Tanzania expulsa a los masai de sus tierras por razones ambientales

En algunas ocasiones hemos expuesto que el colonialismo está resurgiendo con una variante ambiental, que consiste en expulsar a las poblaciones de sus tierras con el pretexto de cuidar mejor la naturaleza. Es lo que ha sucedido en Noruega y en la cuenca del río Congo, donde los pigmeos acusan al movimiento ecologista WWF de cometer graves crímenes.

El gobierno de Tanzania también ha comenzado a expulsar a más de 110.000 miembros del pueblo masai del área protegida de Ngorongoro. El pretexto oficial es sieempre el mismo: la protección de la naturaleza. La dura realidad es que se trata de obtener certificados de CO2 rentables y de un lucrativo turismo de safari.

“El gobierno está haciendo todo lo posible para asfixiar a las comunidades locales y extraer más ingresos del turismo y la caza de trofeos”, comenta Moloimet Olemoko, un pastor masai, al British Telegraph.

Al sur de Ngorongoro, una empresa llamada Carbon Tanzania vende certificados de CO2 en alrededor de 110.000 hectáreas de tierra, donde los masai han pastado sus rebaños durante generaciones. En febrero se firmó otro acuerdo por 120.000 dólares con Kilombero North Safaris, excluyendo a los masai de tres de sus bosques ancestrales.

La historia se repite: en los años cincuenta, los masai ya habían sido expulsados ​​del Serengeti, con el mismo pretexto de siempre: la conservación de la naturaleza. Hoy son los proyectos climáticos posmodernos los que sirven de justificación para su expulsión.

Este patrón se ha generalizado. De Kenia a Tailandia, del Congo a Camboya, los pueblos indígenas son expulsados ​​de sus tierras en nombre de la lucha contra el cambio climático. Rob Williams, de la Universidad de Arizona, lo resume así: “Los llamados proyectos de conservación están dirigidos principalmente por intereses extranjeros, con poca consideración por los derechos de la población local”.

Es puro colonialismo climático. Mientras Occidente compra, vende y especula con certificados de CO2 para llenar sus bolsillos, las poblaciones locales se ven privadas de sus medios de subsistencia. Los masai están pagando el precio del tráfico de indulgencias climáticas.

Las formas de vida tradicionales de los masai, transmitidas de generación en generación, se presentan como una amenaza, mientras que los alojamientos de safari y los proyectos de créditos de carbono se califican como “sostenibles”.

Los masai resisten. Decenas de miles de ellos ya han bloqueado el acceso a la región de Ngorongoro. Pero frente a la alianza entre el gobierno, las multinacionales y los seudoecologistas, su lucha es difícil.

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