La ola de histeria ha convertido a los vecinos en policías que se vigilan unos para denunciar a los otros. Un abigarrado compendio de nuevas reglas de comportamiento necesita de bandas parapoliciales que las hagan cumplir.
Los teléfonos de la policía están colapsados porque no pueden atender todas las denuncias que les llegan. Un vecino pasea sin mascarilla por la calle. Otro no se lava las manos con hidrogel. Un tercero no respeta la cuarentena. Hay quien se divierte en su casa con más de seis amigos…
Todo está prohibido porque la salud es lo primero. En Gran Bretaña los bares y restaurantes tienen que cerrar a las 10 de la noche y está prohibido cantar o bailar en los bares. Tampoco pueden poner la música alta, informa The Independent (*).
La policía lleva a cabo visitas a domicilio para comprobar el confinamiento y preguntan a los vecinos.
En las redes sociales aparecen fotos de patrullas de vecinos vigilando las calles, las ventanas, los buzones de la viviendas. Observan si hay luz a altas horas de la madrugada, si la música está a todo volumen, si se oyen risas…
El gobierno anima a los británicos a denunciarse unos a otros para imponer el distanciamiento social. Todo es por el bien de todos.
La policía detiene en la calle a los que no llevan mascarilla. Todos los derechos han desaparecido, excepto uno: el derecho a la salud.
Como en todo estado de guerra, las patrullas del ejército podrán reforzar a las policiales y parapoliciales, pero en las Islas aún no han llegado a ese punto… de momento.
(*) https://www.independent.co.uk/news/uk/politics/coronavirus-false-reporting-contact-fine-penalty-b671230.html