Aunque son muchos los que suponen lo contrario, hay muy pocas intervenciones de Stalin en la Internacional Comunista, al menos que sean conocidas. Aún hay menos referencias suyas acerca del desarrollo de la revolución en China. La mayor parte de sus intervenciones -por no decir todas- son réplicas derivadas de la traición del Kuomintang en 1927 y las repercusiones internas que tuvo dentro del Partido bolchevique. No abundan, sin embargo, las opiniones directas de Stalin sobre la revolución china.
El discurso de 30 de noviembre de 1926 ante la comisión china de la Internacional es una excepción muy poco conocida, que merece la pena recordar. No es un artículo sino una opinión emitida en vivo que, posteriormente, se documentó en las actas. Tiene un carácter crítico, es decir, que Stalin se opone a los informes que los miembros de la comisión china habían redactado sobre la puesta en práctica de la línea política del PCCh.
Su intervención reúne dos de las mejores virtudes que siempre acompañaron a Stalin. En primer lugar, desde el principio pone de manifiesto su modestia, ya que reconoce que no dispone de todos los materiales necesarios para hacer una exposición completa sobre la situación en China. En segundo lugar, es uno de los documentos más claros, más sencillos y más sintéticos sobre las peculiaridades de China y de la revolución china.
El discurso de Stalin no es, pues, interesante sólo por sus opiniones sobre China, sino también porque es una joya del estilo argumentativo de los marxistas, que se ha perdido hace tiempo. Es conveniente aclarar también que Stalin se está dirigiendo directa y personalmente a aquellos a los que critica, como demuestran las actas.
El dirigente bolchevique empieza por una cuestión formal, criticando el pésimo estilo con el que están redactados los informes que tiene en la mano. Son ese tipo de devocionarios repletos de citas de Lenin sacadas de acá y allá e incorporadas por los pelos a una argumentación que, la mayor parte de las veces, está más vacía que la olla de un mendigo.
En aquel caso, los responsables de los asuntos de China en la Internacional Comunista se aferraban a una frase de Lenin en la que equiparaba al país asiático con la Rusia de 1905 lo cual, dice Stalin, es sólo una parte del asunto: China se parece a Rusia en 1905 pero también es diferente a ella. A partir de ahí, Stalin utiliza el contraste para exponer los rasgos fundamentales propios y característicos de la revolución china.
Lo mismo que en Rusia en 1905, en China la revolución también es de naturaleza democrático-burguesa, dice Stalin, pero adopta una forma diferente porque es una “revolución de liberación nacional”. Es toda una declaración de principios que podría ayudar a todos esos independentistas que quieren ser comunistas y no saben cómo. La lucha contra el imperialismo, dice Stalin en 1926, “juega un papel preponderante en China”. Naturalmente que tras la ocupación de China por Japón en 1934, lo preponderante se convirtió en omnipresente.
En un movimiento de esas características, como en todo movimiento de masas, se plantean dos asuntos estrechamente relacionados. El primero es el movimiento en sí mismo, las clases sociales que participan en él, especialmente el campesinado, su naturaleza burguesa, nacional y antimperialista a la vez. No creo necesario repetir que la falta de homogeneidad de un movimiento así no excluye que tuviera un carácter revolucionario.
El segundo es la dirección de dicho movimiento, que sí tiene que ser homogénea “e incumbe fatalmente al proletariado chino”. En apoyo de esa dirección juega la existencia de la URSS, dice Stalin: “Si antiguamente, antes de la época de la revolución mundial, el movimiento de liberación nacional era una parte del movimiento democrático en general, hoy, tras la victoria de la revolución soviética en Rusia y el comienzo de la época de la revolución mundial, es una parte de la revolución proletaria mundial”.
La Internacional Comunista, apunta también Stalin, no está sabiendo analizar la intervención imperialista en China y, por lo tanto, tampoco la guerra civil. Detrás de los choques entre los “señores de la guerra”, los generales del ejército y las mesnadas feudales estaban unos u otros imperialistas. Además, Stalin diferencia entre las distintas formas de intervencionismo imperialista entre unas u otras potencias, poniendo de manifiesto que la posición “dulce” de algunos imperialistas, como los japoneses o los estadounidenses, aparentemente favorables al gobierno nacionalista de Cantón, era falsa.
