Los intelectos posmodernos están poblados de suposiciones extrañas que la realidad se encarga de desmentir a cada paso. Una de ellas dice que Suiza es un país neutral y otra que las grandes instituciones científicas, como el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), son de una factura parecida: asépticas y descoloridas, sin aditivos.
Luego también hay quien imagina que todo lo que sale de la boca de un científico o de un laboratorio es ciencia, es decir, que un mercenario o una institución burocrática es capaz de usurpar el conocimiento, tapar la boca a los demás y encender la hoguera.
Lo mismo que la Inquisición, Suiza ha vuelto a recordar que no todo lo que rodea a la ciencia, como el CERN, es ciencia sino pura sumisión al imperialismo. Donde manda capitán, no manda marinero y donde manda Estados Unidos, no manda Suiza que, a partir del 1 de diciembre, va a poner fin a su acuerdo con Moscú para que los científicos rusos trabajen en el CERN.
Casi 500 científicos rusos tendrán que abandonar el país para regresar a casa por motivos que no tienen nada que ver con la ciencia.
El 1 de diciembre es el aniversario y el fin de la colaboración entre el CERN y Rusia. La asociación no se renovará. Los casi 500 científicos rusos, vinculados a institutos rusos, que hasta ahora han colaborado en el proyecto, van a ser despedidos por motivos que ni Suiza ni el CERN necesitan explicar.
Ahora bien, lo que el CERN, Suiza y sus amos pretenden no es una expulsión sino un chantaje: si los rusos abandonan las instituciones de las que forman parte, entonces podrían quedarse. Cambiarían a los institutos rusos por institutos europeos.
Al mismo tiempo, Suiza ha revocado el estatuto de observador especial otorgado a Moscú por el CERN.
La mayor parte de los científicos europeos, e incluso la propia Organización Europea para la Investigación Nuclear, no está de acuerdo con las represalias políticas de Suiza y desea seguir trabajando con JINR, un instituto internacional de investigación nuclear, con sede en Dubna, muy cerca de Moscú.
Los imperialistas intentan romper los lazos con China y Rusia, y las instituciones científicas no son ninguna excepción.
Suiza ha sido, históricamente, reaccionaria. ¿Cómo se explica sino la «guardia suiza» del Vaticano?
Así no perderán el tiempo en ese carísimo fraude al que llaman aceleradores de partículas, que solo producen chispitas en las pantallas de las que los científicos, deciden, por que si, qué cosa es cada una de ellas. Todo mentira, por supuesto. Quienes más interesados están en esos carísimos juguetes, son algunas empresas constructoras, y de ciertas tecnologías, que las construyen y equipan. Las comisiones, mordidas etc, irán que vuelan para unos pocos, por supuesto, porque los hay, becarios y gente así que cobran salarios de supervivencia. El lobi, anda actualmente tras la construcción de el más gigantesco, varias veces más grande y más caro que los existentes, aunque, las chispitas en las pantallas serán tan diminutas como las actuales pero mucho más caras.