catalunya tiene el “honor” de poseer el Paradise, en la Junquera, el puticlub más grande de Europa.
Durante 2020, la apuesta pandémica ha supuesto un handicap para el negocio turístico, lo que ha llevado a la absorción o liquidación de ciertas empresas dedicadas a este menester, una concentración en pocas manos de los tour operadores, una precariedad todavía mayor de las personas que trabajan en este sector, pero la apuesta del capitalismo autóctono sobre el turismo permanece inmutable. Incluso no es de extrañar que se organicen visitas a los pueblos, cementerios o geriátricos donde han habido más fallecidos, pués la voracidad del capital no tiene límites.
Que quiera venir gente a visitarnos, bien, pero que nuestra economía no esté basada en estos parámetros, (sol, «cultureta», drogas y prostitución) por lo cual es preciso un proceso de reindustrialización paralelo a la limitación turística aunque es algo difícil mientras España se mantenga dentro de la Unión Europea ya que toda la legislación tanto en materia normativa como económica está subordinada a las directrices de Bruselas, y la burguesía catalana, por más independentista que se autoproclame, también apuesta por este modelo.
Mientras en Catalunya no se articule una fuerza política con una perspectiva claramente socialista, que mantenga como eje central de su actividad la lucha de clases, que huya del discurso “moderno” de conceptos sin sentido y apueste decididamente por la reconstrucción nacional en materia económica y cultural como clave de una futura soberanía no habrá solución a los desmanes turísticos.
Y, paralelamente, una apuesta decidida para la abolición de la prostitución masculina y femenina, el cierre de prostíbulos, la ilegalización de las Asociaciones de Locales de Alterne, el endurecimiento penal del proxenitismo y la represión contra los demandantes de servicios sexuales, al mismo tiempo que el establecimiento de redes de reinserción de prostitutos y prostitutas controlados por los poderes públicos y alejados de las manos de asociaciones o fundaciones que se lucran con tales servicios. Que los millones de euros que actualmente salen de las arcas públicas para engrosar el nepotismo dominante de las supuestas organizaciones sociales, se utilicen para financiar espacios productivos (agrícolas o industriales) que sirvan de base para la reinserción y al mismo tiempo para establecer, aunque sea modestamente, circuitos de producción propia que limiten según que importaciones.
El turismo como consumo, es una exigencia del sistema productivo del capitalismo, totalmente alejado de una concepción proletaria en la cual, el ocio y con él el turismo, fundamentalmente interno, debería ser un elemento de reposo colectivo, de tranquilidad y de relación entre las personas. Para ello habría que disponer de una red de establecimientos de carácter público, tanto en el mar como en la montaña, en los cuales poderse dar cita las familias obreras.
(1) Turismo, capitalismo y producción de lo exótico: una perspectiva crítica para el estudio de la mercantilización del espacio y la cultura. Ángeles A. López Santillán y Gustavo Marín Guardado
(2) Izquierda Diario, diciembre 2017
Referencias:
Marc Augè. El tiempo en ruinas
Marc Augè. Los no lugares
Laura Alicia Aguilar. La explotación sexual comercial infantil. Tesis Doctoral. Universidad de Oviedo.
Luc Boltanski & Eve Chiapello. El nuevo espíritu del capitalismo
Gordon Bertram. El turismo de masas: concepto problemático en la historia del siglo XX
Eric Cohen. Principales tendencias en el turismo contemporáneo
Gabriela Coronado. Insurgencia y turismo: reflexiones sobre el impacto del turista politizado en Chiapas
Jordi Gascón. El turismo en la cooperación internacional
Víctor Gómez Pin. Reducción y combate del animal humano
Catherine Héau Lambert. Cuando la arqueología llega al rescate del turismo
Ángeles López Santillán & Gustavo Marín Guardado. Turismo, capitalismo y producción de lo exótico
Dean MacCanell. El turista, una nueva teoría de la clase ociosa
Gustau Nerín. Blanco bueno busca negro pobre
Pierre Nora. Los lugares de la memoria
José Maria Prat Forga. Las motivaciones de los turistas LGBT en la elección de Barcelona
José Maria Prat Forga. El turismo industrial como elemento de revalorización del territorio
John Urri. La globalización en la mirada del turista
Thorstein Veblen. Teoría de la clase ociosa
Familitur. Encuesta de movimientos turísticos de los españoles
Crónica. La “agencia de viajes” de los menores errantes
Sputnik. España: nueva meta del turismo sexual europeo
Organización Mundial del Turismo. Informe 2018
Unicef. Informe infancia 2018
Hsteltur
Idescat
http://www.les7duquebec.com/7-au-front/du-tourisme-exotique-au-tourisme-lubrique/
Artículo escrito originalmente en catalán en 2019. Traducido ahora al castellano y actualizado por el autor.
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