El 16 de marzo la revista rusa Zavtra publicó un largo artículo del profesor Valentin Katasonov, del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú (МГИМО), sobre la conferencia celebrada en 1952 en la capital soviética para contrarrestar los planes económicos que el imperialismo puso en marcha en la posguerra, fundamentalmente los acuerdos de Breton Woods y el Plan Marshall.
La exposición que de aquella conferencia hace Katasonov tiene un sorprendente parecido con la actualidad. También en 1952 muchos países volvieron sus miradas hacia Moscú frente a las imposiciones financieras del imperialismo. Más en concreto, varios países, especialmente del Tercer Mundo, llamaron a las puertas de Consejo de Ayuda Mutua Económica, que fuera del bloque socialista se conoció con la siglas COMECON o CAME. Se trataba de crear una unión aduanera de varios países encabezada por la URSS.
En el otoño de 1951 los países miembros del COMECON y China declararon que era inevitable la colaboración los países que no quisieran caer en las redes financieras del imperialismo, para lo cual convocaron la conferencia de Moscú a través de los delegados soviéticos en la ONU. Además de los países socialistas y otros en vías de desarrollo, también participaron delegados de Suecia, Austria, Irlanda e Islandia por medio de sus ministros de asuntos exteriores o de comercio internacional.
La conferencia se celebró en Moscú del 3 al 12 de abril de 1952 con el propósito de contrarrestar la expansión política y económica de Estados Unidos y crear un mercado común de mercancías, servicios e inversiones. En los debates participaron 680 delegados en representación de 49 países, además de hombres de negocios y expertos. India envió 28 delegados y Argentina e Indonesia 15 cada uno.
Tras las discusiones y hasta finales del mes de abril, se firmaron en Moscú más de 60 acuerdos comerciales, de inversiones y científico-técnicos con una duración de tres a cinco años. De ellos 19 fueron firmados por la URSS. Otros comprometían a otros países socialistas, a países socialistas con países en desarrollo, a países capitalistas, a bancos internacionales y a grandes empresas.
Los principios que guiaron la firmna de aquellos acuerdos fueron las facilidades aduaneras y precios favorables para las mercancías de los países en desarrollo, condiciones mutuas más favorables en materia comercial, crediticia, de inversiones de capitales, al cooperación científica y técnica, los acuerdos políticos en pie de igualdad en las organiozaciones económicas internaacionales, así como en el plano mundial, la posibilidad de trueque para saldar deudas, los acuerdos mutuos sobre precios y la exclusión del dólar de todo tipo de transacciones.
En resumen, en 1952 nació en Moscú un mercado mundial al margen del dólar que reunía a países socialistas, países en desarrollo y otros plenamente capitalistas. Las propuestas de Stalin en la conferencia llegaron hasta Inglaterra, donde un comunicado informó: “En Londres se acaba de crear una sociedad llamada ‘Sociedad Internacional por Acciones’ de hombres de negocios que ponen en marcha los acuerdos comerciales firmados por los delegados ingleses que asisitieron a la conferencia internacional que se celebró en Moscú en abril de 1952”.
El primer presidente de esta empresa fue Sir Boyd Orr, que dirigió la delegación inglesa en la conferencia. La Sociedad declaró que su objetivo era “estimular y facilitar la entrada en vigor de los acuerdos comerciales firmados tras la conferencia económica celebrada en Moscú en 1952 y de todos los acuerdos del mismo tipo que se firmarán en el futuro. Todas las rentas y bienes de la empresa se consagrarán exclusivamente a alcanzar este objetivo”.
Según los archivos, en el otoño de 1952 Stalin estuvo reclamando continuamente información relativa a los planes y proyectos comerciales de los países, empresas y bancos extranjeros relacionados con la URSS, el COMECON y la República Popular de China, así como publicaciones, libros, comentarios de radio de los países capitalistas sobre este asunto. También se interesó por el ritmo y la gama de exportaaciones industriales de Occidente hacia los países en desarrollo y las solicitudes de éstos en materia de préstamos, inversiones y productos acabados.
