Sólo por la fuerza podrán imponer los pasaportes de vacunas en Rusia

La fuerza y profundidad de la oposición popular a la introducción de los pasaportes de vacunas en Rusia es cada vez mayor. No se trata sólo de reacciones en las redes sociales, sino, lo que es mucho más importante, en la vida real y cotidiana.

Las muestras de rechazo a los pasaportes de vacunas no remiten. Se habla mucho de la reacción política de los diputados comunistas, pero sólo refleja la posición de la población. Dos ejemplos para ilustrar un fenómeno de rechazo, cada vez más extendido.

En Barnaul, el centro administrativo de la región de Altai, los centros comerciales han decidido por su cuenta, enfrentarse abiertamente al decreto del gobernador local, no comprobar los pasaportes de vacunas, no sólo en la entrada, sino tampoco en las tiendas de los centros en cualquier comercio. No sólo lo hacen de facto, sino que además lo exhiben y así lo afirman con carteles anunciadores.

En Moscú, el rector de la Universidad de Ciencias Técnicas de Baumanka, una de las más renombradas de Rusia, ha introducido los pasaportes de vacunas para los estudiantes como si fuera un signo de progresismo. El Ministerio de Investigación no quiso asumir la responsabilidad de una medida tan impopular y el 2 de noviembre aprobó un decreto en el que ordenaba a los directores de los centros de enseñanza superior que utilizaran las recomendaciones de Rospotrebnadzor, que no son actos normativos, para decidir por sí mismos cómo “luchar contra el coronavirus”.

Los estudiantes de Baumanka consideraron que los pasaportes de vacunas atentaban contra su dignidad y se rebelaron contra ellos. La revuelta incluyó tanto a los estudiantes vacunados como a los no vacunados.

La semana pasada, tras una reunión con padres y alumnos, el rector prometió anular la segregación de los estudiantes en función de los pasaportes de vacunas y permitir el acceso de todos a la enseñanza superior.

El conservatorio de música, que también tuvo esa tentación, la anuló aún más rápidamente. Pero lo destacable es que la reacción de profesores y alumnos fue decisiva.

En Rusia la introducción de los pasaportes de vacunas sólo la podrá hacer el gobierno por la fuerza. Entonces hay que mirar arriba porque se trata de un medida puramente política.

Putin actúa según su costumbre. Su discurso se ha vuelto muy cauto. Se ha reunido con los miembros del Consejo de Derechos Humanos, que se preocupan por los detalles técnicos de la medida, sin cuestionarla en absoluto. La posición de Putin es parecida:

“Debemos ser muy cuidadosos a la hora de adoptar estas decisiones. Antes de adoptar restricciones en el uso de los medios de transporte, tenemos que entender a qué conducirá esto. Y comprobar si el sistema de transporte está preparado, para no limitar los derechos de la gente, pero al mismo tiempo garantizar la seguridad y proteger la salud de estas personas, que tanto nos preocupan”, ha dicho Putin para no decir nada.

Restringir el acceso a los transportes sin vulnerar los derechos de las personas es imposible, imponer pasaportes de vacunas para acceder a los espacios públicos es -en sí misma- una segregación y, por lo tanto, una vulneración de los derechos de las personas, que absolutamente nada puede justificar.

Putin en estado puro. Su cautela es un síntoma de que en el Kremlin no las tienen todas consigo, sobre todo por la rotunda oposición popular.

comentario

  1. Aquí en España la gente está deseando que les pinchen la tercera, la cuarta o la quinta dosis y lucen con orgullo su pasaporte de vakunación, a la vez que llaman irresponsables, burros y terraplanistas a quien no opine como ellos. A diferencia de Rusia y otros países en España ya casi tienen el trabajo hecho…

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