La fragmentación política de China, típicamente feudal, como cualquier clase de división del enemigo de clase, es uno de los factores más favorables para un movimiento revolucionario. Dentro de aquel complejo panorama, los nacionalistas y los comunistas, aunque formaban un único frente, con su propio gobierno, no eran más que una de tantas facciones que combatían en China. En 1926 dicho gobierno había desencadenado la “marcha hacia el norte”, una expedición militar para aplastar al ejército contrarrevolucionario afincado en Pekín.
La forma en que dicha “marcha” se estaba desarrollando había creado otra concepción errónea en la Internacional Comunista, dice Stalin, que también se reproduce en la actualidad. Aunque la expedición parecía una lucha entre dos ejércitos, se trataba de “un desarrollo de la revolución china”. Detrás de la forma militar que revestían los acontecimientos, había que ver una lucha política y social: “Las tropas revolucionarias chinas son un factor de los más importantes de lucha de los obreros y campesinos por su emancipación”.
A partir de esta constatación, Stalin desarrolla una exposición sobre la forma militar que los movimientos revolucionarios han desarrollado desde el siglo XVIII, cuando los levantamientos populares se enfrentaban desarmados a un ejército regular. Por el contrario, en China quien se enfrenta al ejército es “el pueblo en armas representado por su ejército revolucionario”. Es otra de las ventajas que tiene la revolución china, añade Stalin, quien expone una concepción político-militar de la revolución, que a lo largo del siglo XX se haría típica, pero que en 1926 era totalmente novedosa.
Como consecuencia de esa característica, los comunistas chinos deben “emprender seriamente el estudio del arte militar” y prestar atención al trabajo en el seno del ejército, bien entendido que se trataba del ejército de Cantón, es decir, de un ejército adiestrado y equipado por la Internacional Comunista para los nacionalistas del Kuomintang y del que formaban parte también los comunistas chinos.
Luego Stalin analiza el aspecto político-militar de la revolución china en relación con la intervención en ella del campesinado, volviendo a criticar las equiparaciones que estaba llevando a cabo la Internacional Comunista en China con los soviets. La Internacional Comunista tenía muy presente el papel que el campesinado desempeñaría en la revolución china, pero no de una manera suficiente. Creía que la movilización del campesinado podría romper el frente único antimperialista. A diferencia de la III Internacional, Stalin dice que hay que acabar con la “neutralidad” hacia los campesinos. La revolución en el campo fortalecerá el frente antimperialista.
También aparecen diferencias en la forma en que se debería empezar a organizar al campesinado. A diferencia de la Internacional Comunista, Stalin considera que en aquel momento no se podía empezar por crear soviets campesinos en China. Destaca el peso social abrumador de la población rural en la sociedad china y propone empezar por crear comités campesinos. Sin embargo, ese punto de partida nunca podrá ser suficiente para movilizar tan gigantesca masa de campesinos. Para ello es necesario “el aparato de un nuevo poder nacional revolucionario”, con lo que Stalin anticipa lo que luego fueron las “zonas rojas”, esto es, amplias regiones dominadas por el movimiento revolucionario.
Pero eso tampoco será suficiente, por lo que Stalin introduce un tercer factor de organización del campesinado: el ejército revolucionario. Es otra de las novedades que Stalin introduce en el acervo marxista. Hasta entonces las organizaciones revolucionarias únicamente habían hablado de organizar a las masas en formaciones sindicales, políticas o culturales. La organización militar había sido olvidada, y así continúa.
En fin, estas consideraciones de Stalin tanto acerca del aspecto nacional como del militar de la revolución china, van más allá del lugar y el momento en el que se expusieron. Conciernen a todos los países del mundo porque se refieren a la fase imperialista en la que vivimos ahora.