Con el apoyo de todos los países socialistas, excepto Yugoeslavia, la conferencia fue un primer paso de la URSS para crear un nuevo orden económico a escala regional, junto con los países en vías de desarrollo y algunos países capitalistas, como Finlandia. La última participación de Stalin fue en la Conferencia de la Comisión Económica de la ONU para los países de Asia y Extremo Oriente que se reunió del 23 de febrero al 4 de marzo de 1953 en Manila, la capital de Filipinas.
Esta conferencia también se celebró a iniciativa de la URSS, con el apoyo de China, Mongolia, India, Irán, Indonesia, Birmania y Vietnam del norte. Las propuestas soviéticas recibieron el apoyo de la mayoría de los particpantes, que representaban a 20 países. Según las cláusulas finales de la conferencia, se trataba de crear un régimen de libre comercio en Asia y en la cuenca del Océano Pacífico al margen del dólar. Para ello, en sus intercambios los países introducirían una unidad de cuenta nacional.
Tras la conferencia de Manila, más de 10 Estados firmaron contratos comerciales y de inversiones con la URSS. El 2 de marzo, Stalin personalmente informó a la delegación soviética de algunos detalles exitosos de la conferencia, entre ellos que a lo largo de aquel año 1953, a iniciativa de la URSS se celebrarían fórums regionales intergubernamentales análogos de los de Manila en una serie de regiones del mundo y más concretamente en Teherán para Oriente Medio, en Addis-Abeba para África, en Buenos Aires para América Latina y en Helsinki para Europa.
La propuesta no se llegó a concretar por la muerte de Stalin pocos días después. Nadie en el Kremlin se volvió a acordar de aquellos proyectos y, lo que es peor, tanto los dirigentes soviéticos como los de los países del COMECON olvidaron aquellos principios establecidos por Stalin en materia de comercio internacional. En particular, la URSS y los países socialistas optaron, de manera casi exclusiva, por los acuerdos bilaterales con los países en vías de desarrollo, basados en la afinidad ideológica y política.
Es más, a partir de los años sesenta la URSS comenzó a suministrar energía y materias primas a Occidente a buen precio. El COMECON siguió funcionando hasta mediados de los años setenta, es decir, hasta el momento en el que la URSS se convirtió en un suministrador de materias primas únicamente y, en particular, petróleo y gas. En tiempos de Stalin, los países del COMECON se habían especializado en determinados sectores productivos en función de su experiencia histórica, su situación geográfica, sus condiciones naturales y las exigencias en materia de seguridad. Dentro del COMECON la URSS se reservó un lugar particular, considerando que debía disponer de una gama completa de sectores económicos y no especialilzarse exclusivamente en la producción de petróleo, gas natural o materias primas con destino a otros países del COMECON.
Cuando se creó el COMECON en 1949 en Moscú, Stalin insistió a los países miembros en que la demanda de petróleo, gas y otras materias primas industriales y energéticas, iba a crecer en sus respectivos países y que la URSS se comprometía a suministrarlas en condiciones vetajosas. Sin embargo, añadió Stalin, cada país dispone de tales recursos, mencionando especialmente a Rumanía y Albania. Aunque su importancia sea menor que en la URSS, los países socialistas debían aprovechar al máximo sus propias materias primas y sus propios recursos energéticos. Debían llevar a cabo nuevas prospecciones porque la construcción de largos oleoductos desde la URSS hasta Europa oriental sería cara y dilatada. Eso les haría dependientes de los suministros soviéticos y, además, descuidarían sus propios sectores de prospección y transformación. Si la URSS tuviera problemas temporales de producción o transporte, o si las necesidades de los demás explotaban, podrían acusar a la URSS de haber interrumpido los suministros y pedirían aún más cantidad.
Stalin les recomendó que diversificaran los medios de transporte de materias primas en sus propios países, que no tuvieran en cuenta sólo uno de ellos, como los oleoductos. Los depósitos de carburantes no pueden aumentar como los champiñones tras la lluvia, sino que debían adecuarse a las necesidades del momento. De esa manera, concluía Stalin, cada cual dependerá de su sistema de gestión de la energía, del sistema de prospección geológica y utilizará sus propios recursos.